Es difícil que un libro consiga ser varias cosas interesantes a la vez y todas ellas bien pensadas y mejor escritas. Este texto lo hace: es una guía para diplomáticos españoles que llegan a un destino en el extranjero. Y no solo jóvenes y no solo españoles, pues tiene una gran aplicación para lectores hispanoamericanos. También se trata de una obra repleta de buenos consejos, que va más allá de una visión formal y de la explicación atenta de las normas y costumbres de la tarea diplomática.
Salir al mundo. Guía práctica de la vida diplomática
Pedro Calvo-Sotelo Ibáñez-Martín
Marcial Pons, 2025
180 págs.
El análisis de las cuestiones jurídicas internacionales se entrevera con una síntesis de buenas prácticas a la hora de aplicar tratados y acuerdos, respetar principios y obligaciones, y llevar a cabo las tareas encomendadas en las distintas etapas de la carrera de un diplomático en el exterior.
Todas sus páginas desvelan el amor de Pedro Calvo-Sotelo por la vocación diplomática, después de una larga y fructífera trayectoria en destinos como Praga, El Cairo, Estocolmo, Paris, Quito o Nueva York. Es muy fácil de leer porque está dividido en casi mil párrafos numerados y por la maestría en el uso de un lenguaje cercano pero muy culto del que fue filólogo antes de embajador. Las citas, que son numerosas, ayudan al razonamiento y a ejemplificar lo que se propone. Beben de fuentes muy diversas: libros de referencia sobre la diplomacia, la cultura clásica, el periodismo, el cine o la literatura.
«El autor defiende la necesidad de la diplomacia hoy, igual que lo fue en los tiempos del cardenal Richelieu»
Los primeros capítulos desgranan el iter de un diplomático que sale al mundo: nombramiento, incorporación, inmersión y las funciones del oficio: proteger, negociar, informar, fomentar las relaciones. El autor defiende la necesidad de la diplomacia hoy, igual que lo fue en los tiempos del cardenal Richelieu. Los ministerios tienen en sus pantallas la misma información que estos altos funcionarios destinados en el exterior, afirma, pero la “escucha de la gente”, el olfato, la intuición y las conexiones que se desarrollan sobre el terreno para “entender dónde está el poder” (y cómo evoluciona) son insustituibles y muy valiosos.
Resulta muy interesante la comparación que se propone entre la labor de informar de un diplomático y el buen periodismo. Las dos actividades se basan en los mismos pilares: veracidad, contexto, priorización. También es excelente el consejo sobre la búsqueda de “aliados naturales” al llegar a un nuevo destino en el extranjero, entre los que estudiaron o trabajaron en España, los académicos y estudiosos que se ocupan de temas españoles, los que han sido condecorados por nuestro país y los miembros de la colonia.
Algunos otros grandes temas presentes en el día a día de la labor diplomática española, como es el reto de coordinar y modular la acción en el exterior de las Comunidades Autónomas, en especial cuando son gobernadas por partidos que buscan la independencia, podrían ser tratados más a fondo en una segunda edición del libro.
«Todas sus páginas desvelan el amor de Pedro Calvo-Sotelo por la vocación diplomática, después de una larga y fructífera trayectoria»
Otro capítulo semejante haría referencia a la praxis de apoyo y trabajo conjunto con las empresas españolas y su cada vez más relevante proyección internacional.
Al margen de estas sugerencias menores, el libro es un magnífico compendio llamado a penetrar el tiempo, como los verdaderos clásicos. Al repasar sus páginas, el lector vuelve a entender la importancia de la vida diplomática como servicio al bien común. El lema que se cita de la Academia Diplomática de Chile, “yo hablo por Chile”, podría adaptarse para resumir la esencia de este salir al mundo tan bien contado: “yo hablo por España”.