La Carta de las Naciones Unidas, adoptada en la conferencia de San Francisco en 1945 por 51 países agrupados alrededor de los vencedores de la Segunda Guerra Mundial, fue un paso de gran trascendencia en el campo de la cooperación internacional. Personajes influyentes como Albert Einstein, Bertrand Russell y Grenville Clark contribuyeron activamente al debate que tuvo lugar en los tres años previos a la adopción de la carta respecto de las atribuciones y responsabilidades que se debería dar a este nuevo cuerpo. Planes iniciales vislumbraron la creación de un cuerpo legislativo basado en principios federalistas con poderes sustanciales para promulgar leyes que serían vinculantes para los Estados miembros. Estos planes fueron vistos como una respuesta adecuada al caos y destrucción causados por la guerra, con sus 60 millones de muertos y la destrucción de ciudades enteras y una parte significativa de la capacidad productiva de los países en el centro del conflicto. Para evitar la repetición de una guerra similar en el futuro, sería necesario ir mucho más allá de las limitaciones que condenaron al fracaso a la Liga de las Naciones.
Tales visiones expansivas para la futura cooperación internacional no encontraron los apoyos necesarios de Stalin, en una conferencia que tuvo lugar en Moscú en octubre de 1943, donde las grandes potencias se reunieron para discutir la visión del orden global que entonces estaba plasmada en el proyecto de Carta de las Naciones Unidas. Los soviéticos declararon que no se opondrían a un mecanismo de seguridad colectiva, siempre que se basara en la unanimidad de las grandes potencias (es decir, Estados Unidos, Gran Bretaña, la Unión Soviética y China) mediante el ejercicio de un veto. En otras palabras, mientras estos países puedan salvaguardar sus prerrogativas soberanas y no tener que someterse a obligaciones vinculantes a nivel internacional, la…