El recurso a la protesta como instrumento de expresión y participación ciudadana se ha intensificado durante la última década a escala global, mostrando la crisis de los sistemas de representación y las transformaciones que viven las relaciones entre los gobiernos y sus ciudadanos. En Oriente Próximo y el norte de África, considerada la región más desigual del planeta, el número de protestas entre 2009 y 2019 se ha incrementado en un 16,5%.
La región no ha quedado al margen de una tendencia global que durante 2019 se acentuó con movilizaciones en los cinco continentes (Francia, Hong Kong, Chile, Irán, Suráfrica…). Esta oleada de movilizaciones está impulsada por el aumento de las desigualdades, el rechazo a la corrupción, la toma de conciencia de las diferencias regionales de riqueza en el interior de los países y el cuestionamiento de unos regímenes políticos incapaces de dar respuesta a las expectativas de bienestar y justicia social de sus ciudadanos.
En Sudán, el aumento del precio del pan y de la gasolina fue el detonante que, en diciembre de 2018, provocó el inicio de las movilizaciones. Cinco meses después, se logró la caída del presidente Omar al Bashir, después de 30 años en el poder, y el comienzo de un proceso de transición pactado con el ejército. En Argelia, fue el rechazo a un quinto mandato presidencial de Abdelaziz Buteflika lo que desencadenó, en febrero de 2019, un movimiento de protesta ciudadana que de forma ininterrumpida, semana tras semana, reclamó la caída completa del sistema político y militar que controla el país desde la independencia en 1962. En Irak, el movimiento de protesta se inició en octubre de 2019, con una agenda reivindicativa que exigía el fin del sistema político basado en cuotas etno-sectarias, conocido como muhasasa, establecido en el país tras la invasión liderada…