Esta semana en Informe Semanal de Política Exterior: primavera birmana.
Hillary Clinton se convirtió el pasado 30 de noviembre en la primera secretaria de Estado de Estados Unidos en visitar Birmania en los últimos 50 años. Fue un movimiento calculado para acelerar las nacientes reformas liberalizadoras emprendidas por la junta militar y equilibrar la influencia de China en el país y en el conjunto del sureste asiático, que cada vez ve con mayor recelo la emergencia del dragón chino como hegemón regional.
El renovado interés de Washington en Birmania surgió por los cambios políticos producidos en marzo, cuando los militares comenzaron a ceder el poder a un gobierno parcialmente civil liderado por Thein Sein, un antiguo general. El diálogo que ha establecido con Aung San Suu Kyi, premio Nobel de la Paz y líder de facto de la oposición, tras haber estado bajo arresto domiciliario la mayor parte de los últimos 21 años, ha creado la atmósfera necesaria para el acercamiento de posturas de las partes.
Todo ello ocurre en un marco propicio, con los esfuerzos de la administración de Barack Obama para dar un giro a la orientación geoestratégica de EE UU, acercándolo cada vez más a la región Asia-Pacífico.
Desde su toma de posesión, Thein Sein ha trabajado con el nuevo Parlamento para aprobar una serie de leyes aperturistas. Los sindicatos han sido legalizados, Internet sometida a menos censuras y está volviéndose a poner en marcha el sistema financiero privado. Birmania debe ser uno de los pocos países del mundo donde no funcionan las tarjetas de crédito.
Ya a mediados de octubre, la televisión estatal anunció que el gobierno iba a liberar a más de 6.000 presos políticos, un paso promovido por la Comisión Nacional de Derechos Humanos, recién creada por el gobierno. Todos esos cambios han sido alentados por Washington. En los últimos meses, Derek Mitchell, su emisario especial en Birmania, ha visitado hasta tres veces el país para facilitar el proceso de democratización.
Pero la iniciativa ha estado siempre en manos de Thein Sein, quien ha entendido que no hay más futuro para Birmania que integrarse en el mundo y que lo único que lograba la dictadura militar era aumentar la dependencia de China, desequilibrando sus relaciones exteriores.
Clinton, tras entrevistarse con Thein Sein en la nueva y remota capital de Naypitaw, afirmó, sin embargo, que todavía es pronto para levantar las sanciones contra Birmania, aunque se mostró favorable a apoyar el aumento de las ayudas internacionales al país y un mayor papel del Banco Mundial, dejando abierta además la posibilidad del pleno restablecimiento de relaciones diplomáticas con el nombramiento de un embajador.
Aung San Suu Kyi, liberada de su arresto domiciliario en noviembre, ya ha anunciado que su movimiento participará en las elecciones legislativas de finales de año para competir por los 48 escaños disponibles.
Para más información:
Editorial, «Birmania». Política Exterior núm. 120, noviembre-diciembre 2007.
Laura Villadiego, «La misteriosa apertura birmana». Miradas de Internacional, diciembre 2011.
Banyan, «Myanmar: When Hillary met the Lady». The Economist, diciembre 2011.
Joshua Kurlantzick, «The Mysterious Opening of Myanmar». Council on Foreign Relations, diciembre 2011.
Bertil Lintner, «Realpolitik ant he Myanmar Spring». Foreign Policy, noviembre 2011.
Carlos Sardiña, «La incierta transición birmana». Foreign Policy en Español, noviembre 2011.