El Mundial de Fútbol ha terminado, pero los jefes de Estado continúan visitando Brasil. Y han venido para hacer negocios. Xi Jinping, presidente de China desde 2013, visita el país para asistir a la Sexta Cumbre de los BRICS en Fortaleza. Los jefes de Estado de Rusia, Suráfrica e India también asistirán al encuentro, en el que se terminará de diseñar el Nuevo Banco de Desarrollo y un fondo de reservas internacional destinados a competir con el Banco Mundial y el FMI. Pero la visita del dirigente chino es la más importante, al formar parte de una gira por América Latina destinada a reforzar la inversión de China en la región.
Jinping, que también visitará Argentina, Cuba y Venezuela, desembarca en América por segunda vez. El verano pasado visitó Trinidad y Tobago, Costa Rica y México de camino a California, donde se entrevistó con Barack Obama. La presencia china en la región no ha hecho más que aumentar desde que Pekín ingresó en la Organización Mundial del Comercio a finales de 2001. Entre 2005 y 2013, Pekín ha destinado cerca de 100.000 millones de dólares en préstamos a América Latina. También es el principal socio comercial de las principales economías de la región, incluyendo a Brasil.
La relación, a pesar de generar crecimiento económico, es desigual. China inunda los mercados latinoamericanos con bienes manufacturados, pero se limita a importar materias primas. Se calcula que China domina ya un tercio del sector minero de Perú. En Venezuela, la China National Petroleum Corporation ha invertido 28.000 millones de dólares en un proyecto en la Faja Petrolífera del Orinoco. Aunque Embraer venderá 25 aviones a China, la principal exportación de Brasil al gigante asiático también es petróleo. En 2010 Sinopec, la petrolera estatal, adquirió el 40% de Repsol en el país. En Argentina, las petroleras chinas participan en la explotación de los yacimientos de Vaca Muerta, cuyo descubrimiento motivó la nacionalización de YPF. El país también se ha convertido en una fuente de soja para el inmenso mercado chino.
Con los precios de las materias primas subiendo a lo largo de la década pasada, la relación comercial se convirtió en un motor de crecimiento a ambos lados del Pacífico. Pero el freno del crecimiento chino plantea un problema para América Latina, cuyo sector exportador cada vez depende más de los recursos naturales y menos de su sector manufacturero.
Si el precedente de África es válido, sirve como advertencia. La inversión china en África con frecuencia ha venido acompañada de una precarización de la mano de obra local, obligada a competir a la baja con trabajadores chinos. “Aunque los países occidentales insisten en exportar sus valores,” observa un sindicalista en Zambia, “China hace lo mismo con su legislación laboral”.
China también exporta, aunque proclame no hacerlo, su agenda política. Así lo muestra el número de países que rompen sus lazos diplomáticos con Taiwán para causar una buena impresión a las autoridades chinas. En un estudio publicado el año pasado, Gustavo Flores-Macías y Sarah Kreps, de la Universidad Cornell, revelaron que el grado de comercio con China es directamente proporcional a la convergencia en posiciones de política exterior.
La importancia de China como potencia económica es incuestionable, pero la viabilidad de su modelo de inversión no lo es. El reciente cambio de política en África, donde Pekín acaba de adoptar un enfoque más implicado en la resolución de problemas locales, muestra que las autoridades chinas se verán obligadas a recalibrar en más de una ocasión.