POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 18

Unidad y división en la Liga Árabe: hechos y perspectivas

Ramón Pérez-Maura
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¿Unidad? No me hable de la unidad árabe. En esta parte del mundo la unidad es como el tiempo. Cambia de un día a otro. Con tan concluyente afirmación respondía el presidente de Egipto, Hosni Mubarak, a un periodista que ponía en duda el futuro de la unidad árabe tras la cumbre de la Liga de Estados Árabes celebrada, con carácter extraordinario, en El Cairo el pasado 10 de agosto. La Liga se encuentra al borde de la escisión. Esta no es la primera crisis importante que sufre la organización desde que fue fundada en marzo de 1945. Pero sí es la primera vez que los integrantes de la organización se han repartido en dos campos tan declaradamente hostiles.

Para comprobar la veracidad de la aseveración del presidente Mubarak no hay que remontarse muy atrás. Cuando el 30 de mayo pasado se clausuraba en Bagdad la penúltima cumbre extraordinaria de la Liga, el mundo árabe parecía sólidamente unido en torno a Sadam Husein Takriti.

 

I

La cumbre de Bagdad fue convocada a instancias del jefe de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), Yaser Arafat. Arafat pretendía con esta convocatoria lograr una dura condena a Israel “por el asentamiento de judíos soviéticos en los territorios ocupados”. A lo largo de tres meses, Yaser Arafat recorrió las capitales del mundo árabe convenciendo a los jefes de Estado sobre la necesidad de celebrar una cumbre para fijar una postura común en torno a los “asentamientos”.

Durante los días de peregrinación del máximo dirigente de la OLP se produjo un hecho que entonces no se relacionó con la campaña de Arafat, pero que acabaría estando íntimamente ligado a ésta: el 2 de abril Sadam anunciaba que los científicos iraquíes habían desarrollado armas químicas avanzadas: “¡Por Dios, haremos que el fuego se…

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