La campaña para recuperar a las niñas nigerianas secuestradas en abril se ha diluido. La fatiga en la atención es pauta frecuente en los conflictos internacionales, pero ahora las redes demuestran que no sólo los medios olvidan rápidamente; también los ciudadanos.
La iniciativa #BringBackOurGirls habla en su página de Facebook de 230 niñas raptadas, pero en ocasiones ha llegado a mencionar 273. Otros medios como la BBC ofrecen la cifra de 200 tras conocerse que algunas lograron escapar. El grupo fue secuestrado en un colegio de Chibok (Nigeria) por terroristas de Boko Haram el 14 de abril de 2014.
Al principio el gobierno nacional evitó pedir ayuda a otros países, fomentando el extraño silencio mediático y político con que se recibió la historia pese a su carácter extraordinario. Pero tras conocerse que las jóvenes podrían ser utilizadas como esclavas sexuales, la sociedad civil nigeriana estalló con el mensaje #Bringbackourgirls, convertido rápidamente en trending topic o etiqueta de seguimiento mundial. La expresión fue sostenida en carteles por famosos de todo el mundo -desde Malala hasta Michelle Obama-, lo que generó críticias de campaña de imagen vacua, pero no hay que olvidar que en origen fue un grito espontáneo, ciudadano y nigeriano.
Más de cinco meses después, la política y la diplomacia no parecen haberse movido mucho. Las operaciones extranjeras de rescate o búsqueda aérea anunciadas con grandes titulares (la de Estados Unidos concentró las mayores esperanzas) fueron reduciendo efectivos ante la falta de resultados. Con un ejército nigeriano desordenado -se han conocido deserciones y carencias de armamento-, las grandes potencias desconfían de las autoridades de Abuya (capital del país) y la colaboración en materia de inteligencia no es total.
Más chicas han sido raptadas desde abril; también chicos jóvenes y adultos. Algunos de los nuevos ataques de Boko Haram se han producido en villas cercanas a Chibok, y progenitores de las niñas han llegado a morir desde el episodio a manos del grupo terrorista, explica el HuffingtonPost. Ha habido desencuentros entre el gobierno y las familias, que en julio rechazaron reunirse con el presidente nigeriano, Goodluck Jonathan.
Los medios, estimulados por otros conflictos de mayor repercusión militar (Ejército Islámico, Ucrania), han dejado de conceder minutos, papel y bytes a las niñas. En las redes todo puede haber quedado en un ejemplo más de slacktivismo: acción de sumarse a una campaña sin que en el fondo eso se traduzca en gran compromiso o implicación.
Estos meses la curiosidad ha reverdecido sólo en ocasiones puntuales (cuando se dio a entender que se conocía el paradero de las secuestradas, se habló de un posible acuerdo con los terroristas, se habló de niñas escapadas o, pasados cinco meses del secuestro, algunas publicaciones subrayaron el olvido de la historia). Pequeñas olas que no pueden compararse con el tsunami inicial de solidaridad.
Fatiga en la cobertura
Llama la atención que decaiga el interés por el país mientras la violencia aumenta en él. El proyecto del Council for Foreign Relations Mapping violence in Nigeria revela que se han producido 23.000 víctimas desde junio de 2011, pero también que la mayoría de los asesinatos se dan en acciones donde la violencia no parte sólo de Boko Haram, sino también de la intervención de fuerzas del Estado.
Descender sobre los conflictos cuando entran en erupción y abandonarlos cuando se enfrían. Esta pauta frecuente en periodismo internacional se debe sobre todo al coste de las coberturas prolongadas y a la fatiga mental por la aparición de nuevos conflictos que pugnan por la atención con los ya existentes. A veces hay también razones logísticas, como en Siria. Así explicaba el periodista Ian Black en julio la escasa atención prestada a esta guerra: “Las visas para periodistas son esporádicas y el acceso está estrictamente controlado. Informar desde el lado rebelde vía Turquía es extremadamente peligroso. Es más fácil entrar en la sitiada Gaza, donde la mayoría de los medios internacionales están ahora representados”.
Del secuestro de Madeleine McCann al vuelo 370 de Malasia, pasando por la Nueva Orleáns del Huracán Katrina o Haití, los ejemplos son muchos. La Wikipedia habla de circos mediáticos, acontecimientos con tanto protagonismo repentino como fecha temprana de caducidad. El patrón de atención-desatención, irracional porque no se correlaciona con el número de víctimas o la importancia objetiva de los casos, se da incluso entre conflictos africanos simultáneos. El académico Gérard Prunier subrayaba en 2009 la atención otorgada al llamado genocidio de Sudán frente a la mucho menor recibida por el Congo, uno de los países más violentos del mundo.
Pero Internet ha puesto de manifiesto que no sólo son los medios sino también la gente la que olvida. Un reciente artículo de The Economist subrayaba la disparidad existente entre el número de víctimas de un conflicto y la atención que le prestan los internautas. Ucrania, por ejemplo, ha generado mucho más interés que Siria en la Web, aunque este segundo paisaje de guerra arroja un balance de víctimas mortales 20 veces superior al ucraniano. El semanario califica la divergencia de “deprimente”.
Google muestra cómo han descendido las búsquedas de la expresión “kidnapped girls” desde que se produjo el secuestro, con su punto más alto en mayo, al extenderse la campaña internacional. Topsy revela la caída en desgracia del trending topic que fue #bringbackourgirls (en azul el uso de esta etiqueta en mayo; en naranja las más recientes de septiembre).
Subidas y bajadas de gráficos que no deben ocultar la noticia importante: las niñas no han sido rescatadas.