La dimensión militar tiene poca importancia en la configuración de la presencia de América Latina en el mundo, aunque haya registrado un ligero aumento en los últimos años, en una región caracterizada por el mantenimiento de la neutralidad en los conflictos internacionales. Ello no implica, sin embargo, que pueda considerarse una región del todo pacífica, ni que el ejército haya perdido protagonismo dentro de la sociedad latinoamericana. Desde 1990 hemos asistido a más de una docena de golpes de Estado (fallidos o no) en la región, además de los conflictos armados en Colombia y México. Pero estos conflictos han tenido un marcado carácter interno y no han sido internacionalizados en sentido explícito –es decir, que no han contado con la participación física de otros países- por lo que no quedan reflejados en el Índice Elcano de Presencia Global, que recogería precisamente la proyección en el exterior. Existen, no obstante, notables diferencias entre los países de la región, tanto en tamaño como en orientación exterior de sus ejércitos, sin duda condicionados por la existencia y magnitud de su conflicto interno.
En términos de presencia militar el ranking regional puede dividirse en cuatro grupos. En primer lugar estaría, en exclusiva, Brasil, líder regional con amplia ventaja sobre el resto de vecinos que además ha registrado un fuerte aumento en los últimos años. En el segundo grupo (formado por Perú, Argentina y Chile) con menos de la mitad de presencia brasileña en términos absolutos, las tendencias en los últimos 5 años son contradictorias –estabilidad con ligera pérdida de presencia militar en Perú y Argentina y fuerte aumento en Chile–. El tercer grupo, con menos de la mitad de presencia militar que el grupo anterior, está compuesto tanto por los países en los que actualmente se registran los principales conflictos o tensiones de la región (Colombia, Venezuela, México), como por aquellos de menor tamaño pero con participación relativamente alta en misiones internacionales (Uruguay, Ecuador). Por último, tenemos el cuarto grupo registra una presencia militar casi nula dado su pequeño tamaño o baja participación exterior (Cuba, Guatemala, República Dominicana), o incluso por la inexistencia de fuerzas armadas, como es el caso en Costa Rica.
Al comparar los resultados de presencia militar con otros índices que miden el poder militar, como el Global Firepower Index (GPI), países como Brasil, Argentina o Venezuela, ocuparían una posición en el ranking acorde con el tamaño total de sus ejércitos. Brasil, por ejemplo, que tiene el ejército de mayor tamaño es quien registra mayor presencia militar. Sin embargo, hay otros casos en los que esta relación entre tamaño y orientación exterior de los ejércitos es distinta. Chile, Perú o Uruguay, tendrían una alta presencia militar externa dado el volumen de efectivos, mientras que Colombia, Cuba, Ecuador o México se encontrarían en el escenario opuesto. En definitiva, el tamaño de las fuerzas armadas no determina el uso de las mismas, estando condicionado por la situación interna y voluntad de participación en conflictos externos. Tampoco es proporcional del todo en relación al presupuesto militar, ya que los países con mayor gasto militar en relación al PIB no son precisamente aquellos con mayor presencia en el exterior.
En términos agregados regionales, la participación exterior ha aumentado en los últimos años, con mayor presencia de países latinoamericanos en misiones exteriores de Naciones Unidas como mecanismo de formación de sus propias tropas. Ello guarda relación con las transformaciones en la naturaleza de los conflictos internacionales en las últimas décadas, que han implicado a su vez cambios en el modo en que los países participan en los mismo. Así, los países pueden participar sin que suponga una amplia movilización de tropas o equipamientos, –por ejemplo, con colaboraciones de carácter más policial y orientada a la instrucción de efectivos locales, con menor reflejo en consecuencia en su presencia militar en términos cuantitativos.