¡Impresionante rebote del fantástico farsante que es Donald Trump! Días antes del debate en la Universidad de Washington (Misuri), su candidatura parecía haber ardido en la hoguera del escándalo de sus soeces lascivias. Los “elefantes” del Partido Republicano huían de él en estampida, temerosos de perder no solo la presidencia sino también el Congreso en las elecciones de noviembre. El formato de “cabildo abierto” no le favorecía: en el debate anterior Hillary Clinton logró hacerle perder los estribos y las preguntas del auditorio iban a poner en evidencia la vacuidad de la candidatura de Trump. Y, sin embargo, en el acervo enfrentamiento de 90 minutos logró contener su compostura y consiguió poner a Clinton a la defensiva en más de una ocasión.
Con un aire tristemente hastiado, Trump volvió a insistir en que su machismo sobre las mujeres no era más que “bromas cuarteleras” e incluso afirmó, acosado por los moderadores, que nunca había cometido los actos de los que se ufanaba. Donde él solo había proferido “palabras”, Bill Clinton había cometido “actos”, y entre sus invitados había colocado en primera fila a tres de las mujeres que lo habían comprometido. Esta vez fue Hillary Clinton la que no se dejó arrastrar. A lo largo de todo el debate, la candidata demócrata intentó evadir insultos, acusaciones personales y repetidas interrupciones para plantear las cuestiones sustantivas de su campaña. Y lo logró en gran medida.
Clinton defendió elocuentemente el seguro médico universal de Barack Obama, reconociendo que es necesario remediar sus defectos; puso en evidencia que Trump pretende continuar disminuyendo impuestos a las clases más adineradas; obligó al candidato republicano a reducir su pretendida prohibición total de inmigrantes musulmanes a una “extremada investigación”; y le obligó a reconocer que es necesario reducir las emisiones de carbón.
Todavía más, Trump se opuso al enfrentamiento con Rusia en Siria que propugnó su candidato a vicepresidente, Mike Pence, insistiendo en que para acabar con el Estado Islámico hay que contar primero con Bachar el Asad y que Alepo “está ya perdida”. Recordó que Clinton también había defendido una postura más comprometida en Siria cuando fue secretaria de Estado. Ella, sin embargo, insistió en continuar la política de Obama ayudando en lo posible a los insurrectos pero sin una intervención militar; a lo que añadió la novedad de armar más efectivamente a los kurdos, a los que calificó de los mejores aliados en la guerra contra el yihadismo terrorista en Irak.
Por su parte, Trump acosó a Clinton de nuevo por la destrucción de 30.000 correos electrónicos desde su cuenta particular, algo que la candidata demócrata no ha logrado todavía explicar de forma satisfactoria. El momento más débil de Clinton quedó compensado por la inusitada amenaza que profirió Trump de iniciar su presidencia con el nombramiento de una fiscalía independiente que acabaría con ella en la cárcel.
No se puede decir que Trump haya ganado este debate, en el que Clinton destacó por su firmeza, contención y la solidez de su candidatura. Pero con el ingenio y la combatividad de su actuación, Trump ha frenado el descalabro que su candidatura había sufrido días antes. Aunque no haya conseguido ganar votos entre la masa de independientes, sus seguidores aplauden sus errores y denuncian la conspiración de que ha sido objeto. Al no existir un procedimiento para cambiar de candidato tan avanzado el proceso electoral, su aparente éxito le permitirá seguir adelante en campaña.
Un momento de humor puso fin al debate, cuando uno de los asistentes invitó a los candidatos a reconocer un punto positivo en el otro: Clinton proclamó su admiración por los hijos de Trump, mientras Trump destacó que Clinton es una luchadora que nunca se da por vencida.