Uno de los trucos mágicos más viejos y conocidos consiste en hacer desaparecer una moneda de la palma de la mano. Ahora la ves, ¡y ahora no la ves! El truco existe incluso en versión online: es el que acaba de jugar Mount Gox a los usuarios de Bitcoin, la moneda digital lanzada en 2009 y supuestamente destinada a tener un impacto revolucionario en el sistema financiero global.
El cierre de Mt. Gox, principal plataforma de transacciones en la moneda virtual, se veía venir desde el 7 de febrero. Ese día, y ante el supuesto robo de 750.000 Bitcoins (el 6% de la circulación total de la moneda), el portal suspendió las transacciones entre usuarios. Dos semanas después de tomar esta decisión, Mark Karpeles, director de Mt. Gox, abandonaba su puesto en la Fundación Bitcoin. El cierre definitivo del Mt. Gox ha tenido lugar el 25 de febrero y además de arruinar a usuarios estrella–como Erik Voorhees, que acumulaba Bitcoins por valor de 230.000 euros en el portal–, ha causado un desplome del 23% en el valor de la moneda.
El colapso de Mt. Gox entraña una lección y una advertencia. La lección, mal que les pese a los libertarios que veían en la moneda virtual el mecanismo definitivo para sobrepasar a los bancos centrales, es que sin Estados no hay dinero. Como señala Matt Yglesias, la ausencia de un marco regulatorio y su tendencia deflacionista hacen que Bitcoin sea más parecido al oro que a una verdadera moneda. Unido a la volatilidad de la moneda virtual, el resultado es un producto poco atractivo.
La advertencia concierne no solo a usuarios de monedas digitales, sino a gran parte de Silicon Valley. En diciembre, CNN auguraba un futuro brillante para Bitcoin. En febrero ha confesado que su futuro es incierto. ¿Podría ocurrir de lo mismo con las principales redes sociales, actualmente valoradas en precios astronómicos? El caso más reciente es la compra de Whatsapp por parte de Facebook. El 20 de febrero, la empresa que dirigen Mark Zuckerberg y Sheryl Sandberg desembolsó la friolera de 19.000 millones de dólares (15.000 en acciones y títulos preferentes, y 4.000 en efectivo) en adquirir el popular servicio de mensajería online.
A primera vista, la comparación con Bitcoin puede parecer forzada. Con sus 450 millones de usuarios enviando 50.000 millones de mensajes al día, Whatsapp proporciona un servicio extremadamente útil a un precio risible. A pesar de todo, la similitud entre monedas virtuales y redes sociales es notable. “Bitcoin es útil en función de la red de gente y negocios que están dispuestos a aceptarlo para intercambiar bienes y servicios,” observa Rob Cox. “Es evidente que un ‘efecto de red’ similar apuntala la existencia de Facebook”.
¿Es realista desembolsar 19.000 millones de dólares –una quinta parte del valor del Banco Santander– por una compañía de 55 empleados que aún no ha consolidado su modelo de negocio? Añádase el abismo conceptual entre ambas empresas. Jan Koum, nacido en la Ucrania soviética, diseñó Whatsapp de forma que respetase al máximo la privacidad de sus usuarios y no mostrase publicidad. Koum pasará ahora a formar parte del consejo de una empresa que se basa en la exhibición escasamente discriminada de datos personales –la versión americana de Facebook añadió recientemente varias opciones de identidad de género para sus usuarios– y obtiene sus ingresos mediante anuncios.
Un gran número de analistas consideran que la decisión de Facebook no es imprudente. Es, por ejemplo, el caso de John Cassidy en The New Yorker: “Cuando [Zuckerberg y Sandberg] compraron Instagram por 1.000 millones de dólares, en 2012, mucha gente pensó que el precio era una locura. Ahora, esa adquisición es considerada como una ganga”. Pero no está claro por qué es una ganga invertir esa suma en una compañía que continúa sin generar beneficios. Si el único motivo es que su valor está en alza, lo que contemplamos no es otra cosa que una burbuja especulativa.
Si Facebook encuentra la forma de sacar rentabilidad a Whatsapp, la inversión habrá valido la pena. La operación haría tambalearse a las operadoras telefónicas, cuyos servicios de mensajería se han visto drásticamente desplazados por la compañía de Koum. De no ser así, el valor de empresas como Whatsapp caerá en picado.