Los políticos tienen problemas para solucionar esta crisis en tiempo real y ello se debe a que buscan sus causas en el sistema financiero. Hasta que no reconozcan y aborden su naturaleza macroeconómica, las medidas adoptadas sólo agrandarán los desequilibrios mundiales.
Ahora –si no antes– ya ha quedado claro que la crisis financiera de 2007-10 es probablemente la peor desde la Gran Depresión. Lo que no está tan claro son las causas de la crisis. Durante la Gran Depresión, ni los políticos ni los economistas comprendían realmente lo que estaba sucediendo. Observadores distintos ofrecían teorías distintas. El secretario del Tesoro de Estados Unidos, Andrew Mellon, creía que la crisis se debía a una pérdida de valores cuando prometió “liquidar la mano de obra, liquidar las bolsas, liquidar a los agricultores y liquidar las propiedades inmobiliarias. Esto purgará la podredumbre y la expulsará de nuestro sistema. El alto coste de la vida y la vida por todo lo alto se reducirán. La gente trabajará con más ahínco y llevará una vida más moral”. Ludwig Erhard, que luego se convertiría en ministro alemán de Economía, consideraba durante la Gran Depresión que las causas estaban relacionadas con los cárteles. La primera teoría que se sostuvo sin caer en el ridículo fue la que propuso Irving Fisher en 1933, cuando la Gran Depresión ya estaba llegando a su fin. La teoría de la deflación de la deuda de Fisher explica la mortífera relación recíproca entre la deuda y la deflación. Gracias a Fisher y, cómo no, a John Maynard Keynes, hoy entendemos bastante bien la economía de la Gran Depresión.
Si quisiéramos sacar únicamente un paralelismo entre nuestra crisis y la Gran Depresión, debería ser el siguiente: hasta el momento no contamos con una teoría completa de nuestra crisis. Henry Paulson, secretario del Tesoro…