Esta semana en Informe Semanal de Política Exterior: crisis en Somalia.
A la invasión del sur de Somalia por tropas keniatas el 13 de octubre, se ha sumado ahora la de efectivos etíopes por el oeste para neutralizar, mediante una maniobra de tenaza, a las milicias islamistas de Al Shabab, cuyos vínculos con Al Qaeda suponen una amenaza permanente para el Gobierno Federal de Transición (GFT) somalí.
Las incursiones de Al Shabab en Kenia para secuestrar a turistas y cooperantes extranjeros que trabajan en los campos de refugiados de la zona, se han hecho cada vez más frecuentes, colmando la paciencia del gobierno de Nairobi. Desde hace tiempo, Al Shabab alimenta el yihadismo que sembró Al Qaeda en Kenia en los años noventa. Etiopía, por su parte, es un país mayoritariamente cristiano que teme que sus minorías musulmanas sean contagiadas por el integrismo de los islamistas somalíes.
Los soldados etíopes ha penetrado en la región de Galgudud, ocupando las localidades de Gurel y Beledweyne. El hecho de que Etiopía haya vuelto a entrar en Somalia después de que sus fuerzas se retiraran diezmadas hace dos años, dice mucho sobre la urgencia que tiene Addis Abeba en frenar de alguna manera el acelerado proceso de descomposición de Somalia.
La anarquía somalí ha convertido al país en el mayor santuario pirata de África y provocado una crisis humanitaria que ha empujado a decenas de miles de refugiados a Etiopía y Kenia. Unos 2.000 soldados keniatas tratan de avanzar hacia Afmadow o Kismayo, ambos importantes baluartes de Al Shabab. El problema ahora es dilucidar si la presencia militar keniata y etíope va a contar con la ayuda de las milicias del GFT y de la Misión de la Unión Africana en Somalia (Amisom).
Entre 2006 y 2009 las fuerzas etíopes fueron vistas como parte de una “invasión cristiana” de territorio musulmán, lo que exaltó los sentimientos religiosos y nacionalistas del conglomerado de milicias y “señores de la guerra” somalíes. Somalia es un territorio sin ningún tipo de autoridad central, lo que lo convierte en una trampa mortal para los ejércitos extranjeros.
Las fuerzas keniatas parecen confiar en el apoyo de EE UU. De ser así, Washington estaría iniciando su tercera intervención en Somalia. El Pentágono tiene bases de aviones no tripulados en Arba Minch, en el sur de Etiopía, Camp Lemonier (Yibuti) y en las islas Seychelles. Francia también ha ofrecido apoyo logístico y equipamiento a las tropas expedicionarias keniatas.
Para más información:
Luisa Barrenechea, «África y la lucha regional contra el terrorismo». Política Exterior múm. 137, septiembre-octubre 2010.
Miguel Salvatierra, «Piratas globalizados: viejas prácticas, nuevos desafíos». Política Exterior núm. 128, mayo-abril 2009.
Mateo Aguirre SJ, «Kenia, la política de la exclusión». Política Exterior núm. 122, mayo-junio 2008.
Ignacio Gutiérrez de Terán, «El islam en Somalia y la lucha contra el terrorismo». Política Exterior núm. 117, mayo-junio 2007.