La idea de que el crecimiento no está ligado al aumento del gasto determina la política presupuestaria de Hollande y muestra una inflexión con el tradicional discurso de la izquierda en 1981. El presidente es un keynesiano renovado que sabe separar en el gasto público el grano de la paja.
La victoria de François Hollande en las elecciones de Francia es un acontecimiento histórico para la izquierda francesa, que no había logrado situar a uno de sus miembros en el gobierno del Estado desde 1988, con la reelección de François Mitterrand.
El desafío político de Hollande será, en adelante, crear las condiciones para que la izquierda deje de gobernar de manera intermitente. Esta ambición pasa por una transformación cultural de la relación de la izquierda con el poder, marcada por el síndrome del “remordimiento del poder”, esta dificultad existencial que tiene la izquierda para percibirse y ser percibida como legítima frente a las responsabilidades de gobierno.
La izquierda debe entender las transformaciones de la sociedad francesa, manteniéndose fiel al pasado y a sus valores. Debe aprender a adaptarse sin tener que renunciar.
La elección del nuevo presidente tiene lugar en un momento particularmente problemático de la historia de los enfoques económicos que defiende la socialdemocracia. La crisis que atravesamos es también la de la imaginación política frente a una economía financiada que nadie parece ser capaz de dominar, ni siquiera de regular sus engranajes…