Han pasado más de tres meses desde que la Asamblea Nacional china ratificase el nombramiento de Li Qiang como primer ministro, el tiempo suficiente para que el nuevo número dos del régimen asumiera sus competencias y afrontara esta etapa con nuevas iniciativas. El éxito, sin embargo, no ha acompañado su bautismo internacional. Ni sus visitas a Alemania y Francia, ni su discurso en la inauguración del Foro de verano de Davos, que se celebra en la ciudad china de Tianjin, han tenido el eco que se esperaba. En ello ha influido la falta de propuestas concretas para consolidar la recuperación económica del país frente a unas estrategias de Estados Unidos y Europa que juegan a la contra y marcan distancias respectivamente. Una situación que ha llevado al politólogo y experto en China Jean-Pierre Cabestan ha definir la nueva relación del gigante asiático con Occidente de “más complicada, polémica y competitiva que antes”.
Cabestan extrae estas conclusiones de las visitas de Li a Alemania y Francia, tras considerar que la misión última de este viaje no era otra que cultivar a Europa para debilitar cualquier frente unido antichina liderado por EEUU. El politólogo francés se mostró escéptico sobre los resultados de la estrategia. “En el frente económico, puede que funcione hasta cierto punto, pero en el aspecto de seguridad, lo dudo”, afirmó este profesor de la universidad baptista de Hong Kong al South China Morning Post.
La realidad es que la visita de Li coincidió en el tiempo con la del secretario de Estado de EEUU, Antony Blinken, a China, y la implementación en Bruselas de un plan para endurecer los controles de exportación y selección de inversiones en tecnologías sensibles hacia el país asiático. Un panorama que le facilitó que en sus intervenciones tanto en Berlín como en París Li insistiera en combatir la idea de que “el mayor riesgo, en realidad, es no cooperar, y la falta de desarrollo, la mayor inseguridad”, comprometiéndose a proseguir con la apertura del mercado chino. Un clásico que luego la realidad cotidiana lo relega al olvido en un cajón.
Hoy, ni la comunidad alemana, ni la francesa, ni la de la Unión Europea en general han recuperado la confianza en el mercado chino después de que el gigante asiático bloqueara los negocios extranjeros durante tres años bajo las draconianas medidas de control del Covid-19. Una realidad, por otra parte, que sitúa en una posición embarazosa tanto al canciller alemán, Olaf Scholz, como al presidente francés, Emmanuel Macron. De ellos, Li espera que le ayuden a diseñar una estrategia europea de eliminación de riesgos con mayor énfasis en el comercio libre y justo, que apueste por la cooperación y limite el plan para endurecer los controles de exportación y selección de inversiones en tecnologías sensibles. Sin embargo, no debería esperar mucho más, confiando por ejemplo en que mantengan una “autonomía estratégica” muy distanciada del desacoplamiento que impulsa Washington hacia Pekín, ya que, en este sentido Europa, aún está dividida respecto a China y todo ello con la alargada sombra de la guerra de Ucrania.
Mucho menos comedido, pero igual de inconcreto, se mostró Li en su intervención ante los 1.500 empresarios y altos ejecutivos que han asistido al Foro Económico Mundial de Tianjin, conocido como el “Davos de verano”. Intentó tranquilizar a los inversores acerca de las expectativas de crecimiento económico chino, abroncó a Occidente por reclamar una “política de eliminación de riesgos” y avanzó que Pekín pondrá en marcha planes “más pragmáticos y efectivos” para impulsar el crecimiento del país y la demanda interior, pero sin mayor concreción.
Un discurso de 30 minutos que dejó un regusto amargo entre los asistentes extranjeros, que esperaban que Li insuflara más optimismo respecto al futuro de China, inmersa en una profunda crisis demográfica, inmobiliaria y una reactivación económica que no se consolida. La inflación en mayo fue del 0,2%, las ventas minoristas descienden, la producción industrial también, las exportaciones y las importaciones se contrajeron en el último mes y el paro juvenil (hasta los 24 años) se sitúa cerca del 21%. En definitiva, un panorama nada halagüeño que, sin embargo, no animó a Li a proponer medidas concretas de estímulo. El primer ministro se limitó a prometer políticas pragmáticas y efectivas para alcanzar el objetivo del 5% del PIB previsto para este año.
Todo ello no fue óbice para que Li expresara su confianza en apostar por un crecimiento estable en un ciclo económico a más largo plazo, que conduzca a una expansión continua del mercado con oportunidades de cooperación para los inversores internacionales en un marco de recuperación económica mundial. Un futuro que Li auguró tras lanzar una dura reprimenda a las llamadas de Occidente para que “reduzcan su dependencia” de China, quejándose amargamente del intento de EEUU de intentar contener el desarrollo de su país. Ningún gobierno ni ninguna organización debería decidir lo que debe hacer una industria determinada que se enfrente a riesgos en la cadena de suministro, explicó Li, quien afirmó que las empresas son las más sensibles a los riesgos económicos y a los desafíos industriales y, por tanto, deben ser las que tengan la última palabra. “El gobierno o cualquier organización relevante no debe obstaculizar, expandir, politizar o convertir los riesgos en una lucha ideológica porque esto supondrá muchos problemas: lo importante es cooperar”, sentenció.
Li tiene razón cuando dice que el desarrollo de la economía mundial se ha convertido en una comunidad en la que todo el mundo está entremezclado, y añade que las economías de los países interdependientes prosperan mutuamente y se desarrollan conjuntamente. “Y esto, fundamentalmente, es bueno, no es malo”, insiste. La paradoja, sin embargo, está en que quien lo subrayó dirige un país en el que nada se mueve sin la aprobación del presidente, Xi Jinping, lo que frena su desarrollo. Es la cuadratura del círculo.
Para mí no es tanto una paradoja, como concluye el articulista, lo de China es, en realidad, un caradurismo descarado. Pero comparto al cien por cien su frase final: lo del señor Li, o sea China, es la cuadratura del círculo. Por lo demás, un interesantísimo análisis de las políticas socio económicas del gigante asiático.