La crisis migratoria protagonizada por la minoría rohinyá en el mar de Andamán ha señalado las vergüenzas de la Asociación de Naciones del Sureste Asiático (ASEAN), al igual que la crisis del Mediterráneo ha hecho con las de la Unión Europea. El comportamiento inicial de Indonesia, Malasia y Tailandia ha dejado mucho que desear, cerrando sus fronteras a cal y canto. Filipinas, por contra, se ha encargado de subrayar la mezquindad de sus compañeros de organización, al ofrecerse a acoger a parte de los refugiados. Mientras tanto, Australia vuelve a representar el papel de vecino ajeno a las miserias de la región. Cuando le preguntaron a su primer ministro, Tony Abbott, sobre si podría ayudar a reubicar a parte de los que navegaban a la deriva, su respuesta fue: «Nope, nope, nope». Tanto Filipinas como Australia son signatarios de la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados. Indonesia, Malasia y Tailandia, no.
La política migratoria de Australia, país construido por emigrantes, no hace honor a su pasado. En 1945, los australianos establecieron el primer ministerio de Inmigración del mundo. En los 35 años que siguieron el país dobló su población, pasando de siete a 14 millones de habitantes, bajo la consigna populate or perish (poblar o perecer). Hoy la población ronda los 22,5 millones de personas. En 2012, el gobierno laborista de Julia Gillard aumentó la cuota anual de acogida de 13.750 a 20.000 refugiados, la segunda más alta del mundo tras Estados Unidos. Ese año, el país acogió a 14.304 refugiados, situándose en el puesto 22 del mundo según datos per cápita.
Las elecciones de 2013 dieron un vuelco a esa tendencia de mayor apertura con la victoria de los conservadores. Uno de los puntos fuertes de la campaña de Abbott giró en torno a la política migratoria, resumida en el eslogan Stop the boats. El gobierno puso en marcha la Operación Fronteras Soberanas, «uno de los programas de protección de fronteras más duros del mundo», en palabras del propio gobierno.
La base del programa es que ningún solicitante de asilo que llegue en barco de manera clandestina será acogido en Australia. Tras interceptar los barcos cargados con inmigrantes se devuelven a mar abierto, hacia Indonesia, o bien son llevados a centros de detención en Papúa Nueva Guinea o Nauru. El gobierno ha llegado a proporcionar botes salvavidas a los inmigrantes cuando sus barcos estaban demasiado dañados para continuar navegando.
En 2013, unos 300 barcos con alrededor 20.000 personas llegaron a Australia, según el gobierno. En 2014, el número se redujo a cero. Las autoridades australianas no han informado de ninguna muerte de inmigrantes en aguas australianas en los dos últimos años. La cuota anual de acogida ha vuelto a bajar hasta los 13.750 refugiados.
Fuente: Refugee Council of Australia.
¿Una Australia más grande?
Indonesia y Malasia se han ofrecido a acoger temporalmente hasta 7.000 migrantes, tras su rechazo inicial. Eso dejaría a miles aún en el mar. En el primer trimestre de este año, 25.000 personas han huido de Birmania y Bangladesh, y al menos 1.050 habrían muerto por el camino, según el Alto Comisionado para los Derechos Humanos de la ONU, Zeid Ra’ad Al Hussein. Muchos caen en manos de traficantes, que además de abusar de ellos y robarlos, los introducen en botes y los abandonan en el mar.
Australia es la duodécima economía del mundo, además del sexto país más grande del planeta, con responsabilidades sobre el 10% de la superficie terrestre. «Tenemos un continente para nosotros solos –apunta Michael Fullilove, director del Lowy Institute for International Politics–. Durante años nos hemos quejado de la tiranía de la distancia. Ahora esta ha sido reemplazada por el dilema de la proximidad». Las nuevas oportunidades económicas suelen venir acompañadas de nuevos riesgos políticos. Australia está más cerca de los mercados más pujantes del mundo, pero también de mayores crisis humanitarias. «We are less isolated and less insulated», concluye Fullilove.
¿Cómo lidiar con este nuevo entorno? De acuerdo con el director del Lowy Institute, apostando por una Australia más grande. Económica, pero también demográficamente. Es decir, por una Australia más poblada. «Poblar o perecer», una vez más. Gestionada de manera adecuada, la inmigración cualificada aumenta la fuerza de trabajo, mejora la demografía y refuerza las conexiones con los países del entorno. Además de proporcionar «una infusión diaria de ambición e imaginación», añade Fullilove.
¿Está preparada Australia para un nuevo salto adelante? Por el momento, la respuesta del gobierno de Abbott sigue siendo: «Nope, nope, nope».