La prensa extranjera en Hollywood concede los Globos de Oro, antesala de los Oscar; la de la Casa Blanca organiza cada año la cena presidencial más almibarada y mediática. Pero más allá del glamour, clubes de corresponsales se reparten por todo el mundo. Algunos se arrastran como viejas glorias, otros se asoman al lobby, pero su trabajo gana importancia en contextos adversos para la libertad de expresión.
Los Globos de Oro cuyos candidatos se conocieron ayer, 11 de diciembre, surgieron en 1947. Entonces la Asociación de Prensa Extranjera de Hollywood (HDPA) entregó un reconocimiento al presidente de la Warner Brothers, Harry M. Warner, por impulsar el envío de material humanitario a Europa. Después decidió ampliarlo a distinciones anuales a las mejores obras cinematográficas. En la actualidad, muchos entienden que su criterios de selección son más reales y justos que los de los Oscar y por eso los Globos de Oro funcionan como guía: sobra decir que quien está detrás de su concesión adquiere bastante poder.
La cena anual que organiza la Asociación de Corresponsales de la Casa Blanca (WHCA), entidad que acaba de cumplir 100 años, comenzó en 1921 con el objetivo de lograr un mayor acceso al presidente y a los miembros de la administración de Estados Unidos. Conducida por algún presentador/humorista, acuden a ella el presidente, la primera dama y altos miembros de la Administración. Ha recibido críticas por desviarse de su propósito original y convertirse en una frivolidad hollywoodiense. Los discursos de los presidentes (esa noche se comprometen a una intervención divertida) han provocado sonrojo cuando se producían en momentos internacionales acusadamente adversos. Aquí los mejores momentos.
En Estados Unidos hay otras asociaciones que sin ser estrictamente clubes tienen propósitos más vinculados a la tarea (en realidad austera) de los corresponsales, como el Overseas Press Club de Nueva York, con unos reputados premios a la calidad periodística e interesantes becas. El Overseas asocia a periodistas extranjeros que trabajan en EE UU pero también a otros reporteros activos en el extranjero.
Entre los clubs repartidos por todo el mundo hay una gran heterogeneidad. Varía su nombre (asociaciones, clubes), su carácter oficial o privado (frecuentemente fundaciones), su tendencia a la restricción o la apertura, pero se comparten propósitos: facilitar información de utilidad a los miembros, generar conciencia de grupo, organizar eventos que fomenten las relaciones entre sí y con las fuentes de información, promover las mejores prácticas y resolver problemas de colegas específicos (en algunos casos, con financiación).
Todos los clubes han bramado con la muerte de profesionales como Jim Foley. Todos hacen campaña a favor de la libertad de expresión, batalla que gana tremenda importancia en casos como el Club de corresponsales de Hong Kong, muy activo, gran canalizador de contactos con fuentes disidentes y en permanente batalla con el gobierno chino.
Su carácter exótico y literario se va extinguiendo y la misión se hace más prosaica: para obtener recursos, algunas sedes alquilan espacios a entidades externas o se reconvierten en restaurantes, librerías o incluso hoteles. El cambio se debe al de los propios miembros: se calcula que un 90 o 95% de los socios de esta organización en Alemania son freelances o periodistas que trabajan para más de un medio. Nada que ver con el corresponsal casi diplomático y elitista de antaño.
Los políticos buscan los clubes de corresponsales cuando quieren ofrecer mensajes unívocos y ver su potencia amplificada en la prensa internacional, extendiendo corrientes globales de opinión. Por la misma razón, los huyen cuando quieren evitar explicarse, como ha hecho con polémica el primer ministro de Japón, Shinzo Abe, rechazando que alguien de su equipo acuda a actos al Club de corresponsales extranjeros de Japón (FCC) antes de las elecciones del 14 de diciembre.
En España ha sido habitual ver a líderes políticos en estas asociaciones defendiendo la recuperación económica o pronunciándose sobre el conflicto catalán. Son básicos para la marca país: los reportajes sobre la agudeza de la crisis en España (Pain in Spain) movilizaron al equipo de comunicación de La Moncloa.
Algunos clubes
La Asociación Internacional de Clubes de Prensa (la IAPC) aglutina a 43 de estas entidades concentradas principalmente en Europa y Asia. Pero las hay por todo el mundo. Estas son algunas de las más conocidas:
– Camboya: en el legendario Club de Corresponsales de Phon Phem, uno de los que ofrece sericios de hotel, se filmaron escenas que contribuyeron a enaltecer el romanticismo de la profesión (Los gritos del silencio, El americano impasible, El año que vivimos peligrosamente). Es club entre los clubs.
– Reino Unido: en Londres se encuentra la sede del Frontline Club, creado en 2003 por el ex corresponsal de guerra Vaughan Smith y ramificada ahora mediante centros en Europa del Este. No es estrictamente un club de corresponsales extranjeros, pero es un polo de atracción para ellos. A medio camino entre el bar, el restaurante, el museo, el hotel, reinvierte los fondos obtenidos en la celebración de eventos relacionados con el periodismo internacional y está vinculado a una fundación que recauda fondos para los fixers, esos ciudadanos locales que guían a los corresponsales en el país de destino. Su agenda de actividades es muy interesante.
– Alemania: Liane Rothenberger acaba de publicar un trabajo académico muy interesante sobre la Asociación de corresponsales extranjeros de Alemania (VAP). Con unos 400 miembros, ha sufrido todos los avatares de la historia germana desde 1906: bailes de esmoquin y trajes de noche en los felices años 20; censura y amenaza bajo un régimen Nazi que trataba de comprar a los corresponsales con medio kilo extra de mantequilla danesa.
– Sudáfrica: la Foreign Correspondents Association of Southern Africa (FCASA), fundada en 1976, ha hecho frente a casos de censura y expulsión de periodistas en las décadas difíciles de los 80 y 90. Entonces se incomodaba a los corresponsales que no comulgaban con el Partido Nacionalista (así ocurrió con Cynthia Stevens de Associated Press o con Hans Germani de Welt).
– Francia. La Asociación Francesa de la Prensa Extrangera (APE), con unos 500 periodistas, tiene un impresionante edificio, pero sus críticos subrayan su notable dependencia económica del gobierno francés.
– España: existen la histórica Asociación de Corresponsales de Prensa Extranjera (ACPE), que presenta 86 miembros en su web, y el Club de Corresponsales extranjeros, escisión de la misma con membresía bastante más amplia (aunque algunos profesionales repiten en ambas organizaciones). Otras entidades con objetivos colindantes son el Club Internacional de Prensa (que aglutina a españoles y extranjeros) o la Asociación de Periodistas Europeos, rama española de su homóloga creada en Bruselas.
– Otros países: el Club de Corresponsales Extranjeros de Asia del Sur aglutina a más de 500 periodistas que cubren India, Pakistán, Bangladesh, Sri Lanka, Bután, Nepal, Afganistán y Tibet. En Indonesia, el Club de Corresponsales Extranjeros se localiza en Yakarta. En el mapa de la IAPC pueden consultarse más organizaciones de corresponsales por maíses.
– Otras organizaciones: puede suceder que los corresponsales se agrupen en función de su procedencia. La Asociación de Periodistas del Sudeste Asiático (SAJA) aglutina a 1000 profesionales con origen en esta zona, realizando una labor similar a la que pueden llevar a cabo la Asociación de Periodistas y Escritores Árabes en España (APEAE) o la Asociación de Corresponsales de Prensa Iberoamericana (ACPI).