Un viaje por la geopolítica del fútbol
En la introducción de El historiador en el estadio, Toni Padilla explica que no puede evitar una sonrisa cada vez que alguien le dice que “no se debería mezclar política y fútbol”. “En el fondo, todo es política”, concluye este periodista que, entre otras labores, ha sido durante 10 años jefe de la sección de deportes del diario catalán ARA y es fundador de la revista Panenka. Padilla está en una posición privilegiada para analizar las interrelaciones entre política y fútbol, pues su formación de historiador ha agudizado su percepción de elementos históricos en todo aquello que rodea el fútbol: himnos, banderas, escudos, cánticos de los hinchas…
Padilla ha logrado unir sus dos pasiones, el fútbol y la historia. Y se nota, porque el libro transmite un profundo conocimiento de la historia mundial más bien raro entre sus colegas de coberturas en los estadios. A través de 40 capítulos, ordenados cronológicamente a partir de algún hecho histórico de relevancia, el reportero cuenta cómo el atribulado devenir histórico ha impactado en los clubes de fútbol del mundo entero, así como a sus protagonistas. De hecho, probablemente, el mayor interés del libro resida en la recopilación de las historias personales de jugadores y directivos, la mayoría de ellas curiosas, y algunas extraordinarias.
En las 329 páginas aparecen muchos de los hechos que han marcado la historia del siglo XX, si bien el libro arranca en el XIX con los primeros clubes de fútbol en Inglaterra antes de la profesionalización del “deporte rey”, y termina en el siglo XXI con la represión de las protestas prodemocráticas en Hong Kong. Por estas páginas desfilan conflictos civiles (Irlanda de Norte), revoluciones (como la de Hungría aplastada por los tanques soviéticos en 1956), y guerras (como la del Chaco, que enfrentó a Paraguay y Bolivia). También hay un capítulo que trata el Holocausto y otro el lanzamiento de las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki.
Uno de los méritos de Padilla es que logra escapar del eurocentrismo que suele acompañar a otras obras que han explorado la relación entre fútbol y política. Hay bastantes capítulos dedicados a clubes europeos, dominadores de este deporte, pero no son mayoría. La variedad geográfica es remarcable e incluso los más fanáticos del balompié descubrirán muchos clubes que no sabían que existían, como el Assiryka FF, formado por exiliados asirios en Suecia, o el Persipura Jayapura, más que un club para muchos de los habitantes de Papúa Occidental, un territorio de Indonesia que aspira a ejercer su derecho a la autodeterminación.
España cuenta con una presencia modesta en el libro, con un capítulo dedicado al Júpiter, un club histórico pero que ahora juega en división regional. Fundado en 1909 en el humilde barrio del Poblenou, el Júpiter mantuvo una estrecha relación con el movimiento obrero, y especialmente el anarquismo a principios del siglo XX. Una leyenda popular asegura que en los turbulentos años veinte, cuando los balones aún se ataban con cordeles, se habían escondieron pistolas desmontadas dentro para evadir las investigaciones policiales.
Otro capítulo está dedicado a la Guerra Civil española, pero no lo protagoniza ningún club con sede en el territorio español, sino al otro lado del Atlántico. En Chile, la conflagración bélica también partió agriamente la comunidad de inmigrantes españoles en dos, y cada una tenía su equipo en la primera división chilena: el Iberia, que congregaban a los republicanos, y la Unión Española, representante de los partidarios de Franco. En sus derbis, saltaban chispas.
El fútbol feminino también encuentra su cuota en El historiador en el estadio con dos capítulos. El primero cuanta triste historia del Dick & Kerr Ladies, un club inglés que alcanzó gran fama al rebufo de la Primera Guerra Mundial, cuando se paralizó el fútbol masculino. Algunos partidos del Dick & Kerr Ladies –equipo afiliado a una fábrica de balas– llegaron a reunir más de 50.000 espectadores en Stamford Bridge, el estadio donde hoy juega el Chelsea. Tal era la popularidad de las chicas del balompié que los presidentes de los clubes masculinos y los sectores más conservadores de la sociedad británica lo consideraron una amenaza. En 1921, la Federación Inglesa llegó a prohibir que se jugarán partidos femeninos en los grandes estadios, y el Dick se acabó disolviendo en 1926.
Como sugieren los anteriores ejemplos, no hace falta ser un fanático del “deporte rey” para disfrutar del último libro de Toni Padilla, basta con estar interesado en la historia contemporánea y, sobre todo, su impacto en el ciudadano de a pie. Tampoco hace falta ser un historiador, pues siempre se contextualiza de forma clara y concisa el acontecimiento histórico alrededor del cual gira cada relato. La prosa del autor es fluida y los capítulos breves, por lo que el libro nunca se hace pesado. De hecho, esta característica puede ser interpretada a la vez como virtud y defecto, pues a veces a uno le gustaría poder alargar el tamaño del capítulo y conocer más detalles de sus protagonistas.