Hace un año, Donald Trump abandonaba estrepitosamente el Acuerdo de París, en lo que muchos consideraron un varapalo a la lucha contra el cambio climático. Aunque lo fue, el principal efecto de su decisión ha sido contraproducente: erosionar la posición global de Estados Unidos y la de Trump dentro del propio país. Tras su desplante, una red de 2.700 municipios, gobiernos regionales y empresas americanas han tomado la iniciativa en la lucha contra el calentamiento global en EEUU. El resto del mundo ha mantenido el acuerdo, en tanto que China aprovecha el negacionismo de la Casa Blanca para posicionarse como una superpotencia de energías renovables.
En 2018 se repite esta dinámica, pero en un terreno de juego explosivo tanto a largo como a corto plazo. Se trata del comercio mundial, amenazado por las medidas proteccionistas que Washington acaba de aplicar a la Unión Europea, Canadá y México –tarifas del 25% y 15% a las importaciones de acero y aluminio, respectivamente–. Con estas medidas, Washington pretende imponer su agenda neo-mercantilista, azuzando guerras comerciales como la que ya sostiene, de manera intermitente, con Pekín. EEUU se vuelca en escaramuzas simultáneas con sus principales socios comerciales: los otros dos miembros de NAFTA (comercio anual valorado en 1,1 billón de dólares), la UE (720.000 millones) y China (636.000 millones).
La escenificación más clara de esta contienda tendrá lugar en la cumbre del G7, que se celebra en la localidad quebequense de Charlevoix entre el 8 y 9 de junio, una semana después de la subida arancelaria más reciente. Fiel a su reputación, el anfitrión y primer ministro canadiense, Justin Trudeau, pretendía centrar el encuentro en cuestiones progresistas como la igualdad de género, la ayuda al desarrollo y la conservación de los océanos. Para subrayar la naturaleza abierta del encuentro, Trudeau ha invitado a doce países además de los siete que conforman el foro (Canadá, EEUU, Reino Unido, Francia, Alemania, Japón e Italia), así como a dirigentes de Naciones Unidas, el Banco Mundial, el Foro Monetario Internacional y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos. Al encuentro también asistirán los presidentes de la Comisión Europea y el Consejo Europeo, Jean-Claude Juncker y Donald Tusk,
respectivamente.
En la práctica, la cumbre se verá monopolizada por la tensión comercial que Trump ha desatado. El encuentro entre los ministros de economía y banqueros centrales del G7, celebrado entre el 31 de mayo y el 1 de junio, terminó con duras críticas a la decisión de Trump por parte de las autoridades canadienses. El ministro de Finanzas, Bill Mourneau, consideró las acciones estadounidenses “destructivas”, en tanto que Trudeau afeó la falta de “sentido común” de la Casa Blanca. Canadá, al igual que la UE y México, amenazan con medidas de reciprocidad sobre diferentes exportaciones estadounidenses.
Americans remain our partners, friends, and allies. This is not about the American people. We have to believe that at some point their common sense will prevail. But we see no sign of that in this action today by the US administration.
— Justin Trudeau (@JustinTrudeau) May 31, 2018
La principal inquietud es que la tensión actual vaya a más. El presidente ha especulado con emplear las tarifas actuales como paso previo a aranceles en el sector automovilístico –tanto coches como componentes–. Una decisión que, de tomarse, atentaría al corazón de la relación comercial de EEUU con países como Alemania y Japón. Aunque el Partido Republicano se opone a estas medidas, Trump en ocasiones parece más irritado con el superávit comercial alemán que con el chino, y su furor proteccionista no parece distinguir entre aliados y rivales.
No es la primera vez que un foro de este tipo sirve para explicitar las diferencias entre Trump y sus socios europeos. Tanto en el G7 de 2017, celebrado en la localidad siciliana de Taormina, como en la posterior cumbre de la OTAN en Bruselas, Trump logró frustrar a sus principales socios europeos, que tras el encuentro anunciaron la necesidad de dotar a la UE de autonomía frente a una Casa Blanca errática. Pero esos propósitos están pendientes de traducirse en acciones concretas y la administración estadounidense puede encontrar un apoyo puntual en el nuevo gobierno italiano, con el que comparte una agenda demagógica contra la inmigración.
Mientras tanto, la inestabilidad generada por Trump aumenta. A la tensión comercial se une la salida de Trump del acuerdo nuclear de Irán (en el que, una vez más, el resto de firmantes han optado por continuar sin EEUU) y su encuentro con el dirigente norcoreano Kim Jong-un –programado para el 12 de junio pero en constante amenaza de cancelarse–, que podría rebajar la tensión en la península coreana o fracasar y agravar la situación. El actual G7 se presenta más tenso que el poco exitoso encuentro de 2017, pero, con bastante probabilidad, más ameno y cordial que el de 2019.
El verdadero desafío de EEUU y la UE está en evitar que el planeta entero se convierta en «zonas de excepción chinas».
Por eso es razonable imponer aranceles a China, pero también a los países democráticos y desarrollados me parece un enorme error. Más habría que combinar estrategias para evitar que ese día llegue: la «chinizacion» de la economía global.
Ante una situación así, donde la única manera de mantener competitivas y dinámicas las economías
esté basada en salarios miserables y servicios sociales degradantes, la democracia no tiene futuro alguno,
«La Nueva Guerra Fría. Desarrollo vs Subdesarrollo. Occidente vs Oriente. Posmodernidad vs Medioevo» razonvsinstinto.blogspot