Sacco, Delisle, Satrapi… El periodismo de cómic es una buena opción como lectura de verano. Recomendamos algunas obras donde la combinación de investigación, lenguaje cinematográfico y atractivo visual ayuda a comprender mejor conflictos internacionales complejos.
Todos señalan a Maus (1980-1991), de Art Spiegelman, como la obra que lo cambió todo: su segundo volumen se convirtió en la primera novela gráfica en conseguir un Premio Pulitzer. Maus cuenta el Holocausto a partir de la experiencia real del padre de Spiegelman (que estuvo en un campo de concentración), y retrata a los judíos como ratones, a los alemanes como gatos y a los polacos como cerdos. Tiene por tanto altas dosis de fantasía, pero demostró que las viñetas pueden ser más expresivas que el periodismo notarial a la hora de revelar la crueldad humana. También se cuidan los textos: cuando el padre del autor «habla» lo hace con errores gramaticales, como alguien que no ha aprendido bien el idioma.
“A veces la suavidad de la gráfica, en ocasiones casi naif o directamente infantil, enmascara y hace muy accesible lo crudo de los temas que trata… Con el cómic es muy fácil bajar las barreras y conectar con historias durísimas, que en fotografía o en relato no habría manera de encajar”, dice a Política Exterior el ilustrador español Milán Rubio.
En el periodismo de cómic más puro, los ilustradores salen de la redacción, visitan las zonas de estudio –muchas veces escenarios bélicos–, entrevistan a fuentes, investigan, toman notas y después delinean su trazo concienzudo. Alejándose del simbolismo de Maus, suelen pegar lo más posible la historia y sus personajes a la realidad. Aunque muchos rechazan ser considerados corresponsales (como el gran representante de este género, Joe Sacco, que prefiere seguir siendo llamado dibujante), hay mucho de reporterismo en su trabajo.
A Sacco podría leérsele para saber de los conflictos bélicos más importantes de los últimos 20 años (no puede olvidarse Gorazde, zona protegida). Dado que no es posible citar todas sus obras, recomendamos el surtido de historietas que contiene Reportajes.
Los grandes medios recurren a dibujantes para abordar temas en profundidad. Cuando las viñetas serializadas adquieren peso propio, se convierten en compilaciones, novelas o blogs. Es lo que le sucedió al dibujante Mathieu Sapin, que siguió la campaña presidencial de François Hollande para Libération. El ilustrador George Butler es testigo habitual en las guerras recientes y ha publicado sus historietas en numerosas cabeceras. Otros nombres a seguir son los de Grez Cook y Patrick Chappatte. Y hay periódicos que experimentan: en el diario argentino La Nación, Liniers ha “entrevistorietado” al actor Ricardo Darín y Jorge Drexler, entre otros.
Uno de los principales semilleros para los reportajes dibujados o reportajes cómic es la revista francesa XXI. Ofrece cada mes una pieza larga firmada por algún ilustrador singular que se sumerge en un tema/zona objeto de estudio. El trabajo va precedido por una introducción que aporta contexto, realizada por Patrick de Saint-Exupéry. Sí, es familiar del famoso aviador-escritor que deleitó con su elefante en una boa (entre otras muestras creativas).
Esta es la vuelta al mundo en cómics:
– Gen d’Hiroshima (1973-1985), de Keiji Nakazawa. Sigue los pasos de un niño superviviente al bombardeo atómico de la ciudad de Hiroshima el 6 de agosto de 1945. Ante un acontecimiento sin apenas testimonio fotográfico, este manga con dibujos llenos de realismo cobra gran valor.
– Palestina (1992), de Joe Sacco. Esta obra inauguró formalmente el periodismo de cómic. Refleja las razones del conflicto y las condiciones de vida en una zona de plena actualidad. Su lectura puede completarse con las de Notas al pie de Gaza (2010), del mismo autor; Saltar el Muro, de Maximilien Le Roy; y Palestina, el equipaje invisible, de Pere Mejan.
– La guerra de las trincheras (1993), de Jacques Tardi. Es, junto a su obra posterior Puta Guerra (2014), una de las mejores obras literarias de todos los tiempos para comprender la I Guerra Mundial en toda su crudeza. Los historiadores han alabado su precisión.
– Fax from Sarajevo (1997), de Joe Kubert. Este comic narra las vicisitudes de una familia inmersa en la guerra que devolvió la palabra genocidio a la actualidad. Está basada en la experiencia real del propio Kubert, al que algunos sitúan a la altura del padre del cómic americano Will Eisner: Ervin Rustemagic, el personaje protagonista, es un agente artístico internacional que quedó atrapado en el cerco a la ciudad bosnia. Solo se podía comunicar con su cliente (el propio Kubert) mediante fax, y por esta vía iba intercambiando información con su representado.
– Persépolis (2000), de Marjane Satrapi. Sigue la línea de memorias históricas personales inaugurada por Maus. Parte de la experiencia de la propia autora, que abandonó Irán como adolescente y se refugió en Austria tras la caída del régimen del Sha para evitar el rigor religioso impuesto por los guardianes de la revolución. Es una obra de enorme sensibilidad, luego convertida en película.
– El fotógrafo (2003-2006), de Didier Lefèvre, Emmanuel Guibert y Frédéric Lemercier. Es un cómic que ha crecido con el tiempo y se reverencia como hito del medio. Refleja el viaje entre Afganistán y Paquistán realizado por el fotoperiodista Lefèvre junto a una delegación de Médicos Sin Fronteras. Esta lectura puede completarse con To Afghanistan and back (2002), de Ted Rall. Relata la campaña desencadenada por Estados Unidos tras el 11-S para acabar con los talibanes.
– Pyongyang (2004), de Guy Delisle. Este ilustrador el principal representante del cómic a caballo entre la crónica de viajes y el diario personal. La obra describe su experiencia como supervisor de animación de un proyecto en Corea del Norte. Otros de sus destinos dibujados han sido Birmania y Jerusalén.
– Sin la sombra de las torres (2004), también de Art Spiegelman. El 11-S fue un momento señalado en la historia de los cómics: todos los superhéroes se sumaron a la causa patriótica norteamericana. El valor de la obra de Spiegelman estriba en que, a diferencia de otras historietas que se han centrado en las Torres Gemelas (más oficialistas aunque también muy interesantes), la suya afronta las imágenes más hostiles de aquel día que censuraron los medios de comunicación.
– Baghdad Journal (2005), de Steve Mumford. La culminación de cuatro viajes a Irak meticulosamente documentados, con retratos de personajes que representan a todas las partes en conflicto.
– El juego de las golondrinas (2008) de Zeina Abirached. A partir de su vivencia en la infancia, la autora relata la convivencia de un puñado de vecinos que comparten miedo a las bombas y a los francotiradores que asolaban la capital de Líbano en 1986.
– El coche de Intisar (2011), de los españoles Pedro Riera y Nacho Casanova. Es un retrato de la mujer moderna en Yemen que obtuvo el Premio France Info 2013 al mejor cómic de actualidad y reportaje.
– Cuaderno de Sol (2011), de Enrique Flores. Cómic para documentar el espíritu de la Puerta del Sol durante el 15-M, el movimiento ciudadano más relevante de la democracia española.
– Apuntes para una historia de guerra (2012), de Gianni Pacinotti, Gipi. Este autor es el responsable de algunos de los ejemplos más interesantes en la intersección cómic/biografía personal/mundo en conflicto, con algunas viñetas llenas de realidad y otras explorando el mundo de la fantasía.
– Desastre y resistencia (2012), de Seth Tobocman. Podría considerársele un cómic sobre “el malestar en el siglo XXI”. Un viaje por las llagas del mundo donde, como explica Toni Boix en su reseña, “lo que más se globaliza es lo que menos conviene”.
– Los surcos del azar (2013), de Paco Roca. Sigue los avatares de los soldados perdedores de la Guerra Civil española en el norte de África y Francia, donde constituyeron la raíz de la famosa compañía La Nueve, integrada en las tropas del General Leclerk. Su personaje central es inventado, pero Roca investigó concienzudamente para dibujar los acontecimientos que le rodean.
En reportaje cómic se han contado casi todos los grandes acontecimientos que han conmovido al mundo en años recientes, desde el Huracán Katrina hasta las actividades mercenarias de Blackwater, pasando por la crisis económica con su versión Españistán. Por supuesto, también nos han narrado en este formato las primaveras árabes y algunas vidas destacadas como la de James Joyce, Nelson Mandela o el Dalai Lama. En algunas obras no se sabe muy bien hasta dónde llega la realidad y hasta dónde la ficción, como en Quay d’Orsay, crónicas diplomáticas (I y II).
Si uno quiere realidad tendrá realidad, pero también puede volver a la fantasía de la aventura periodística. Ahí están Tintín (Hergé), Ernie Pike (ideado por Héctor G. Oeterheld y Hugo Pratt a partir de la figura del periodista de la Segunda Guerra Mundial Ernie Pyle) o Frank Cappa (del donostiarra Manfred Sommer). Ninguno de estos personajes fue un reportero real, pero sus viñetas ofrecen mucho entretenimiento y, en el caso de Cappa, lecciones impagables de lo que ahora se llama periodismo comprometido.
Tanto donde elegir. Y tanto cómic de interés para tan poco verano.
[Imagen cedida por Pere Mejan. Palestina, el equipaje invisible].
Gracias por la larga lista de sugerencias. Todos estos títulos son la prueba de que la novela gráfica no se reduce a los «cómics para niños». Afortunadamente el 9º arte vive una época dorada. Aprender de historia o de política internacional no está reñido con disfrutar la belleza visual.
– Persepolis, la película resulta una impoluta adaptación del libro! Nunca una película de «dibujos animados» fue tan realista.
– El fotógrafo! sublime mezcla de ilustración y de fotografía!
– Guy Delisle! Las Crónicas birmanas son las más frescas. Las de Jerusalén, un relato bastante fidedigno de la vida «cotidiana» en una ciudad que, no siempre por los mejores motivos, siempre está de rabiosa actualidad, y donde la normalidad te sorprende siempre.
-Quai d’Orsey! Para morirse de risa y echarse a llorar al descubrir los entresijos de la diplomacia. Relato sobre las duras negociaciones en el seno de la ONU para aprobar una Resolución sobre Irak. Adaptable a cualquier Resolución del Consejo de Naciones Unidas.
En el capítulo Africa, recomiendo
– El genocidio rwandés está delicadamente cubierto: Déogratias, de Stassen; Rwanda 1994 (2 volumenes), de Cécile Grenier, Alain Austini y Pat Masioni; La fantasie des Dieux, de Hypolitte y Sant Exupéry.
– Sobre el Congo: Madame Livingstone, de Barly Baruti y Christophe Cassiau Haurie, sobre el papel de los soldados congoleños en la primera guerra mundial; Africa dreams (3 volúmenes), de Maryse & Jean François Charles y Fréderic Bihel, el descendiente de un colono belga tras los pasos de su abuelo en el Congo actual; Congo, vingt ans de caricatures, de Colette Braeckman, Thembo Kash, Pierre Kroll et Royer, crónica de la relación ex-metrópoli/colonia a través de grandes caricaturistas.
– Aya de Yopougon. 6 volumenes. De Marguerite Abouet y Clément Oubrerie. La vida de una adolescente en Abidjan, probablemente comparable a muchas ciudades de Africa, en clave de humor.
Recomiendo también la revista: http://www.larevuedessinee.fr, rabiosa actualidad internacional dibujada por grandes nombres del 9º arte.
Buena lectura a todos!
¡Pero cómo pude olvidar Vals con Bashir! Es estupenda. Y sabía que África había que investigarlo más. Muchas gracias por todas las sugerencias, procuraremos actualizar el artículo con ellas. Myriam.