Los países árabes deberían valorar si la vía militar es la solución para afrontar las disputas políticas e ideológicas y las desigualdades o más bien una de sus causas.
En la actualidad se están llevando a cabo de forma simultánea dos iniciativas árabes conjuntas y la mitad de una tercera en diferentes partes de Oriente Medio, lo que indica que podríamos estar entrando en una nueva era en la que las acciones militares colectivas bajo mando árabe se están convirtiendo en algo tan corriente como las que, dirigidas por Occidente, han caracterizado a gran parte de la región durante el último medio siglo. En la campaña capitaneada por Arabia Saudí en Yemen participan otros ocho países de diversas maneras. Asimismo, varios Estados árabes contribuyen con operaciones militares, instalaciones o, sencillamente, apoyo político verbal a la guerra que se libra en Irak contra la organización Estado Islámico (EI) bajo mando estadounidense e iraquí. La tercera intervención militar árabe plurinacional, menos espectacular, abarca las operaciones de Egipto, Emiratos Árabes Unidos y Catar en Libia, si bien los dos primeros apoyan a un bando, y el tercero al otro, o al menos así era hace algunas semanas.
No parece que ninguno de estos conflictos esté avanzando hacia una conclusión decisiva útil para los intereses de los países árabes. Pero en este momento el tema crucial no es ese, sino, más bien, el hecho bastante inusual de que diversos Estados árabes estén colaborando en intervenciones militares en un tercer país. El proceso ha pasado a un nivel superior con el anuncio realizado por el presidente egipcio Abdelfatah al Sisi, a finales de marzo, tras la cumbre árabe de Sharm el Sheij, sobre el principio de acuerdo de los líderes árabes para crear una “fuerza militar árabe conjunta” para responder a las amenazas a…