Un hecho. La economía cubana tiene una baja productividad, crece poco y es pobre. ¿A qué se debe?
Una polémica. Al responder, hay quienes acentúan los factores internos de la economía cubana (regulación agobiante, poca apertura externa…). Otros acentúan las restricciones impuestas por el embargo estadounidense. Ponderar cuánto contribuye cada cosa a la pobreza de la economía cubana no es sencillo, aunque solo sea porque ambas cosas se retroalimentan.
Una paradoja. Pese a tener una economía pobre, Cuba también tiene un capital humano muy valioso (alto nivel de formación, buen sistema de salud, realizaciones valiosas en biotecnología, informática…). No es fácil encontrar ejemplos semejantes en países pobres.
¿Qué no hacer? Cuba no debe abrir su economía a un turismo de gama baja, facilitar el establecimiento de instituciones que se dedican al fraude fiscal, convertirse en un intercambiador del tráfico de drogas…, como han hecho algunos de sus vecinos.
¿Qué hacer? Con el capital humano que tiene, Cuba puede mejorar su economía impulsando la biotecnología, el turismo médico, las tecnologías de la información, la agricultura de alta productividad, la suficiencia energética vía renovables y las artes creativas. ¿Cómo lograr recursos para hacerlo?
La polémica se aclara:
1) Cuba debería ofrecer toda la libertad económica necesaria para impulsar el crecimiento de sectores avanzados como los antes citados.
2) Implantar un sistema fiscal que transfiera el valor añadido así generado a cubrir necesidades básicas de los cubanos y, en una parte menor, a los socios extranjeros que hayan entrado en esas actividades.
3) Cuba y esos socios deberían reclamar a Estados Unidos que deje de amenazar a quienes desean invertir en la isla; es decir, que ponga fin al embargo.
Esto es lo que hoy está en primera línea de juego (o de fuego) en Cuba.