La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible constituye la más completa y ambiciosa relación de propósitos promovida por Naciones Unidas. Su ambición es acorde con la magnitud de los desafíos que plantea el desarrollo en un mundo interdependiente, complejo y cambiante. En uno de sus rasgos más distintivos, la Agenda 2030 convoca a todos los países, ricos y pobres, a un esfuerzo transformador para transitar hacia estrategias de desarrollo incluyentes y sostenibles, tanto a escala nacional como internacional. No es, por tanto, una agenda de cooperación al desarrollo, sino una agenda para el conjunto de la acción pública, que implica a los gobiernos (cualquiera que sea el nivel en el que operen) y al conjunto de los actores sociales.
Por su amplia cobertura y la ambición de sus objetivos, la Agenda demanda una movilización de recursos sin precedentes. La ayuda internacional, por importante que sea su contribución, no sería capaz de cubrir por sí sola las necesidades que imponen los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Es necesario apelar a una gama más amplia de recursos de fuentes diversas. El grupo de instituciones financieras multilaterales de desarrollo, bajo el liderazgo del Banco Mundial, elaboró un documento sobre este asunto, titulado con una expresión que hizo fortuna: “From Billions to Trillions” (en inglés, un billion equivale a 1.000 millones; un trillion, a un billón).
En realidad, es difícil saber con precisión cuántos recursos serán necesarios para hacer realidad la Agenda 2030. Cualquier estimación al respecto se enfrenta a dos tipos de problemas complementarios. En primer lugar, se conoce poco acerca de las relaciones causales que rigen el vínculo entre los recursos canalizados y los logros efectivos en materia de desarrollo. En segundo lugar, existe una red de externalidades, de relaciones indirectas entre los objetivos y las metas propuestas que complica la estimación,…