Y ya nadie podrá negar lo que pasó
Entre el 10 y el 12 de diciembre de 1982, dos años después del comienzo de la guerra civil en El Salvador (1980-92), un batallón especial del ejército, llamado Atlacatl, entrenado y abastecido de material bélico por Estados Unidos, entró en El Mozote (distrito de Morazán) y acabó con la vida de más de 900 personas como parte de la Operación Rescate. Fue una “limpieza de guerrilleros”, en una población que no había mostrado afinidad por ninguno de los bandos. A algunos los fusilaron, a otros los quemaron vivos, a muchas de las mujeres las violaron, y los niños no fueron una excepción.
Ese es el hecho. Durante años, los periodistas que intentaron sacarlo a la luz en los EEUU de Ronald Reagan se encontraron desacreditados desde Washington y desde El Salvador, condenando El Mozote al olvido. Sin embargo, el periodista estadounidense Mark Danner consiguió concienciar a la población estadounidense primero, e internacional después, de lo acontecido en ese pueblo de El Salvador, gracias a un esfuerzo periodístico que ha creado escuela. Masacre: la guerra sucia en El Salvador se ha convertido, desde su publicación original en 1993, en un hito del periodismo de investigación, estudiado en numerosas universidades. Ahora Malpaso edita por primera vez la obra de Danner en español. Hay que agradecer a esta joven editorial barcelonesa su empeño en hacer de la no ficción y el relato periodístico un pilar de su proyecto, afortunadamente internacional.
La reconstrucción de los hechos es impecable, respaldada por documentos oficiales, testimonios personales y fotografías necesarias para redimir el daño (o al menos intentarlo) causado no solo por la masacre per se, sino por el silencio que celosamente se guardó al respecto. El viaje a la verdad en esta obra de Danner se desarrolla recurriendo tanto a experiencias personales como a explicaciones geopolíticas para su mejor comprensión. El autor enmarca la masacre dentro de El Salvador –explicando las dinámicas del ejército salvadoreño, sus motivaciones y sus principales actores (como el coronel Domingo Monterrosa)–. Pero el marco se amplía de forma inevitable en el contexto internacional de esos años, definido entonces por la “caza de brujas” comunista por parte de EEUU durante la guerra fría. Su “patio trasero”, especialmente Centroamérica, fue escenario destacado de esta particular lucha contra el comunismo.
A la hora de transmitir las experiencias vitales, la dureza de los testimonios y la calidad narrativa aportan las dosis de realidad y cercanía necesarias para reexaminar lo sucedido desde un prisma humano y no meramente político. Sin embargo, Danner, como buen periodista, no se detiene innecesariamente en los detalles escabrosos del dolor o la humillación acometida sobre las víctimas; el trato a sus memorias se mantiene en el respeto en todo momento.
Ha debido resultar satisfactorio, profesional y personalmente, poner fin a la lucha de todas las personas que desde entonces han denunciado los actos cometidos por el ejército, en concreto en el caso de El Mozote, desde el activismo local hasta el periodismo salvadoreño y estadounidense. Demostrar de una vez que eran soldados nacionales los que estuvieron detrás de esa pesadilla, cargando armas estadounidenses (todos los casquillos, menos uno, pertenecían a rifles M-16), o detrás de otros asesinatos a sangre fría que intentaron inculpar a las tropas guerrilleras. Sin embargo, no es posible librarse del sentimiento de frustración e impotencia, máxime cuando el propio autor se pregunta a sí mismo: ¿Qué hubiera podido ocurrir si la investigación desarrollada por una Comisión de la Verdad, que daba comienzo el 26 de octubre de 1990, no hubiera sido tan lenta como para solaparse con la amnistía que acompañó al acuerdo de paz en enero de 1992?
Antes de ceder la palabra a los propios documentos originales, el autor narra cómo se ha reinstaurado la vida en El Mozote, y cómo un monumento mantiene en la memoria colectiva a aquellos que perdieron la vida en una guerra terrible, como todas las guerras, que no tenía nada que ver con ellos. Y así la herida sigue cicatrizando.