AFKAR-IDEAS  >   NÚMERO 72

Samaia Bisharat, miembro de la selección española femenina de críquet. Barcelona, junio de 2024./JORDI BeRTRAN

Una historia de lucha contra los estereotipos

"El críquet me ayudó a integrarme cuando llegué a Barcelona. El deporte te obliga a dejar atrás las diferencias, tienes que entenderte con tus compañeras para que el equipo avance".
Aida Traidi
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Samaia Bisharat (Pakistán, 2003) se ríe cuando afirma que nunca dejaría el críquet, aunque sus padres la echaran de casa. Esta joven deportista, que empezó a jugar al críquet en su país de origen con siete años, nunca imaginó que seguiría jugando cuando se trasladó a España. Sin embargo, un año después de su llegada, lo retomó y desde entonces no se ha bajado del tren. Hoy es jugadora de la recién estrenada selección española femenina de críquet y del primer y único equipo femenino de críquet 11 en España. Además, lideró, junto a otras compañeras, una campaña de participación ciudadana presentada al Ayuntamiento de Barcelona en 2022 para reclamar la construcción de un campo de críquet, que finalmente ha abierto sus puertas el pasado abril.

Gracias al apoyo del proyecto Críquet Jove a BCN, una iniciativa que nació en 2017 de la mano del Centro de Estudios Africanos e Interculturales (CEAi) y la Fundació per l’Esport i l’Educació de Barcelona (FEEB) con el objetivo de impulsar el críquet en Cataluña, Samaia y sus compañeras de equipo han conseguido que este deporte, aún minoritario en España pero que despierta pasiones entregran parte de la población asiática residente en el país, cobre vida en Barcelona. Su historia abre camino para las generaciones futuras que quieran dedicarse al críquet y está contribuyendo a visibilizarlo más allá de las comunidades asiáticas.

afkar/ideas ha conversado con Samaia sobre su trayectoria deportiva, las barreras que ha superado y el potencial de este deporte como herramienta de cohesión social y empoderamiento.

 

¿Cómo empezaste a jugar al críquet? ¿Qué es lo que te motivó a practicar este deporte?

Empecé a jugar cuando tenía siete años y todavía vivía en Pakistán. Mi familia es de la región de Cachemira y cerca de nuestra casa teníamos mucho espacio para jugar. El críquet forma parte de la cultura pakistaní; todos mis primos y tíos lo practicaban, y yo aprendí mirándoles. Un año después de llegar a España, en 2016, lo retomé gracias al Casal de Barri de la Trinitat Nova. Éramos casi una decena de chicas pakistaníes y como todas queríamos jugar al críquet, los responsables del casal se pusieron en contacto con el proyecto Críquet Jove a BCN para buscarnos una entrenadora.

 

Desde 2019, hay cuatro equipos de críquet que compiten en Barcelona gracias al proyecto Críquet Jove BCN. ¿Cómo nace el primer equipo femenino de críquet 11 en España?

En 2016, cuando empezamos a jugar, jugábamos al críquet sala, una versión adaptada del críquet 11 que se puede practicar en espacios cerrados y con una pelota menos dura. Usábamos una pelota de tenis, y le poníamos cinta aislante alrededor para que fuera más dura. Estuvimos jugando así hasta finales de 2018, cuando desde Críquet Jove a BCN nos presentaron a nuestro actual entrenador, Shabaz Shaukat, un antiguo jugador de la liga profesional pakistaní. Él nos animó a empezar a jugar al críquet 11, con las normas propias del críquet y con la pelota dura, a pesar de que aún no teníamos un espacio propio para entrenar.

El críquet es muy popular en Reino Unido y en países asiáticos como Pakistán, Bangladesh o India, pero sigue siendo un deporte minoritario en España. ¿Qué obstáculos os encontráis las personas que practicáis críquet en España?

Hasta este año, no hemos tenido un campo propio y habilitado para jugar al críquet. Antes entrenábamos en campos de fútbol o béisbol que nos cedían otros equipos, o en el antiguo campo de fútbol que ahora han renovado y adaptado al críquet, el Julià de Capmany, en Montjuic. Estaba abandonado y en muy malas condiciones y, a pesar de que la policía nos echaba a veces, entrábamos ahí porque no teníamos otro espacio. Además, el críquet no es un deporte que se pueda jugar en espacios públicos porque la gente se queja; la pelota es dura y hay mucho riesgo de que se rompan ventanas, o que alguien se haga daño. Tampoco hay muchos entrenadores expertos en críquet en España.

 

«El críquet es parte de nuestra cultura de origen, y por eso nos interesa más. Pero cada vez hay más jugadoras de otros orígenes»

 

Formaste parte del grupo de chicas que en 2022 lideraron la petición al Ayuntamiento de Barcelona para construir el primer campo de críquet en Barcelona, cuya construcción terminó en abril de este año. ¿Qué ha significado para vosotras tener este campo?

Tener un espacio propio donde entrenar para nosotras es muy importante para poder mejorar y avanzar. Ahora no tenemos que estar siempre buscando un sitio para los entrenamientos, podemos entrenar cuando queremos, no solo en las horas que nos cedían otros equipos y que a veces no nos iban bien y que eran insuficientes para progresar. Hemos pasado de entrenar un día por semana a tres. Gracias al campo, podremos mejorar mucho nuestro nivel.

 

Vuestra propuesta de adaptar el antiguo campo de fútbol Julim de Capmany fue la que más apoyo recibió de entre las más de 800 que se presentaron. Siendo el críquet un deporte no muy conocido en Barcelona, ¿cómo hicisteis para conseguir tanto apoyo popular?

La comunidad pakistaní, india y bengalí es muy numerosa en la ciudad. Junto a Críquet Jove a BCN, que fueron quienes nos animaron a presentarnos y nos ayudaron durante todo el proceso, hicimos una campaña para conseguir el apoyo de la comunidad asiática. Fuimos puerta a puerta por comercios de nuestros barrios, repartiendo folletos en diferentes idiomas con información sobre la propuesta y enseñándoles a votar. Les explicamos lo que significaba para nosotras el campo, y no solo para nosotras sino para las próximas generaciones de niños y niñas que jueguen al críquet.

 

El equipo en el que juegas está formado mayoritariamente por chicas de familias procedentes de Pakistán, India y Bangladesh. ¿Qué hay que hacer para que el críquet se popularice también entre personas de otros orígenes?

El críquet es parte de nuestra cultura de origen, y por eso nos interesa más. Pero cada vez hay más jugadoras de otros orígenes. En la selección española la mitad somos de origen pakistaní o indio y el resto son españolas. Muchas de las chicas españolas viven en Inglaterra. Ahí hay más oportunidades para progresar porque hay más clubes, más campos, y el críquet es una actividad extraescolar más en los colegios, como el fútbol aquí. Para que se haga conocido más allá de la comunidad asiática, hay que introducirlo en los colegios, que sea un deporte más como el fútbol o el baloncesto. Tener un campo propio y entrenadores formados también va a servir para dar más visibilidad al críquet y que la gente se anime a jugar.

 

«Las personas de otros orígenes también podemos representar a España. Yo me siento muy orgullosa de jugar en la selección española y poder representar no solo a España, sino también a Pakistán»

 

 

Algunos medios de comunicación se han interesado por vuestra historia.

Al día siguiente del estreno del capítulo de Sense Ficció que TV3 nos dedicó, algunas compañeras y yo estábamos en el autobús volviendo de entrenar y un hombre se nos acercó para felicitarnos. También la gente del barrio nos reconoce. Nos hace mucha ilusión porque aún hay gente que ni siquiera sabe lo que es el críquet y se lo tienes que explicar.

En noviembre fuiste seleccionada para formar parte de la selección española de críquet. ¿Esperabas llegar tan lejos?

Nunca, ni siquiera imaginé que seguiría jugando al críquet en España. Cuando llegué de Pakistán pensaba que nunca más volvería a jugar al críquet. Y no fue hasta que empecé a jugar con la selección que me di cuenta de que, más allá de pasármelo bien jugando, podía jugar de manera profesional.

El equipo de la selección se formó en 2022 pero yo empecé a jugar con ellas el año pasado. Cuando hicieron las pruebas para entrar, yo estaba en Pakistán y Shabaz [su entrenador] me pidió que le enviara un vídeo mío jugando para enseñarle al seleccionador. Sabía que probablemente me llamarían porque se me da bien, pero aun así me hizo mucha ilusión. Me siento muy orgullosa de jugar en la selección y poder representar no solo a España, sino a mi país también.

 

¿Crees que el críquet, o el deporte en general, puede contribuir a que haya mayor cohesión social?

El críquet me ayudó mucho a integrarme cuando llegué a Barcelona. Me permitió conocer a mucha gente y entender cómo funcionaban las cosas aquí. Siempre he jugado con chicas de origen indio y siempre nos hemos entendido perfectamente bien. Te das cuenta de que los conflictos políticos que existen entre Pakistán e India no importan. Cuando juegas en un equipo, da igual de dónde vengas. En el campo todas somos iguales y lo que importa son los puntos que marcamos. El deporte te obliga a dejar las diferencias atrás, porque tienes que comunicarte y entenderte con tus compañeras para que el equipo avance.

 

«Algunas familias pakistaníes piensan que el lugar de las mujeres está en casa. Pero los chicos tampoco lo tienen fácil. Ellos tienen la presión de tener que apoyar económicamente a sus familias»

 

 

Aun así, el racismo es una lacra que afecta a muchos deportistas en el mundo. ¿Alguna vez te has sentido discriminada por tu origen?

En el instituto, junto con otras chicas pakistaníes, a veces pedíamos a algunos compañeros que compartieran el campo de fútbol para poder jugar al críquet, pero nunca nos dejaban y algunos hacían comentarios desagradables. Por suerte, todos los profesores nos ayudaron muchísimo. En algunos torneos también he sentido que algunas personas de la organización no nos trataban igual [a las chicas pakistaníes] que a las españolas. Pero han sido hechos puntuales, y creo que la sociedad está avanzando mucho en este aspecto. Además, el racismo nunca me ha afectado mucho. No saben que somos pakistaníes y, si podemos aguantar a nuestros padres, podemos aguantar cualquier cosa.

 

En Internet circula un vídeo de jugadores del equipo masculino de críquet de la selección española cantando el himno de España con comentarios racistas que señalan que los jugadores son pakistaníes y no deberían representar a España.

Son comentarios muy feos. Las personas de otros orígenes también podemos representar a España. Yo me siento muy orgullosa de jugar en la selección española y poder representar no solo a España sino también a Pakistán.

 

A veces los padres motivan a sus hijos a realizar algún deporte, pero también hay casos en que los padres prefieren que los hijos prioricen otras cosas como los estudios, el trabajo o la familia. ¿Te han apoyado tus padres?

Mi familia nunca ha querido que jugara al críquet. Al principio mis hermanas también jugaban e íbamos a entrenar juntas, pero lo acabaron dejando porque no les interesaba tanto como a mí, y yo tuve muchos problemas con mis padres. Me decían: “No hay futuro en el críquet. ¿Para qué vas a perder el tiempo si no sirve para nada?”. Ya sé que estoy en España y que aquí el críquet es un deporte minoritario, pero yo juego porque me gusta. Todavía ahora, me siguen preguntando si vale la pena. Hoy cuando salga para ir a entrenar seguro que mi madre me dice: “¿Para qué sales? Hace mucho calor y estás cansada”. Es mi día a día y ya me he acostumbrado. Ellos también se han acostumbrado; saben que no les hago caso. Siempre he pensado que hay que hacer las cosas que nos gustan, vida solo hay una. Por nada del mundo dejaría el deporte.

 

¿Crees que te has encontrado con más barreras por el hecho de ser mujer a la hora de practicar deporte?

Está claro que ser chica importa. Hay algunas familias pakistaníes que piensan que el lugar de las mujeres está en la casa. Pero los chicos tampoco lo tienen fácil. Ellos tienen la presión de tener que apoyar económicamente a sus familias; por eso las familias prefieren que los hijos se dediquen solo al trabajo. Por ejemplo, tengo un primo que vino de Pakistán hace poco y él quería seguir jugando al críquet aquí, pero la familia insistió en que se centrará en trabajar para poder conseguir los papeles pronto. Hay muchos chicos que tienen trabajos precarios o trabajan muchísimas horas y no pueden dedicar mucho tiempo a los entrenamientos. Si trabajas en una oficina, de lunes a viernes en un horario de 9 a 5, puedes sacar tiempo para entrenar, pero si trabajas 10-12 horas diarias en un taxi, de noches o los fines de semana, es mucho más complicado.

 

El deporte femenino ha avanzado mucho en los últimos años y cada vez tiene un mayor reconocimiento. ¿Hay alguna deportista a la que admires y con la que te sientas identificada?

Hay muchas, pero mi favorita es Smriti Mandhana, que es bateadora del equipo nacional femenino de India. De Pakistán también me gusta la exjugadora Sana Mir, que ya está retirada y ahora trabaja de comentarista deportiva.

 

¿Esperas poder ser un referente para las próximas generaciones de niñas que quieran dedicarse al deporte?

Si sigo jugando y tengo más oportunidades, sí podré ser un referente. Pero para eso necesitamos más apoyo. Yo llevo nueve años en España y aún no tengo la nacionalidad, me queda un año para poder pedirla. Es una pena porque esto me facilitaría mucho las cosas sobre todo en el tema de los viajes, ya que se pierde mucho tiempo y dinero para tramitar los visados. Si se profesionaliza el críquet y mejoran las condiciones de las jugadoras también será más fácil que avancemos. Nunca me he imaginado que me pudieran pagar por jugar al críquet. Si algún día lo hacen, será el más feliz de mi vida.