Queridos Jaime y Fidel:
Ante todo, mi satisfacción por poder compartir con dos amigos tan buenos y cualificados como vosotros estos comentarios sobre “el tema de nuestro tiempo”.
El astronómico desarrollo económico de China en las cuatro últimas décadas ha sido posible gracias a un contexto internacional pacífico y a la globalización, lo que le ha permitido un activo intercambio con el resto del mundo, ante todo con Estados Unidos, de mercancías, capitales, tecnología, estudiantes, cadenas de producción, etcétera. Sin tocar, al menos por ahora, el primero de esos factores –lo que sería evidente locura entre potencias nucleares–, Donald Trump ha iniciado el decoupling, intento de excluir a China de la globalización en cuanto a EEUU se refiere. Apunta así a la yugular económica y tecnológica de China, reductos, junto a la fuerza militar, del hard power. Está en juego la preeminencia geopolítica mundial.
En abril de 2014, el Banco Mundial anunció que ese año el PIB de China, en paridad de poder adquisitivo (PPA), superaría al de EEUU. En Washington sonaron todas las alarmas. Al ponerse en marcha la reforma económica de Deng Xiaoping, en diciembre de 1978, el PIB de China, país entonces paupérrimo, era un 6,5% del estadounidense, a precios de mercado (MER), y un 10% en PPA. En 2018, el PIB de China alcanzó el 66,3% del estadounidense a MER y el 123,9% a PPA. La renta per cápita pasó de 156 dólares en 1978 a más de 10.000 en 2019. Las proyecciones americanas y europeas coinciden en que a mediados de siglo el PIB de China será en torno al 50% mayor que el de EEUU. Estas cifras, basadas en la ingente dimensión de China y en su capacidad, asustan a EEUU y al mundo entero.
Este es, como escribo desde hace años en…