Durante el último año y medio hemos descubierto que el sistema de producción surgido a nivel mundial en las últimas tres décadas es frágil y está fácilmente expuesto a perturbaciones e interrupciones. La pandemia de Covid-19 ha revelado que el hecho de depender de un número limitado de países para el suministro de bienes de consumo estándar cuestiona la capacidad de recuperación de la cadena de suministro en todo el mundo. El enorme aumento de la demanda de equipos de protección individual a principios de 2020 puso de manifiesto de inmediato un suministro mundial insuficiente de mascarillas, productos de desinfección y equipos de protección, pero la escasez afectó también a productos cuya demanda no se vio alterada. A partir de febrero de 2020, la escasez en la producción de chips semiconductores ha ido mermando la producción de varios bienes: los primeros de la lista fueron los coches, las tarjetas gráficas, las consolas de juegos y los ordenadores personales.
Como explico junto a Luca Lodi en esta investigación, los principales culpables de la fragilidad del sistema de producción mundial son dos. En primer lugar, la complejidad de las cadenas de suministro, cuya forma refleja tanto los complejos vínculos entre sectores, donde los productos se utilizan como insumos en otras producciones, como la distribución geográfica de la producción a nivel mundial. La optimización descentralizada de las cadenas de suministro de varios niveles para múltiples minoristas y fabricantes es cada vez más importante, pero incluso en este caso los cuellos de botella pueden afectar a una etapa de la cadena de forma imprevisible e imponer paradas con un efecto dominó en las actividades posteriores. Esto es justo lo que ha ocurrido con los semiconductores, donde una desaceleración temporal ha creado una inestabilidad sistémica en toda la cadena.
«El acceso a las cadenas de suministro, a los corredores de abastecimiento, a las rutas comerciales y a los medios de transporte se considera cada vez más un instrumento para ejercer el poder político y económico»
El segundo elemento crítico es la enorme concentración de la producción manufacturera mundial en una parte geográfica del globo, China, y otros países del sur de Asia cuyas capacidades de producción dependen de la demanda de las empresas ubicadas en China. Por ejemplo, cuando el encallamiento del buque Ever Given bloqueó el canal de Suez durante seis días en marzo de 2021, las consecuencias de poner todos los huevos en la misma cesta fueron evidentes para todos los actores implicados.
La necesidad urgente de diseñar cadenas de suministro más inteligentes, fuertes y diversas sin caer en el proteccionismo ha sido una de las principales lecciones de esta crisis, que tanto Estados Unidos como la Unión Europea han aprendido. El acceso a las cadenas de suministro, a los corredores de abastecimiento, a las rutas comerciales y a los medios de transporte se considera cada vez más, por parte de los grandes actores mundiales, no solo una herramienta funcional para la producción, sino más bien un instrumento para ejercer el poder político y económico. El factor más crítico tiene que ver con la transparencia de las cadenas globales. Más allá de la relación inmediata entre las empresas de la cadena de producción y las de la cadena de distribución, prevalece la oscuridad.
El Mecanismo de Inversión Estratégica presentado por la Comisión Europea en mayo de 2020 puede ser potencialmente un instrumento importante para reducir la vulnerabilidad, si se orienta a aumentar la trazabilidad de los productos a lo largo de la cadena de valor. Aunque las empresas parezcan reticentes a revelar información, por temor a que esta práctica socave su ventaja competitiva, la información sobre cada etapa de la producción ayuda a las empresas a reducir su dependencia de eslabones únicos, reduciendo el impacto de los cuellos de botella imprevisibles tanto en el suministro de productos necesarios para sus actividades como en la posibilidad de colocar sus mercancías en el mercado.
Artículo publicado originalmente en inglés en la web de The International Spectator, la revista del Instituto del Istituto Affari Internazionali (IAI).
¿Quién se iba a esperar este colapso? La verdad es que el follón que estamos viviendo es una locura. Muy bien explicado.
Un saludo!