Dos cuestiones marcarán la coyuntura ecuatoriana en 2015: en el campo económico, la caída de los precios del petróleo, y en el campo político, la decisión del presidente, Rafael Correa, de reformar la Constitución para permitir la reelección inmediata e indefinida de cualquier cargo público, lo que le daría la posibilidad de prolongar su mandato, al menos, hasta 2021.
El impacto de la caída de los precios del petróleo ya se ha hecho notar con un recorte anunciado de 839,9 millones en gastos de inversión y 580 millones en gasto corriente (salarios, bienes y servicios) sobre un presupuesto de 36.317 millones de dólares. Hay que tener en cuenta que el mismo se había calculado con un precio del barril de petróleo de 79,7 dólares, y que las ventas realizadas a comienzos de año se cerraron a 39 dólares más o menos. Este brusco descenso hace prever más recortes.
Es posible que el gobierno busque una alianza con otros países productores para intervenir en el mercado, pero es muy difícil que una iniciativa de ese tipo tenga éxito ante la actitud de los países del golfo Pérsico y porque otros países productores con los que se podría buscar alianzas, como Venezuela, Libia, Irán o Rusia, atraviesan situaciones críticas.
A esto se suma la apreciación del dólar (moneda oficial de Ecuador) que afecta directamente a otras mercancías de exportación como los camarones o las flores, destinados a países cuyas economías están frías o enfriándose, que además tienen competencia de otros países productores con capacidad de adaptar sus políticas monetarias de mejor forma a la nueva situación cambiaria y beneficiar así sus exportaciones. Todo esto en el marco de un déficit fiscal de casi 5.000 millones de dólares (4% del PIB) en 2013, según el Fondo Monetario Internacional.
Sin embargo, la crisis económica no hace prever cambios políticos en Ecuador a corto plazo, ya que el gobierno de Correa cuenta aún con el margen de maniobra que le da el elevado presupuesto destinado a inversiones, que podría recortarse para no limitar recursos destinados a los subsidios directos (Bonos de Desarrollo Humano), servicios públicos o los salarios de un sector público bastante grande. No hay que olvidar, además, que Ecuador cuenta aún con China como financiador, como quedo claro en la visita oficial de Correa al país asiático a principios de año.
En el plano estrictamente político, eliminar la prohibición de la reelección es una clara señal de la voluntad del presidente y su grupo inmediato de conservar el poder y consolidar el actual statu quo, con la impronta personalista, populista y autoritaria que caracteriza al gobierno. Algunos analistas señalan que Correa no podrá mantenerse en el poder con un escenario económico adverso, pero hay al menos tres factores que neutralizarían la incidencia de esta situación negativa.
En primer lugar, no existe una clara alternativa política con propuestas serias y creíbles de gobierno, ni líderes que puedan ser contrincantes político-electorales de Correa. Segundo, el gobierno está construyendo un discurso que insiste en que la crisis es exógena, mostrándose así como víctima de la situación, a la vez que recuerda las políticas redistributivas llevadas a cabo en épocas de abundancia. Este discurso cala en la población ante la inexistencia de una oposición real y unos medios de comunicación amilanados. En tercer lugar, el nivel de voto incondicional (cercano al 20%) y de apoyo (60%, en el peor de los casos) con que cuenta Correa es tan elevado que le da mucho margen de maniobra para enfrentar una pérdida significativa de votantes, sobre todo si se tiene en cuenta que al frente no tiene a nadie. De este modo, es más que seguro que Correa seguirá contando con niveles de apoyo suficiente para ser actor relevante de la política ecuatoriana en el futuro inmediato.
Por otro lado, la muerte de Hugo Chávez, la nueva dinámica en las relaciones de Cuba con Estados Unidos y el nuevo ciclo electoral en América Latina han cambiado la dinámica de bloques, a la vez que se ha debilitado la fuerza del discurso antineoliberal como elemento movilizador en la región. En este sentido, cabe esperar que el gobierno de Correa, al tiempo que mantiene las alianzas con países para él de referencia –como es el caso de China– busque establecer nuevas relaciones. Precisamente, el acuerdo comercial con la Unión Europea, al que Correa se mostró siempre reticente, es una vía potencial del nuevo rumbo de las relaciones exteriores ecuatorianas. Por último, es probable que el afán de protagonismo internacional del presidente descienda al contar con menos recursos materiales para sostener este tipo de iniciativas, al tiempo que tendrá que dedicar mayores esfuerzos a la política interna.
Francisco Sánchez, subdirector de FLACSO España y profesor de la Universidad de Salamanca. @FlacsoESP