El atractivo moral de Obama no podrá restaurar lo que la historia ha cambiado para siempre. Sin embargo y pese a la crisis, se pueden esperar muchas cosas del nuevo presidente en lo que se refiere a la forma de entenderse con el mundo y la resolución de conflictos.
Hacer campaña como el candidato del cambio fue bastante fácil para el presidente Barack Obama: recuerden la incondicional evocación del pasado de la nación llevada a cabo por el senador John McCain. Ahora que Obama es presidente, ese pasado se ha convertido en su presente y necesita algo más que retórica para manejarlo. De hecho, su propio lenguaje ha despertado grandes expectativas de cambio dentro y fuera de nuestras fronteras. Así que no sólo carga con la certeza de una futura cadena de acontecimientos incontrolables a la que ningún otro presidente se ha enfrentado, sino también con sus promesas de controlarla.
Ahora disfruta de niveles muy altos de popularidad, pero las cosas pueden cambiar rápidamente en nuestra siempre volátil cultura política. Un 46 por cien del electorado votó contra él, y sus adversarios en el Congreso, los medios de comunicación y la sociedad en general se mostrarán implacables cuando, como es inevitable, detecten debilidad en el presidente y su partido. Los republicanos son en la actualidad implacables porque no detectan ninguna debilidad. Su líder nacional en la práctica es la estrella de la radio Rush Limbaugh, cuyas diatribas llenas de odio e ignorancia expresan con total fidelidad el racismo, la ansiedad clasista, la xenofobia y el resentimiento acumulado de gran parte de la población estadounidense blanca.
En la Cámara de Representantes los republicanos han votado unánimemente contra las propuestas económicas del presidente, a pesar de la dureza, cada vez mayor, de la crisis económica. No pasará mucho tiempo antes de que…