¿Mundo post-BRIC? Brasil, un modelo a examen

 |  22 de febrero de 2013

 

En un contexto en el que se empieza a hablar de un escenario post-BRIC, al cuestionarse la capacidad de los gigantes emergentes (Brasil, Rusia, India y China) para mantener el ritmo y estar a la altura de las expectativas creadas durante la década de los 2000, el primero de la lista batalla por ofrecer un modelo alternativo y exitoso en un mundo globalizado, donde la inclusión social y la reducción de la desigualdad no estén reñidas con la pujanza económica.

En 2012, la tasa de crecimiento del PIB brasileño fue de apenas el 1%. Esto ha avivado el debate sobre la solidez de la economía brasileña, sobre los fundamentos de su modelo. Francisco Javier Urra, del Banco Interamericano de Desarrollo, se hace eco de este debate en el próximo número de Política Exterior, marzo-abril de 2013. Aquí ofrecemos un adelanto de sus ideas.

Por un lado, explica Urra, están quienes afirman que los signos de ralentización responden a la coyuntura internacional, y que Brasil mantiene unos fundamentos económicos sólidos y una prometedora perspectiva en el medio y largo plazo. Por el otro, están aquellos que, sin negar lo anterior, ponen el acento en que hay señales de un agotamiento de modelo, caracterizado por su baja productividad, falta de innovación y escasa internacionalización, incapaz de mantener un crecimiento sostenido a largo plazo.

¿Estamos realmente ante el agotamiento de un modelo? ¿O simplemente ante un bache en un camino por otro lado favorable? ¿Son adecuadas las medidas del gobierno o representan parches que pueden, a lo sumo, postergar un poco más el fin de un ciclo?

El ciclo virtuoso en Brasil comenzó en los años noventa, tras la década perdida de los ochenta. Bajo el liderazgo de Fernando Henrique Cardoso, Brasil modernizó su economía. Luiz Inácio Lula da Silva mantuvo la ortodoxia macroeconómica, a la que acompañó de una ambiciosa agenda social y de reducción de la pobreza, abriendo una “tercera vía” en América Latina. Si la década de los noventa fue la del despegue brasileño, la coyuntura favorable de los 2000 vio la consolidación de Brasil como una de las estrellas rutilantes del panorama internacional.

Dilma Rousseff, economista de formación, nada más tomar posesión del cargo tuvo que afrontar las primeras señales de alerta en la economía tras años de crecimiento modesto –en comparación con el de China o India–, pero sostenido. Las medidas han virado desde las de contención para evitar un sobrecalentamiento de la economía, en un primer momento, hasta las de estímulo para recuperar la senda del crecimiento. Pero más allá de las medidas contracíclicas, expone Urra, Rousseff parece ser consciente de los problemas estructurales y los cuellos de botella que atenazan la economía de la potencia latinoamericana.

Estos cuellos de botella se pueden resumir en el concepto del “Custo Brasil”. Esto es, el sobrecoste de operar en Brasil o, peor aún, el coste que desincentiva muchas de las oportunidades. El sistema tributario brasileño, por ejemplo, es uno de los más enrevesados del mundo. Ello es consecuencia de un sector público poco eficiente y escasamente orientado a resultados. Y estas limitaciones del aparato público, consecuencia a su vez del “particular sistema político” del país, en palabras de Urra. Así, más allá de la ineficiencia y burocratización de un gobierno de enorme dimensión, existe una arraigada cultura patrimonialista del sector público. “La necesidad de satisfacer a un arco cada vez más amplio de grupos de poder da lugar a una verdadera inflación administrativa –explica Urra– que se reproduce en una cultura burocrática hipertrofiada y legalista”. El gobierno de Brasil tiene 37 ministerios.

¿Está haciendo las cosas bien Rousseff? Según Urra, hay margen para el optimismo. Además de las políticas de largo recorrido –educación, inversión en infraestructuras–, las reformas más urgentes –modernización del sistema tributario, simplificación administrativa y burocrática, racionalización del sector público, mejora del gasto– están encima de la mesa. Estas reformas afectan directamente el statu quo de grupos de poder que se resistirán a los cambios. Para vencer esa resistencia, Rousseff necesitará buenas dosis de creatividad, decisión y capital político.

 

Para más información:

Jean Daudelin, “Brasil y la ‘des-integración’ de América Latina”. Política Exterior 149, septiembre-octubre 2012.

Anna Ayuso, “UE-Brasil: nueva estrategia para un cambio de tiempo”. Política Exterior 149, septiembre-octubre 2012.

Bill Hinchberger, “When the BRICs crumble”. Global Post, junio 2012.

The Economist, “Brazil’s economy: A breakdown of trust”. Artículo, diciembre 2012.

 

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