En Brasil todo es grande. Esto ha quedado comprobado con el escándalo de corrupción protagonizado por Petrobras, donde se habría producido una defraudación de más de 4.000 millones de dólares. Y es posible que su dimensión real jamás llegue a conocerse del todo; para hacerlo las autoridades cariocas tendrían que atar muchos cabos y seguirle la pista a una cadena gigante, con decenas de eslabones en el exterior, algunos de ellos invisibles pues se pierden en una maraña de operaciones de blanqueo de dinero. Toda una obra de ingeniería financiera difícil de rastrear.
Este el mayor escandalo de corrupción vivido por la democracia brasileña, un hecho que daña en forma grave la imagen y finanzas de Petrobras, del gobierno de Brasil, del Partido de los Trabajadores (PT) y de sus aliados políticos. La trama resumida era la siguiente: los autores recibían comisiones del 3% del monto de los contratos adjudicados por Petrobras, que transferían al extranjero gracias a una compleja red empresarial con centenares de cuentas bancarias en China y Hong Kong. Compañías que efectuaban importaciones y exportaciones ficticias, cuyo objetivo no era otro que el de blanquear el dinero y reitroducirlo al país.
Desde que estalló el escándalo, el valor de Petrobras en bolsa, la sexta petrolera más grande del mundo y con presencia en 27 países, ha caído un 60%. La designación del banquero Aldemir Bendine como nuevo presidente de Petrobras no ha logrado de momento parar esa caída, la cual coincide con el descuelgue de los precios internacionales del crudo. Por el contrario, podría decirse que su nombramiento ha tenido más bien un impacto negativo. Tras su designación, el 6 de febrero, las acciones de la petrolera bajaron un 8%, un indicador de la insatisfacción que generó.
Petrobras es la joya de la corona brasileña, pero el escándalo la ha golpeado con fuerza. En 2009 alcanzó el primer lugar en el ranking de las 500 mayores empresas de América Latina, superando en ventas a la mexicana Pemex y la venezolana Pdvsa. En 2010, el valor de Petrobras era 132.000 millones de dólares, aproximadamente. Cuatro años después se estima en 40.000 millones. Un revés que se cobraría caro en una empresa privada. Por otra parte, su principal atractivo, ser el líder mundial en la exploración y producción de crudo en aguas profundas, tiene ahora una relevancia relativa en el actual contexto de crisis petrolera debido a los bajos precios. Pese a ello, Petrobras continúa desarrollando alternativas con petróleo y gas de esquisto. Su apuesta por el Atlántico se basa en que allí se encuentran hidrocarburos conocidos como presal, yacimientos de petróleo y gas en aguas profudas. Actualmente, estos componen el 25% del total de la producción del gigante suramericano.
Rouseff, en la cuerda floja
Es sorprendente que a pesar de este estruendo Dilma Rouseff fuera reelegida en las elecciones de octubre pasado (51,54% de los votos). Quizá cuando estalló el escándalo (un mes antes de las elecciones), los electores lo interpretaron en clave de maniobra electoral de las fuerzas políticas de centro-derecha, y se inclinarion por darle continuidad a legado de Luiz Inácio Lula da Silva. Pero a medida que pasan los días y se conocen detalles el daño aumenta. La popularidad de Roussef cayó 19 puntos entre diciembre de 2014 y enero de 2015 (cuando arrancó su mandato); un 44% de los brasileños califica su gestión como mala o pésima y solo un 23% como buena o excelente, según la encuestadora Datafolha. Es el peor índice de aprobación desde que llegó al poder, y la más mala de un presidente brasileño desde 1999, superando a Fernando Henrique Cardoso, quien ese año obtuvo el 36% de desaprobación.
Rousseff hizo carrera política de la mano del sector petrolero. Entró en el primer gobierno de Lula como ministra de Minas y Energía, y como tal con responsabilidades sobre Petrobras. También fue presidente de su consejo de administración, y situó al frente de la compañía a su amiga Maria das Graça Foster, con quien buscaba darle un carácter más técnico a la empresa. Lo que evidentemente no consiguió. El hueco contable que hoy tiene Petrobras podría alcanzar los 32.000 millones de dólares, gracias a contrataciones sobrevaloradas, precios inflados, fluctuaciones del precio del petróleo y dinero sangrado por la corrupción.
Esta crisis, además, coincide con la caída del precio del petróleo que comenzó en octubre pasado, y también con un momento de desaceleración de la economía latinoamericana. La economía de Brasil cerró 2014 con indicadores macroeconómicos negativos: déficit de la balanza comercial y cuenta corriente públicas, un crecimiento del PIB del 0,2%, y una inflación de 6,4%. Pero Brasil es Brasil. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) prevé que en 2015 será el motor económico de Suramérica, región que tendrá un crecimiento superior al 2% del PIB, a pesar del desfavorable panorama económico mundial. No obstante, otras fuentes consideran que Brasil crecerá apenas un 0,4% (para el verano pasado la CEPAL pronosticaba un 1,4%) a pesar de las inversiones en infraestructuras, puertos, aeropuertos, empresas y, en particular, del sector energético.
Una industria en el punto de mira
A Petrobras, le espera una larga cuesta arriba. En enero, Foster y otros altos ejecutivos, a petición de Rousseff, decidieron amortizar más de 23.000 millones de dólares de inversiones manchadas por corrupción y negocios que no tuvieron buen fin, pero el presidente del directorio y exministro de Hacienda Guido Mantega vetó dicha amortización ante el temor de causar la percepción de que el todo el gobierno y Petrobras eran corruptos. Una decisión difícil, no asumir estas amortizaciones mantendría a Petrobras, a la que se considera la petrolera más endeudada y menos rentable de todas las grandes, fuera de los mercados de capital durante al menos tres meses. Además, retrasaría la ejecución de varios proyectos clave y forzaría a recortar el gasto en 2015 hasta en un 30%.
Lo sucedido con Petrobras ensombrece a la industria. Aunque para ser justos su caso no es el único en América Latina. En Venezuela, a finales de enero fueron detenidos la directora general de Mercados Internos del ministerio de Petróleo y Minería, Nubia Parada Mendoza, por presuntas irregularidades en los despachos de combustible, y, a comienzos de febrero, el director ejecutivo de producción occidente de Pdvsa, José Luis Parada, por presuntas irregularidades administrativas. También este mes, se ha conocido un caso grave en la colombiana Ecopetrol; el FBI divulgó un vídeo en el que el expresidente de una empresa prestadora de servicios relata cómo sobornaron a directivos de la petrolera colombiana para hacerse adjudicar contratos de una operadora de ésta. En México se está llevando a cabo una investigación en Pemex en torno a un presunto fraude en el pago de nueve millones de dólares en 2011 por remolcar una plataforma petrolera desde Emiratos Árabes Unidos hasta el golfo de México. Además, investigan irregularidades en más de 100 contratos firmados entre 2003 y 2012 por valor de 11.700 millones de dólares, sobre los cuales ha puesto los ojos la Auditoría Superior de la Federación de la Cámara de Diputados mexicana.
La caída de los precios del petróleo y estos escándalos amenazan con abrir un debate sobre la transparencia en la industria y sobre su eficiencia, un concepto exótico en el sector. De momento, será interesante ver cómo termina lo que podría ser la mayor frustración brasilera después del descalabro sufrido en el Mundial de Fútbol, el más caro de la historia, durante el cual las arcas del Estado brasilero dejaron de recibir miles de millones de dólares a causa de las exenciones fiscales concedidas por el gobierno, pese a que un amplio sector de la población vive en la pobreza y reclama mejoras en salud y educación, como lo demostraron las grandes movilizaciones que precedieron el acontecimiento deportivo.
Rousseff tendrá que hacer algo más que declaraciones y gestos. Se necesitan hechos concretos orientados a reuperar la principal y más grande empresa de Brasil, en donde todo es grande, incluso la corrupción.
Por Guillermo Pérez, analista político y director de Grupo Civis, consultora en riesgos sociopolíticos.