Australia descubierta in fraganti

 |  26 de noviembre de 2013

¿Et tu, Abbott? Sí: Tony Abbott, Primer Ministro de Australia, también ha estado espiando. El medio en este caso es el Australian Signals Directorate (ASD), homólogo local de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) americana. La víctima es Indonesia, archipiélago con 244 millones de habitantes ­­–diez veces más que Australia– que ostenta la mayor población musulmana del mundo.

Publicada por el Sydney Morning Herald a través de las declaraciones de Edward Snowden al semanario alemán Der Spiegel, la información es demoledora. Además de pinchar las comunicaciones personales de diez líderes indonesios, entre ellos el presidente Susilo Bambang Yudhoyono y su mujer, los servicios de inteligencia australianos mandaron Power Points a la NSA detallando sus hallazgos. También intentaron espiar, con escaso éxito, la conferencia de la ONU sobre cambio climático que tuvo lugar en Bali en 2007. Con semejante conducta el ASD hace honor a su logo: “proteger nuestros secretos; revelar los de los demás”.

Como muestra la pintada enfrente de la embajada australiana en Indonesia, la noticia no ha sido bien recibida en el archipiélago. El gobierno de Yudhoyono ha anunciado el cese inmediato de toda colaboración militar y de inteligencia entre ambos países. También ha iniciado una serie de represalias comerciales contra la isla, en perjuicio de la industria ganadera australiana. Peor aún, toda cooperación entre autoridades fronterizas se ha visto súbitamente interrumpida. Al igual que España con Marruecos, Australia ve en Indonesia a un socio crítico para regular los flujos migratorios hacia sus fronteras.

El gobierno conservador de Abbott se ha visto involucrado de la noche a la mañana en un escándalo imprevisto. La mayor parte del espionaje tuvo lugar durante los gobiernos laboristas de Kevin Rudd y Julia Gillard, pero la evidencia apunta a que estas prácticas se han convertido en política de Estado. Es por eso que el Primer Ministro se ha limitado a ofrecer su pesar por el “comportamiento de la prensa” y a asegurar que las acciones de su país se hallan dentro de la ley. En vista de que podrían surgir más revelaciones embarazosas, tal vez Abbott pretenda limitar a un mínimo prescindible los futuros mea culpas.

La magnitud del espionaje australiano puede resultar sorprendente, ante la idea generalizada de que tan solo la NSA realiza semejantes actividades. En verdad las actividades de Australia son relizadas bajo el paraguas del acuerdo de seguridad UKUSA. Creado durante la Segunda Guerra Mundial, este club selecto (también llamado “cinco ojos” por incluir a EE UU, Reino Unido, Canadá, Australia, y Nueva Zelanda) permite a los miembros coordinar las actividades de sus respectivas agencias de espionaje. El Reino Unido no dudó en emplear los programas de espionaje de la NSA, demostrando así que la información revelada por Snowden abre una brecha entre ambas orillas del Atlántico, pero también del Canal de la Mancha. Australia conocía la magnitud del programa de espionaje americano meses antes de que se hiciera público y guardó silencio.

En este caso, la sensación de Indonesia debe ser similar a la que han experimentado los socios europeos de EE UU. El archipiélago mantiene importantes lazos de cooperación con Australia, y un comercio que proporciona beneficios de 11.000 millones de dólares cada año. La ayuda de Australia fue esencial para detener a los autores de los ataques terroristas de Bali en 2005, e Indonesia colabora activamente con Australia para limitar la inmigración a ésta. En otras palabras, su relación no justifica semejante abuso de confianza. La reacción de Indonesia, sin embargo, ha sido más contundente que la de la Unión Europea.

Es cierto que las técnicas de espionaje puntuales son comunes entre todos los países del mundo, sean aliados o no. Pero las actividades de la NSA y sus socios anglosajones van mucho más allá, recogiendo datos de forma masiva e indiscriminada. Pinchar las comunicaciones personales de jefes de Estado tampoco es prudente. Es posible que más países lo hagan; pero en el momento en que semejante información es revelada, no queda otra opción que pedir disculpas. Las apariencias son enormemente importantes en el mundo de las relaciones internacionales, y episodios como el actual muestran una combinación explosiva de arrogancia e ineptitud. Brutta figura, como dicen los italianos. EE UU y sus aliados tendrán que figurar ser menos brutos.

 

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