Han pasado ya dos décadas desde que se firmaron los Acuerdos de Paz de Dayton. Veinte años en los que, a pesar del dinero invertido por la Unión Europea, apenas se ha avanzado en el proceso de construcción estatal sobre los que fueron diseñados. De hecho, a lo que se ha llegado es a la creación de una suerte de Estado Frankenstein donde las distintas comunidades viven de espaldas unas a otras: un país donde la apariencia de normalidad es un mero espejismo.
Bosnia en este punto también representa el gran fracaso de Europa. Si bien con Dayton se consiguió alcanzar la paz, parece obvio que no fue suficiente para la construcción de un Estado eficaz y solvente que disfrutase de su soberanía de manera plena, sin depender orgánicamente de los designios de un Alto Representante de la UE que decidiese qué está bien y qué mal. La experiencia demuestra que solo cuando los actores locales adquieren protagonismo y por ende responsabilidades se puede alcanzar un Estado viable.
Ningún Estado ha alcanzado la madurez democrática sobre una Carta Otorgada, redactada al margen de la ciudadanía y además contraria a las normativas europeas, como quedó claro en la sentencia del Tribunal de Estrasburgo en los casos Sejdic-Finci de 2009. En esa sentencia se exigía a Bosnia la reforma de su Constitución al ser considerada discriminatoria con las minorías étnico-nacionales no pertenecientes a las tres comunidades constituyentes (serbios, croatas, bosniacos).
Varios son los problemas que encontramos en Bosnia. El primero, un aparato institucional ineficaz, dependiente de las ayudas internacionales y con unos niveles muy elevados de corrupción. Existe además un pertinaz inmovilismo en el proceso de toma de decisiones ya que el reparto étnico en las instituciones no se encuentra solo en el ámbito territorial, sino en todos los niveles de la administración, como se ha podido comprobar con el bloqueo de la reforma constitucional.
El segundo problema es el fracaso en la construcción de un Estado pluriétnico. Se puede afirmar que Bosnia se encuentra ahora más dividida que hace veinte años. No existe ningún indicio de integración multiétnica, sino más bien al contrario, estamos presenciando una mayor identificación entre étnia y religión que en los momentos anteriores al conflicto. De manera recurrente, desde la UE los informes de progreso alertan de esta situación y sin embargo, paradójicamente, la propia Comisión Europea emite informes para cada una de las dos entidades.
El tercero de los problemas esenciales a los que se enfrenta Bosnia es su situación como protectorado de la UE, lo que hace que los actores locales no asuman sus responsabilidades. Esto, junto con la posición no-revisionista de los gobiernos de la República Sprska en cuanto a la cesión de un mayor número de competencias al Estado central, hace que Bosnia se encuentre de manera permanente al borde de la inestabilidad social y política.
Entonces, ¿qué hacer? Nos encontramos ante un dilema difícil de resolver. Las autoridades bosnias no son capaces de reformar una Constitución que fue gestada por actores externos a su ciudadanía y eso les impide avanzar en términos legales hacia su incorporación a la UE. Esta situación de bloqueo en un contexto en el que no se ha planteado otra opción para Bosnia que no sea su incorporación a Europa ha hecho que se hayan tenido que modificar algunas de sus normas para facilitar el camino del país balcánico, quebrando sus propios principios de condicionalidad. Ha sido en marzo de este año cuando Bosnia ha conseguido firmar el Acuerdo de Asociación y Estabilidad, demorado desde 2008 debido a los sucesivos incumplimientos en materia de reformas por parte de las elites Bosnias, cómodas en el marco de un Estado absolutamente disfuncional. Ahora, sin embargo, hay dos factores que han ayudado a la firma de este acuerdo. De un lado, la ausencia de una alternativa distinta a la perspectiva europea para Bosnia; el otro se enmarca dentro de un contexto de crisis en la frontera oriental y en la progresiva pérdida de presencia y confianza en Europa, que se combina con una percepción de mayor presencia de Rusia en la región.
En el contexto europeo actual es necesario hacer un ejercicio de memoria para poder realizar un análisis objetivo sobre cuál ha sido, y continua siendo, el papel y la responsabilidad que debe asumir la UE en Bosnia i Herzegovina. Dos hechos marcan la relación entre la Unión y este pequeño país. Primero, no fue la UE sino Estados Unidos quien impulsó los acuerdos paz. Segundo, la ausencia de compromiso y voluntad política han impedido lograr la meta de un Estado estable y de carácter plurinacional. Hoy resulta evidente que a la ciudadanía bosnia hay que otorgarle la mayoría de edad, permitiéndole tomar las riendas de su país y haciéndola responsable de las decisiones a tomar de cara al futuro, creando de este modo las condiciones para una mejor convivencia en el país.