Las relaciones entre los países iberoamericanos son fluctuantes en función de los ciclos históricos que comparten, con repercusión consecuente en los aspectos políticos, económicos, científico-tecnológicos, sociales y culturales, tanto en su conjunto como a escala subregional o bilateral. Dentro de esos ciclos, los momentos de mayor cercanía hacen más visible, presente y proyectivo el espacio que componen. Por el contrario, los momentos de mayor alejamiento ponen de relieve las contradicciones, las cicatrices históricas –muchas por cerrar– así como los intereses y aspectos diferenciales que dificultan el diálogo y las perspectivas de desarrollo común. Pero aun en los momentos de mayor alejamiento, se mantiene un sustrato marcado tanto por lo simbólico como por lo relacional y convivencial, que hace que unos países y sus sociedades sirvan de referencia a otros. Entre los elementos que componen este sustrato cabe mencionar las migraciones, la dimensión étnica, el desarrollo educativo y cultural, los debates sociales y políticos, el turismo y las inversiones.
La relación de España como país iberoamericano con el resto de esta comunidad está caracterizada a la vez por la cercanía que produce este sustrato referencial y la significativa distancia geográfica, que dificulta la percepción de los cambios profundos y acelerados, económicos, ideológicos y de otro tipo que se producen a nivel regional, subregional y nacional cuando se habla de los países del área latinoamericana. Querer mantener una relación actualizada, fresca, productiva, común y diversificada con esta gran área implica para España superar un reto: contar con las políticas e instrumentos que la impulsen, mantengan y renueven. Estas políticas deben tener entre sus objetivos centrales incidir en el papel de América en la conciencia de los españoles. Uno de estos instrumentos ha de ser el mantenimiento permanente y dinámico de un Plan Iberoamericano.
Cinco ejes para Iberoamérica
El Plan Iberoamericano puede…