La igualdad entre hombres y mujeres está en los fundamentos de la UE desde el Tratado de Roma. Si en las instituciones y en los gobiernos la participación de las mujeres es ya notable, aún hay que romper el ‘techo de cristal’ en los órganos directivos de las empresas.
Europa puede sentirse orgullosa de los avances que ha conseguido durante las últimas décadas en cuanto a mejorar la posición de las mujeres en la sociedad y la economía. Las mujeres ya no tienen que hacer frente a la discriminación a causa de su sexo. Las leyes europeas garantizan unos derechos mínimos comunes para ausentarse del trabajo por motivos familiares. El 60 por cien de los titulados universitarios de toda la Unión Europea son mujeres en la actualidad. Y, a pesar de la crisis económica, la tasa de empleo de las mujeres es del 62 por cien, frente al 55% de 1997. Pero en los niveles más altos de las empresas, muchas mujeres se encuentran con un techo de cristal que dificulta su ascenso en la jerarquía profesional.
Un historial sólido
La UE tiene un largo historial de fomento de la igualdad entre hombres y mujeres. El Tratado de Roma, en 1957, ya incluía una disposición que prohibía la discriminación por motivos de sexo. Resulta muy interesante señalar que el fundamento de esta disposición era principalmente económico: los Estados miembros, en especial Francia, querían eliminar las posibles distorsiones de la competencia entre empresas creadas en distintos Estados miembros. Francia había adoptado algunas disposiciones sobre la igualdad salarial entre hombres y mujeres mucho antes y temía que la mano de obra femenina barata de otros Estados miembros (en particular Alemania) pusiera a las empresas y la economía francesas en desventaja. En 1976, el Tribunal de Justicia de la UE dictaminó que…