China y EE UU compiten por el futuro en Asia

Jorge Tamames
 |  4 de febrero de 2016

¿La historia se repite, o solamente rima? Los expertos que analizan la tensión entre Estados Unidos y China en el Pacífico recurren, con frecuencia, a analogías convertidas en cliché: la trampa de Tucídides, la Primera Guerra mundial o incluso la guerra fría. El más acertado (o tal vez el único) es Robert Kaplan, que compara la importancia del mar de la China Meridional con la que tuvo el Mediterráneo para Europa o el Caribe en la historia económica estadounidense.

Los paralelismos con EE UU son reveladores. Fulminando a una potencia regional en declive (1898), controlando el canal de Panamá (1904) y convirtiendo el Atlántico y el Pacífico en lagos americanos (1945), Washington apuntaló su dominio del hemisferio occidental y su posición hegemónica durante el siglo XX. En el mar de la China Meridional –también cuajado de hidrocarburos– se encuentran los estrechos de Sunda y Malaca, claves para el suministro energético del este de Asia. La región conecta dos océanosÍndico y Pacífico– esenciales para que China alcance una posición de preeminencia global.

Pero aquí es donde acaban las similitudes. Para desplazar a la competencia del Caribe, a EE UU le bastó con una guerra corta y decisiva contra España. En los mares que rodean China, la potencia que salvaguarda el status quo –EE UU– cuenta con una ventaja militar decisiva, además de una densa red de alianzas. Ante esta realidad, China no busca un choque frontal. Pero presiona inexorablemente, reforzando su control sobre los islotes que salpican este mar, puñados de rocas sobre los que no existe una soberanía claramente definida. En Taiwán, Vietnam y Myanmar, 2016 ha arrancado con relevos de poder que serán claves para el futuro de la región.

 

Elecciones en Taiwán

La posición de Taiwán, derivada tanto de su geografía como de su historia, es relativamente compleja. La isla es el enlace entre los mares del este y sur de China. También es, como en su día recalcó MacArthur, un portaaviones imposible de hundir, capaz de proyectar fuerza en la China continental. Históricamente, Taiwán cuenta con una identidad a caballo entre la de la población autóctona y la de su enorme vecino. El Kuomintang de Chang Kai-Shek, hegemónico durante el periodo de posguerra, vio la isla como el último reducto de la república china, negándose a considerarla un país independiente. Cuando Beijing y Taipei compiten por la soberanía de islotes en la región, lo hacen en nombre del mismo país.

En los últimos años, la relación entre el Kuomintang y el Partido Comunista de China se ha relajado notablemente. En noviembre de 2015, la reunión del presidente taiwanés con su homólogo chino, Xi Jinping, marcó un hito en este proceso de deshielo. El principio de “un país, dos sistemas”, invocado para justificar la convivencia del autoritarismo chino con la democracia de Hong Kong, podría ofrecer una hoja de ruta para reunificar la isla con el resto del país.

El 16 de enero, esos planes quedaron suspendidos tras la victoria electoral del Partido Democrático Progresista (PDP). Tras cosechar un 56% del voto, Tsai Ing-wen se convertirá, el 20 de mayo, en la primera presidenta de Taiwán. Será la primera vez que su partido, defensor de la identidad taiwanesa y contrario a la integración con China, gobierne con una mayoría absoluta. Aunque el PDP ha renunciado a realizar un referéndum de autodeterminación (que generaría una respuesta militar china y pondría a EE UU ante el dilema de defender a su socio o evitar una guerra), su victoria supone un varapalo para la diplomacia china, que había cultivado al Kuomintang con mucho afán.

 

Cambio de guardia en Vietnam

La relación de Vietnam con China también está determinada por una geografía implacable: la que le confieren sus 3.200 kilómetros de costa en el flanco occidental de la región. El litoral vietnamita incluye la bahía de Cam Ranh, posiblemente el mejor puerto de aguas profundas de la región, en el punto de mira de Rusia y EE UU. Tiene en frente una colección de arrecifes e islotes disputados, además de la principal base de submarinos chinos, en la isla de Hainan.

Los lazos históricos entre ambos países también son enrevesados. Henry Kissinger observó que la identidad de Vietnam gravita en torno a dos procesos históricos contrapuestos: la sinificación de sus élites en el plano cultural, y su resistencia feroz, en el plano político, a los intentos de dominación de sucesivas dinastías chinas. La reunificación de Vietnam bajo un régimen comunista solo acentuó estas tensiones. Prueba de ello es la guerra que enfrentó a ambos países a finales de los 70, con motivo de la ocupación vietnamita de Camboya. A día de hoy, como muestra esta gráfica del Pew Research Center, los vietnamitas consideran que China es la principal amenaza externa para su país.

 

vietnam

 

El acercamiento entre Hanoi y Washington comenzó en 1995, cuando Vietnam normalizó sus relaciones con EE UU y firmó un acuerdo de asociación con la Unión Europea. El país también mantiene fuertes vínculos con Rusia, que actualmente está vendiendo a Vietnam media docena de submarinos. Pero la orientación de su política exterior continua siendo motivo de fricción en el régimen, dividido entre una facción pro-china y otra más cercana a occidente.

El 28 de febrero, estas facciones escenificaron sus desavenencias en público. Durante el 12 Congreso del Partido Comunista de Vietnam, Nguyen Tan Dung, primer ministro desde 2006, disputó la secretaría general del partido a Nguyen Phu Trong. Dung, favorable al acercamiento a EE UU y responsable de la firma de Vietnam del Acuerdo Transpacífico de Asociación Económica, fracasó en el intento de destronar a Trong, que se mantendrá al frente del Partido. Dung cederá también la presidencia del gobierno, lo que permite a Pekín respirar con alivio.

 

Transición en Birmania

Si Taiwán y Vietnam constituyen los flancos del mar de la China Meridional, Birmania representa el enlace entre el Pacífico y el Índico. Conectando la costa birmana con el sur de China, Pekín podría reducir su dependencia de petróleo que transita por el ­(extremadamente vulnerable) estrecho de Malaca, aumentando su seguridad energética. Birmania también cuenta con enormes yacimientos de hidrocarburos y minerales, críticos para el desarrollo de su vecino.

Consciente de la importancia estratégica de Myanmar, la diplomacia china ha cultivado a la junta militar que gobierna el país desde 1962. Los lazos entre ambos países –en ocasiones dañados por el apoyo chino a guerrillas que operan en el norte de Myanmar– se estrecharon durante las últimas dos décadas, cuando occidente dio la espalda al régimen birmano. Pero una transición a la democracia cautelosa, iniciada en 2011, amenaza con alterar la situación. El 1 de febrero se constituyó un nuevo parlamento, en el que la oposición, liderada por Aung San Suu Kyi, son mayoría. La Liga Nacional para la Democracia (ND), que arrasó en las elecciones parlamentarias de noviembre, tendrá que avanzar lentamente en el proceso de democratización, lidiando con un parlamento en el que los militares se han reservado el 25% de los escaños.

Suu Kyi es clave en el rompecabezas étnico, religioso, y político que es Birmania. La premio Nobel de la Paz es cortejada tanto por EE UU –Hillary Clinton le dedicó un capítulo entero de sus recientes memorias– como por China, que está abandonando a los militares tras su apuesta reticente por la democracia. Pekín mantiene una considerable influencia en el país, en parte gracias a su apoyo a grupos guerrilleros en la frontera con Birmania.

En el “gran juego” que libran hoy Washington y Pekín en la región, similar al que enfrentó a Rusia y el Imperio británico en Afganistán, los siguientes pasos de estos tres países serán evaluados con inquietud. El tiempo juega a favor de China. Su tirón económico la convierte en el principal socio comercial de quienes serían sus rivales. El crecimiento exponencial de su marina ya altera el balance de fuerza regional. Más de un analista naval norteamericano considera que el “pivote” de EE UU a Asia no hace más que postergar un desahucio inevitable en el mar de la China Meridional. A pesar de todo, EE UU retiene una red de alianzas superior, y una flota sin rivales a corto y medio plazo. El futuro dependerá, en gran medida, de los éxitos diplomáticos que sea capaz de anotarse cada potencia.

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