La versión final del acuerdo –negociado desde 2016 y aprobado en junio por el presidente iraní Hasan Rohaní– incluye inversiones chinas por valor de 400.000 millones de dólares en un centenar de proyectos en energía, infraestructuras en las zonas de libre comercio iraníes de Maku, Abadán y Qeshm, banca, telecomunicaciones, puertos y redes ferroviarias, entre otros sectores. Si el Majlis (Parlamento) finalmente ratifica el acuerdo, Irán se convertirá en una pieza clave de la Nueva Ruta de la Seda.
Solo en el sector energético, las inversiones previstas rondarán los 280.000 millones de dólares. Los proyectos de seguridad incluyen ejercicios militares conjuntos, desarrollo de armamento, intercambio de información por sus servicios de inteligencia y una base naval a las puertas del estrecho de Ormuz. China inauguró la primera en el exterior en Yibuti, 2015. Desde 2014 barcos chinos han participado en tres ejercicios navales con Irán, el último en diciembre de 2019 en el golfo de Omán. En declaraciones a Xinhua, la agencia oficial de prensa china, el comandante de la armada iraní, almirante Hossein Khanzadi, dijo que “la era de las invasiones de EEUU en la región ha terminado”.
«Si se formaliza, el pacto abrirá un agujero en
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