La visita de Barack Obama a España el 9 de julio de 2016 puso fin a una anomalía histórica. Por primera vez desde la etapa de Richard Nixon, parecía que un presidente estadounidense no iba a pisar nuestro país. El último de ellos había sido George W. Bush en 2001, quien eligió España como primer destino europeo después de su toma de posesión. Desde entonces y una vez recuperadas las relaciones políticas de primer nivel, España ha sido calificada como “aliado estratégico” para Estados Unidos en el marco de una relación, definida por el secretario de Estado, John Kerry, de “excelente”, que abarca una pluralidad de factores que van desde la economía hasta la defensa. En este último ámbito, la reforma del Convenio de Defensa de 1988 y la creciente relevancia para Washington de las bases de Morón y Rota han elevado la posición estratégica de España. Desde el ministerio de Asuntos Exteriores español, se define a EEUU como “amigo, aliado y socio fundamental”.
Sin embargo, los hechos no han acompañado siempre a las palabras. Las visitas de dirigentes estadounidenses a España no se han caracterizado por su prodigalidad, sobre todo al compararlas con las realizadas a otros países vecinos. En el panorama estratégico español, las relaciones con EEUU, a pesar de su enorme peso en cuestiones claves de economía, cultura, política y seguridad, siguen estando en un cuarto puesto por detrás de Europa, Latinoamérica y el Mediterráneo. Este es precisamente el orden en que la Estrategia Española de Acción Exterior o la de Seguridad Nacional sitúan dichas relaciones, lo que resulta insólito entre los países de nuestro entorno, ninguno mantiene la relación con la primera potencia mundial como cuarta prioridad. Por otra parte, las relaciones con EEUU siguen siendo una cuestión de debate permanente en la política interna, como…