Rara vez unas elecciones locales han generado tanto interés internacional como la batalla por la alcaldía de Estambul. La controvertida decisión de la Comisión Electoral de repetir la votación celebrada el 31 de marzo, tras la denuncia de irregularidades por parte del partido gobernante después de perder por unos miles de votos, ha culminado en uno de los momentos más trascendentales de la política turca de los últimos años. Desde que el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP, en sus siglas en turco), con Recep Tayyip Erdogan a la cabeza, llegó al poder en 2002, jamás había sufrido una derrota de tal envergadura.
A pesar de que en clave nacional la coalición entre el AKP y su socio, el Partido de Acción Nacionalista (MHP), haya ganado las elecciones locales del 31 de marzo con el 51,6% de los votos, la alianza ha sufrido importantes derrotas en metrópolis clave. El AKP ha pasado de controlar 47 de las 81 provincias turcas a controlar 39, mientras que su socio ha pasado de siete a 11, arrebatando feudos tradicionales al AKP. La oposición, formada por el Partido Republicano (CHP) y el Partido Iyi, nacido en octubre de 2017 y liderado por Meral Aksener, disidente del MHP, logró valiosas victorias gracias al apoyo puntual del Partido Democrático de los Pueblos (HDP), empezando por la capital, Ankara, y otras grandes urbes como Adana, Izmir o Antalya. Estambul, motor económico del país y la ciudad con mayor número de habitantes, era, sin embargo, el premio más anhelado. Tras la (doble) victoria del candidato opositor Ekrem Imamoglu el 23 de junio, la oposición controla las principales ciudades, que sumadas representan más de dos tercios del producto interior bruto del país.
Una pauta similar se observó en el referéndum constitucional de 2017, que por un ajustado…