Viaje al país de los blancos
Esta es la historia autobiográfica del impresionante viaje de un niño ghanés, Ousman Umar, que se ve obligado a atravesar el infierno del Norte de África, camino del “paraíso de los blancos europeos”, Viaje al país de los blancos. No he leído en años una historia real tan maravillosa como esta. Tuve la suerte de oírla de su propia voz hará un año. Desde el primer momento supe que tenía delante un hombre extraordinario. La vida de Ousman es toda ella un gran mensaje, creíble y verdadero porque todo su ser, lleno de vitalidad, así lo transmite. ¿Qué mensaje?
Digámoslo desde un principio: “dando, recibes”; “dar gratis y recibir gratis”; “estamos hechos para amar”; “sé tu el cambio que quieres ver, como decía Gandhi”; “tú eres el presidente de tu país, podemos cambiar la historia”. Frases que encontramos de un modo u otro hacia el final del libro, llenas de sentido y fuerza. ¿Qué es lo que le ha llevado a descubrir estas verdades, dichas de forma tan clara, sencilla y auténtica? Esto, precisamente, es lo que narra el libro.
El protagonista de la historia es, sin duda, un niño listo, curioso y valiente. Jugando un día, vio un avión. ¿Quiénes son aquellos que han logrado desafiar la ley de la gravedad? Los blancos, le dijeron. Él debía conocerlos, se dijo. Quería ser como ellos: “piloto, ingeniero, todo, menos negro”. Y así, a sus 13 años se puso en marcha. Él solo.
Nada más salir empezó a conocer algo que no imaginaba, el “infierno”. Es la palabra que él utiliza. ¿Dónde lo encontró? En la crueldad del corazón de los hombres que encontraba en su trayecto. Ante su inocencia e ingenuidad empezó a recibir estafa, engaño, abuso, tortura, dolor, las garras de la mafia… Entró en la soledad absoluta, la total incertidumbre y ausencia de esperanza. “Constantemente le vas viendo la cara a la muerte” afirma. Cuando dudaba, solo tenía dos caminos a elegir: “morir o llegar con vida al Paraíso”. Eligió el segundo. Siempre hacia adelante, profundamente solo interiormente, pero hacia adelante; éste fue su lema.
En esos cinco años por el infierno, no le faltan experiencias de “humanidad”, en palabras suyas. La bondad se iba asomando por el camino del mal: un policía que le animaba, un compañero que le ayudaba, un desconocido que le daba de comer, otro que le daba trabajo…
Además de la bondad del corazón de otros hombres, Ousman cuenta que percibía otra compañía. Insiste en que notaba algo superior que le acompañaba siempre y que él va denominando como “casualidad”, “milagro”… Los detalles, en el libro. Hubiese podido ser él uno de esos cadáveres que quedan abandonados en el Sáhara; o haber muerto en el mar como su amigo Musa, colocado aleatoriamente por la mafia en la patera de al lado. ¿Por qué fui yo el que sobrevivió? se pregunta. Silencio. Si bien, en otro lugar, como de pasada, Ousman deja caer que él era un niño piadoso musulmán, que rezaba cada día a su Dios, Alá. Aquí, cada cual que se quede con su mejor intuición, pero a mis ojos su “casualidad” tenía un nombre.
Así que entre la maldad, la humanidad y la casualidad/Dios, Ousman llega al Paraíso por la puerta de Fuerteventura. Tiene un “recibimiento humano” afirma. Al rato, sin embargo, se encuentra “encerrado en un CIE”. No entiende nada. En Málaga escucha la pregunta de las autoridades que le cambiaría la vida: ¿a dónde quieres ir? Solo sabe decir una palabra: “Barça”. Y llegó a Barcelona. Lo que le pasó entonces, lo dejo para el lector. Pero fue algo grande.
Tan grande como para que Ousman descubriese que el paraíso no estaba en Europa, sino en el corazón de cada hombre. Y por eso, ahora Ousman ya no quiere ser piloto ni ingeniero. Quiere llevar a los niños de Ghana su gran descubrimiento: la educación, porque es la clave para conocer este paraíso que cada uno de los hombres tiene dentro. La solución está en África, dice. Dando, recibes. Ahora dedica su vida a dar y regalar, para que no tengan que pasar historias como la suya, a través de NASCO Feeding minds.
Ni toda la sabiduría de la filosofía occidental, ni los beneficios de la democracia liberal (con sus indisociables derechos y libertades fundamentales, división de poderes y principio de legalidad), la cultura, el progreso científico y tecnológico o la riqueza que aquí tenemos, nos lo podrían haber dicho más claro. Ciertamente, uno de los grandes fracasos de las democracias liberales occidentales es no haber sabido ofrecer el sentido de la vida a los ciudadanos (J.H.H. Weiler).
¿Qué sentido tiene pues, la vida? Ousman nos abre un camino: descubrir que el paraíso está dentro de cada uno de nosotros y pasa por el conocimiento y el amor; ambos unidos son los fundamentos de la verdadera libertad.
Muy recomendable, por tanto, la lectura deViaje al país de los blancos., un libro que te transforma, no sin unas lágrimas, al despertar la conciencia, enseñándote de forma auténtica la mejor filosofía de vida que se pueda escuchar.