La estabilidad y prosperidad de Xinjiang serán claves para lograr un Asia Central también estable y próspero. Los enfrentamientos entre la minoritaria población han y la mayoría uigur muestran el desequilibrio en el reparto de beneficios de la modernización china.
El periodista norteamericano Robert Kaplan, en un reciente artículo invita al lector a una vuelta general hacia la geografía, mostrando la importancia de lo que él llama las «zonas diezmadas» de Eurasia. En el fundamental Democratic ideals and reality (1919) se trata de encontrar en los mapas, no simplemente las fronteras establecidas sobre el papel, sino también las permanentes «oportunidades físicas?»-. Xinjiang es, sin duda, una permanente «oportunidad física» y una variable geopolítica de la mayor importancia. Para los estrategas occidentales es urgente redescubrir la posición central de Xinjiang y percibir sin prejuicios cómo la dinámica actual está creando una nueva configuración en el centro y sur de Asia.
No podemos sobrevalorar la centralidad de Xinjiang y calificarla como «pivote de Asia», tal como hizo el sinólogo de Tianjin, Owen Lattimore (1900-89), tras la Segunda Guerra mundial. En contraste a la visión de Lattimore, la actual pobreza de pensamiento estratégico occidental sobre Xinjiang es un error. La ausencia de una reflexión europea sobre la transformación del occidente chino es incomprensible, dadas sus implicaciones en Rusia, los Stans y la Eurasia turca.
Xinjiang abarca un sexto del total del territorio chino y es la mayor división administrativa. Desde Europa, se tiende a confinar a China en lo que es para los europeos el Extremo Oriente. Con ello, a menudo se ignora la dimensión de la China interior.
Tras cuatro siglos de comercio por rutas marítimas que eclipsaron la Ruta de la Seda de Richtofen, lo que podríamos también llamar la «autopista de Marco Polo», y tras los años en que la…