Hay que inventar nuevos modelos, más allá del Estado-nación y del consenso de las élites, para que la construcción nacional y el respeto de las minorías progresen conjuntamente.
La sociología política del Oriente Medio contemporáneo ha enfrentado durante mucho tiempo a las minorías y el Estado. Consideraba que las primeras eran unas categorías premodernas derivadas del régimen imperial; unas categorías memoriales, originadas en la historia antigua, que fomentaban unas prácticas discriminatorias y autoritarias. A la inversa, el Estado –especialmente el Estado-nación promovido por los principios de Woodrow Wilson– se consideraba el marco legítimo del gobierno de ciudadanos iguales y del desarrollo armonioso de las distintas regiones del territorio nacional.
Sin embargo, el concepto de minoría política es eminentemente moderno. Se construyó históricamente durante el gobierno de las potencias coloniales. Los nacionalistas de Oriente Medio se han apropiado de él para legitimar sus estrategias de conquista y de gestión del poder. Los historiadores muestran que, hasta el final del Imperio Otomano, los árabes y los kurdos no consideraban automáticamente a los turcos una mayoría extranjera y no se consideraban a sí mismos unas minorías oprimidas. En general, escribe Will Kimlicka en la introducción de Multiculturalism and Minority Rights in the Arab World (2014), las identidades étnicas, culturales y religiosas no eran esenciales para lograr apoyos y lealtades políticas.
Pero hoy, parece que sí. La creación de nuevos Estados en Oriente Medio o la transformación de antiguos Estados regionales e imperiales en Estados modernos bajo los auspicios de la Sociedad de Naciones dieron lugar a una nueva tensión entre la construcción nacional y la solidaridad de los grupos de identidad infra y transfronterizos. El fracaso de la mayoría de los Estados de la región a la hora de recuperar el retraso en su desarrollo, la deriva especuladora de las clases dirigentes, la…