El 30 de diciembre, República Democrática del Congo vivirá las cuartas elecciones generales desde su independencia de Bélgica en 1960. La violencia determinó los tres procesos anteriores: 1960, 2006 y 2011. En estos, la clave es la sucesión de Joseph Kabila, quien debe abandonar el cargo tras 18 años en el poder. Kabila sucedió a su padre, Laurent-Désiré Kabila, asesinado en enero de 2001; ganó dos elecciones que lo mantuvieron en la presidencia pero, constitucionalmente, su gobierno debió haber terminado en 2016. Intentó –sin éxito– cambiar la constitución para eliminar el limite de mandatos. Ahora, el segundo Estado más grande de África tendrá la cita con las urnas después de dos aplazamientos, en diciembre de 2016 y el 23 de diciembre pasado.
Están convocados más de 40 millones de congoleños en una nación con más de 250 etnias y 90 millones de habitantes. En particular el este es violento debido a la acción de grupos irregulares armados. Algunos procedentes de las vecinas Ruanda y Uganda.
Hay al menos media docena de milicias en distintas regiones y las protestas contra el gobierno de Kabila son una constante. Conviene recordar que entre 1996 y 2003 estallaron dos guerras civiles en el país.
Había inscritos al menos 21 candidatos a la presidencia (algunos renunciaron en favor de otros participantes). Los aspirantes a las diputaciones provinciales y nacionales son más de 15.000. Muchos de ellos críticos con el gobierno.
Tres candidatos ha dominado la campaña para relevar a Kabila. El resto ha sido prácticamente invisible.
Emmanuel Ramazani Shadary, el favorito de Kabila para sucederlo. Es apoyado por el Frente Común por el Congo, coalición liderada por el mandatario saliente. Shadary, exministro de Interior durante el periodo más opresor de la era Kabila, no puede entrar en territorio de la Unión Europea por su presunta implicación en la represión de protestas en 2016 y 2017. Con él la “autoridad moral” de Kabila, que no descarta presentarse a las elecciones presidenciales de 2023, continuará.
Martin Fayulu, representante de muchos opositores a quienes se prohibió participar en las elecciones. Fayulu, presidente del partido Compromiso para la ciudadanía y el desarrollo, es el candidato de la coalición opositora Lamuka (“Despierta”, en lingala). Fue manager durante casi dos décadas en la petrolera estadounidense Exxon Mobile. El frente que lidera integra personalidades tan dispares como Moïse Katumbi, exgobernador de la rica Katanga y considerado el empresario más rico del país, y Jean-Pierre Bemba, antiguo vicepresidente procesado y absuelto por la Corte Penal Internacional (CPI) de cargos de crímenes contra la humanidad en la vecina República Centroafricana.
Felix Tshisekedi dirige la otra gran coalición antigubernamental, Dirección al Cambio. Abandonó la coalición con Lamuka acordada en Ginebra el 11 de noviembre. Es hijo de Etienne Tshisekedi, histórico líder de la oposición fallecido el pasado año. Algunas encuestas le atribuyen el triunfo por abultada mayoría a pesar de que carece de experiencia política.
Hay que destacar, asimismo, el nombre de Marie-Josée Ifoku, aunque sus opciones de ganar son escasas. Se trata de la única mujer que concurre a estas elecciones. Su Alianza para un Nuevo Congo no fue invitada a integrarse en la coalición Lamuka. Una de sus preocupaciones principales es la abolición de la violencia sexual, usada como “arma de guerra” contra las congolesas. En la RDC más de 200.000 mujeres han sido violadas desde 1998, según datos de la ONU.
Violencia, mentiras y ébola
La campaña ha estado marcada por la violencia, noticias falsas, bulos y ofensas a nivel de las redes sociales. Al menos 10 personas han muerto desde que se la campaña comenzó oficialmente el 22 de noviembre, según datos difundidos por una ONG local, la Asociación Congoleña de Acceso a la Justicia. Además, la ACAJ ha registrado 152 violaciones de derechos humanos.
A ello hay que añadir lo sucedido en la provincia de Mai-Ndombe, en el noroeste, donde más de 100 personas murieron en enfrentamientos entre grupos étnicos rivales.
Sabotajes y actos de vandalismo en mítines, daños en oficinas de partido, riñas entre simpatizantes de las diversas fuerzas… Junto a los disturbios, motivó también los aplazamientos uno de los brotes de ébola más mortíferos en la historia africana. Los servicios sanitarios han podido, por ahora, contener la peor epidemia de ébola en el país a dos provincias (Kivu del Norte e Ituri). Pero el brote está lejos de estar controlado y ya ha dejado más de 350 muertos en casi 600 casos.
Elecciones sin credibilidad
Más del 70% de los habitantes subsiste por debajo del umbral de la pobreza en uno de los territorios con mayores recursos minerales del planeta. Desde el punto de vista social, el país es uno de los más atrasados del continente con deficientes servicios de agua potable y electricidad.
Para la población, la nueva convocatoria supone un descrédito absoluto de la entidad organizadora, la Comisión Electoral (CENI). El supuesto incendio de un almacén con papeletas, del que no se ha difundido ninguna prueba, ha sido el argumento para explicar la modificación.
En los últimos años, la oposición ha reclamado una democratización con ciertas garantías mientras el poder se resistía a facilitar la consulta popular. Muy dividida en estos momentos, solo ha admitido este último cambio porque aguarda la descalificación del proceso y la reprobación internacional del gobierno, tarde o temprano.
Sin embargo, el Consejo de Seguridad de la ONU reafirma su firme compromiso con la soberanía, independencia, unidad e integridad territorial de la RDC. Expresa su esperanza de que se podrá celebrar elecciones transparentes, pacíficas y fidedignas.
En realidad, nadie confía en que ahora sí tengan lugar unos sufragios creíbles y la mayoría teme un gran estallido de violencia. En especial, si se adjudica la victoria a Shadary, el candidato gubernamental.
En la RDC, rica en recursos, destacan sus reservas naturales de coltán, uno de los minerales raros más importantes en la fabricación de teléfonos móviles y equipamiento espacial. No obstante, el caos propicia la rapiña y nutre a todo tipo de ejércitos, milicias, gobiernos y empresas multinacionales. Los mercados del cobalto, el coltán, el oro o los diamantes carecen de tasas, derechos laborales y juicios éticos.
La gestión de Laurent y Joseph Kabila han favorecido una atmósfera de impunidad donde sigue primando la ley del más fuerte. Algo que ya venía existiendo desde el expolio de Leopoldo II de Bélgica (quien tomó el territorio en 1885 como una propiedad privada) y la dictadura de Mobutu Sese Seko.
La CPI ha condenado a varios de los caudillos implicados en este saqueo, pero no ha podido impedir que el atropello prosiga, sobre todo en sus regiones más orientales, las más afectadas por esta lacra.
La división de la oposición diluye sus posibilidades de triunfo. Y si bien el aplazamiento puede haber estado justificado, aumenta aún más las tensiones entre la población. Habrá movilizaciones ante la sospecha de pucherazo, aunque se debilita la opción de la movilización ciudadana con la red Lucha (Lutte pour le Changement) inspirada en la primavera árabe. Incluso se han producido llamamientos a la sublevación.
Tensión y violencia están incubando un grave conflicto poselectoral.