La Unión Europea experimentará previsiblemente una profunda transformación económica, social, demográfica, tecnológica y ecológica. El sector energético y especialmente la industria eléctrica participarán en este proceso donde las fuentes alternativas serán esenciales.
El papel de la energía como catalizador del desarrollo económico, social e industrial a lo largo de la historia de la humanidad es un hecho ampliamente contrastado en la historia económica. La explotación de nuevas fuentes de energía fue uno de los factores más importantes que permitieron dar el paso de una economía agraria a otra industrial. En las economías agrícolas previas a la revolución industrial de finales del siglo XVIII, el hombre sacaba partido principalmente de la energía procedente del Sol, de la combustión de la madera y de la energía animal. A lo largo de la revolución industrial se produjeron una serie de avances tecnológicos que permitieron convertir en trabajo útil la energía acumulada en la materia fósil. Este hecho supuso el paso de una economía atrasada, feudal y agraria, a una economía moderna capitalista e industrial. En esta transición desempeñaron un papel clave los cambios tecnológicos que permitieron explotar nuevas fuentes energéticas. Se dio paso entonces a un nuevo sistema económico y social, donde la energía asumiría un papel clave como catalizador del desarrollo. Hoy día, pocas actividades de la vida cotidiana pueden ser acometidas sin energía, y la interrupción del suministro energético conduciría a una situación de colapso generalizado.
En la actualidad, los países avanzados, y especialmente los pertenecientes a la Unión Europea, se encuentran en una nueva fase de transición. Desde comienzos del siglo XXI, se producen una serie de profundas transformaciones de carácter social, demográfico, económico, político, tecnológico y ecológico, de cuya combinación se configurará una nueva forma de vida del presente siglo. El progresivo envejecimiento de la población, la…