Todos los países del mundo tienen, en alguna medida y en alguna forma, proyección hacia el exterior (particularmente tras más de tres décadas de proceso de globalización), que podemos medir con el Índice Elcano de Presencia Global. Esto no significa, claro está, que todos ellos tengan voluntad de ejercer alguna forma de poder o influencia regional o global. En el caso de Brasil, un “sospechoso habitual” en las listas de poderes regionales –como lo define Nolte (2010)–, la voluntad de liderazgo ha quedado puesta de manifiesto a lo largo de los últimos años. Y si la presencia global conforma algún tipo de pre-requisito para el ejercicio de dicha influencia, Brasil estaría bien posicionado en el contexto latinoamericano.
En los resultados de 2015, ocupa el 20º puesto en el ranking del Índice Elcano de Presencia Global. Es el primer país de la región en la lista, seguido muy de cerca por México, que ocupa el puesto 21, pero lejos de Argentina (37), Venezuela (38), Chile (45), Costa Rica (81) o Guatemala (86), por citar algunos.
Al igual que el resto de sus vecinos, la presencia global de Brasil se ve afectada por la crisis internacional que se inicia en 2008 pero, sobre todo, coincidiendo con la caída de precios de las materias primas. Así, su cuota de presencia global (el trozo de la tarta formada por la suma de la presencia global de los 90 países para los que calculamos el Índice) alcanza su récord en 2013 alcanzando el 1,7%, iniciando un descenso desde entonces que la sitúa en el 1,5% en 2015. La pérdida de cuota (2 décimas de puntos porcentuales) está por debajo de la del conjunto de la región (4 décimas), pero contrasta con el aumento de cuota de China (4 décimas en los mismos 2 años) o con el mantenimiento de la cuota india (estabilizada en 1,9%).
Con todo, la resistencia de la presencia global brasileña, comparada con la de algunos de sus vecinos, es notable. Sirva de ejemplo que mientras la presencia global brasileña cae 2,6% en el bienio 2013-2015, la chilena desciende 3,6% (en el trienio 2012-2015), la peruana 6,0% (en el mismo trienio) y la venezolana 14% (entre 2013 y 2015).
¿Qué tiene la presencia global de Brasil que no tenga la de sus vecinos? En pocas palabras, mayor diversificación. Por ejemplo, mientras la presencia global de Venezuela depende en más del 70% de su dimensión económica, para Brasil esta cifra es del 59% (véase el gráfico). Sólo tres variables (energía, cooperación al desarrollo e información) explican un 88,8% de la presencia global venezolana. En el caso de Brasil, las tres mayores contribuciones (bienes primarios, información y deportes) no llegan al 60% de la presencia global total.
En definitiva, Brasil registra cierta diversificación de su proyección exterior que ha frenado la caída de la presencia global absoluta y relativa del gigante latinoamericano. Queda ahora por ver, en futuras ediciones del Índice, cómo Brasil seguirá absorbiendo el choque externo del precio de las commodities y gestionando sus problemas institucionales y políticos internos, y cómo repercutirá esto en su presencia global.