La legisladora republicana Ileana Ros-Lehtinen (Miami) infundió terror en los corazones de demócratas y diplomáticos de carrera durante su mandato como presidenta de la Comisión de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes de Estados Unidos (2011-2013). Interrogadora correosa, la decana de la delegación legislativa de Florida defendía sus opiniones conservadoras con el aplomo de una veterana de 30 años en la Cámara. Sin embargo, Ros-Lehtinen también encarnó esa vocación bipartidista tan mencionada, trabajando con el otro lado del pasillo para avanzar causas comunes. Esto era particularmente cierto cuando esa causa era la relación de EEUU con América Latina y el Caribe.
Pese a mi leal militancia en el Partido Demócrata, dedicada a la región latinoamericana, recibí con tristeza la reciente decisión de Ros-Lehtinen de jubilarse. No coincidíamos en mucho. Ros-Lehtinen, primera cubanoamericana elegida al Congreso, se opuso firmemente a los cambios hacia Cuba en 2014 bajo el mandato de Barack Obama. También criticó el acuerdo de paz entre el gobierno colombiano y las FARC. Recuerdo una reunión en particular sobre la región con el vicepresidente, Joe Biden, en 2014, cuando ella lo acorraló para enfatizar su desacuerdo sobre Cuba, Colombia, Venezuela y otros asuntos en los que ella consideraba que la administración estaba equivocada.
Pero Ros-Lehtinen era también alguien con quien los demócratas podían trabajar y respetaban. Biden la tomó en serio, incluso cuando tenían puntos de vista opuestos. Como secretaria de Estado, Hillary Clinton consultó regularmente con Ros-Lehtinen, quien la apoyó en los esfuerzos de reconstrucción en Haití tras el terremoto de 2010; en enero de 2011 viajó al país con el expresidente Bill Clinton y la enviada especial de Haití, Cheryl Mills. También fue una ferviente partidaria de la asistencia democrática al pueblo venezolano. Más importante aún, fue una voz importante para la comunidad latina al hacer un llamado a la reforma del sistema migratorio estadounidense y por defender el derecho de los dreamers a permanecer en EEUU.
Hablé tan a menudo con miembros de su equipo como con mis colegas del lado demócrata durante mis cuatro años y medio en la Casa Blanca y como subsecretario adjunto de Estado para Asuntos Hemisféricos en el último año de la administración Obama. Sí, discutimos, pero más que nada buscamos áreas bipartidistas donde colaborar. La relación con el personal de Ros-Lehtinen siempre me recordaba a aquel dibujo animado de Looney Tunes donde Ralph E. Wolf y Sam Sheepdog conmutan y almuerzan juntos como colegas de trabajo, pero luego chequean el registro de entrada a la jornada laboral y se comienzan a pelear por el rebaño de ovejas.
Una de las áreas de colaboración fue Nicaragua. En septiembre 2016, después de haber dado testimonio frente la Cámara de Representantes acerca del país, un colega se asombró de que Ros-Lehtinen se hubiese tomado nuestra intervención con tanta calma. Le expliqué que me había puesto a disposición de su equipo y pasé semanas comunicándome con varias oficinas en la Cámara para intentar mejorar el proyecto de ley. Sabía que no podía convencer a Ros-Lehtinen para que abandonase la legislación por completo, y en vez de ello trabajé con su equipo para asegurarme de que su contenido ayudara a combatir la corrupción en Nicaragua sin perjudicar a los ciudadanos del país.
También se rumorea que el diputado Eliot Engel –el principal demócrata de la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara de Representantes– trabajó con Ros-Lehtinen para apoyar el aumento de los fondos de apoyo hacia Centroamérica y la Iniciativa de Seguridad de la Cuenca del Caribe para el año fiscal 2017. Esto habría ido en contra de los planes del presidente, Donald Trump, de recortar drásticamente los fondos para tales iniciativas. Y es ese tipo de cooperación bipartidista en el Congreso lo que ha definido la política de EEUU hacia América Latina y el Caribe a través de los años, sin importar si la Casa Blanca estaba en manos demócratas o republicanas. En ese sentido, la jubilación de Ros-Lehtinen es una gran pérdida que debería preocupar a demócratas y republicanos.
No me malinterpreten: los votantes del distrito 27 de Florida deben elegir a un demócrata para reemplazar a Ros-Lehtinen. Pero que sea una demócrata que comparta su compromiso de mantener los asuntos regionales en la agenda legislativa, su pasión por América Latina y su afán de diálogo.