Los noventa fueron una década jovial para los británicos. La buena marcha de la economía facilitó la eclosión de una nueva cultura British sin complejos. Los artistas británicos gozaron de un gran reconocimiento internacional y algunos de sus máximos referentes no dudaron en tatuarse la Union Jack, la bandera nacional, sobre su piel. Los oscuros años del punk dieron pie en los noventa al nacimiento de artistas tan diversos como Oasis, Blur, Take That o las Spice Girls. En 1997 Reino Unido ganó Eurovisión.
John Major, el primer ministro que había heredado el poder de Margaret Thatcher en 1990, casaba mal con esta época que algunos bautizaron como Cool Britania. El thatcherismo, en el poder desde 1979, parecía anticuado. En perspectiva, la llegada del joven y atractivo Tony Blair al número 10 de Downing Street, en la primavera de 1997, fue la manifestación política de la emergente modernidad cultural.
La victoria laborista fue extraordinaria. El voto conservador cayó hasta el 31 por cien, su resultado más bajo desde 1832. Los laboristas alcanzaron el 43. La diferencia entre los 418 diputados laboristas frente a los 165 conservadores era abrumadora. The Independent sentenció: “el Reino Unido de Blair ha nacido”.
Blair no solo venció a los conservadores, sino también a muchos veteranos de su partido. Con él nació el Nuevo Laborismo. Quedó atrás la época en que el Partido Laborista quería subir los impuestos, nacionalizar algunas industrias e incluso hacía campaña por el desarme nuclear. Un veterano dirigente laborista bautizó su manifiesto electoral de 1983 como “la nota de suicidio más larga de la historia”.
Con una política inequívocamente liberal en lo económico, Blair apostó por la mejora de los servicios públicos pero sin comprometer la estabilidad presupuestaria. Las políticas económicas ortodoxas generarían la suficiente riqueza para financiar los servicios públicos y…