El mundo está cambiando a un ritmo acelerado. Hace ya algún tiempo que la emergencia climática, los avances tecnológicos y la aparición de nuevos actores requerían una profunda transformación económica, ecológica y digital de nuestras sociedades. Sin embargo, en los últimos años, la pandemia del Covid-19 y la guerra en Ucrania han acelerado estas tendencias de manera exponencial, agudizando la competencia entre potencias, poniendo de manifiesto vulnerabilidades críticas –como las debilidades de nuestras cadenas de producción y suministro– y demostrándonos que algunos de los pilares fundamentales del orden mundial eran más frágiles de lo que pensábamos.
Estas transformaciones también tienen un impacto directo sobre los equilibrios geopolíticos y la gobernanza global. La asertividad de los países emergentes y el mayor protagonismo de Asia, el papel preponderante que juega China en la escena mundial y la consecuente redefinición hacia un nuevo equilibrio con Estados Unidos o la ruptura total de Rusia con un orden internacional basado en reglas son realidades que generan fuertes tensiones a nivel mundial y afectan al funcionamiento de estructuras multilaterales como Naciones Unidas, el sistema económico y financiero de Bretton Woods o el G20.
Nos encaminamos, en definitiva, hacia un mundo multipolar, más incierto y más fragmentado.
La suma de todos estos factores ha supuesto una llamada de atención para la Unión Europea y para España de la que debemos extraer varias lecciones importantes. En primer lugar, que no podemos dar por sentado el modelo europeo basado en la democracia, el respeto a los derechos humanos, las libertades públicas, la apertura económica y el Estado de bienestar. Debemos seguir defendiéndolo dentro y fuera de nuestras fronteras. Y, en segundo lugar, que para defender nuestro modelo, debemos estar unidos, tener visión estratégica y tomar las riendas de nuestro propio destino como un actor geopolítico de referencia.
En un momento de cambios tan profundos como los descritos, España tiene ante sí una enorme oportunidad que no debe desaprovechar: la de consolidarse como un actor relevante e influyente en el esquema de gobernanza global, continuando una política exterior activa, responsable, comprometida y generadora de consensos en la búsqueda de soluciones que beneficien a todos. España ha demostrado en estos últimos años tener la capacidad y la amplitud de miras necesarias para llevar a la conversación global una agenda constructiva y solidaria, aportando propuestas novedosas que han generado el reconocimiento y el respeto de nuestros socios en la escena internacional.
Mi gobierno ha desplegado durante estos años una política exterior guiada por la máxima de promover los mismos principios y prioridades dentro y fuera de España. Esa coherencia se traduce, entre otras cosas, en la defensa activa de la democracia y de los derechos humanos, en luchar contra la polarización y los populismos y en reducir las desigualdades sociales y de género. No en vano somos uno de los pocos países del mundo con una política exterior feminista, que proyecta la mejor versión de nuestro país.
A su vez, si algo nos han demostrado la pandemia y la guerra en Ucrania es que la acción exterior también es fundamental para defender los intereses de los españoles, porque en un mundo tan interconectado, los acontecimientos externos influyen enormemente en nuestro país y en la vida cotidiana de nuestros conciudadanos. Por ese motivo, desde el primer momento, me he asegurado de estar en primera línea de la política exterior, convirtiéndola en un vector transversal de mi acción de gobierno, y es mi firme intención que así sea también en los próximos cuatro años.
Desde que tomé posesión en 2018, he visitado, fuera de la UE, 30 países, y he recibido a 60 líderes internacionales de todas las regiones del mundo. He participado en 26 cumbres internacionales, incluyendo todas las cumbres del G20, las semanas de alto nivel de la Asamblea General de Naciones Unidas, las Conferencias sobre Cambio Climático (COPs), las Cumbres Iberoamericanas, foros económicos internacionales de primer orden como el Foro de Davos y las Cumbres para la Democracia organizadas por EEUU, entre otras.
En el ámbito europeo, desde 2018, he participado en 44 Consejos Europeos, cuatro cumbres del MED7 –luego MED9–, la última de ellas como anfitriones en Alicante, y he viajado a muchas de las capitales europeas para buscar consensos, como fue el caso de la creación de los Fondos de Recuperación en 2020 o ante la crisis de energía en 2022. Además, he celebrado cumbres bilaterales con Portugal, Francia, Italia, Alemania, Polonia, Rumanía y Turquía, y he recibido en Madrid a más de una veintena de colegas europeos.
«Las exportaciones españolas de bienes se encuentran en cifras históricas y la inversión extranjera directa crece una media del 12% al año desde 2019»
Mi política exterior ha estado volcada en apoyar a los ciudadanos españoles en el exterior. Así se hizo, por ejemplo, durante la pandemia, con la repatriación de 15.000 personas en circunstancias sumamente complejas o con la supresión del denominado “voto rogado” para facilitar el ejercicio de un derecho fundamental como es el de votar en las elecciones. También estuvimos al lado de nuestros compatriotas con la evacuación de los españoles en Afganistán, en el verano de 2021, y de casi 3.900 personas que habían colaborado con nosotros y con nuestros socios en ese país. Pusimos la base de Torrejón a disposición de la acogida y distribución de ciudadanos afganos a otros países de la UE, y facilitamos el transporte de colaboradores de EEUU a Rota. España mereció el pleno reconocimiento de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, que describió a nuestro país como “ejemplo del alma de Europa en su máxima expresión”. Gracias a una política exterior solidaria, responsable, comprometida y proactiva, proyectamos la mejor imagen de España y de los españoles. Una imagen que ha vuelto a ser proyectada en la evacuación de más de un centenar de civiles de Sudán.
En estos años, España ha sido un actor relevante en la agenda económica internacional. Una de mis prioridades ha sido apoyar a nuestras empresas, impulsando foros y encuentros para respaldarlas en numerosos países del mundo. Esto ha contribuido a la adjudicación de importantes contratos y proyectos en el exterior y a la internacionalización de nuestra economía. En la actualidad, las exportaciones españolas de bienes se encuentran en cifras históricas, habiendo superado los 390.000 millones de euros en 2022, un 34,5% más que en 2018.
El otro pilar de la diplomacia económica se ha centrado en el desarrollo de una intensa agenda de atracción de inversión extranjera. A ese propósito sirven las numerosas reuniones mantenidas con empresas multinacionales e inversores internacionales para compartir la política económica del gobierno. España ofrece la máxima seguridad jurídica, sólidas infraestructuras, calidad de vida, paz social y capital humano cualificado. Estas condiciones se han visto reforzadas tanto por la agenda de política económica del gobierno, basada en la transformación ecológica y digital, la reindustrialización y el desarrollo del talento y la ciencia, como por los fondos europeos Next Generation EU, que han permitido impulsar la colaboración público-privada en sectores clave, como el del vehículo eléctrico, los microchips, las energías renovables o el sector aeroespacial, entre otros.
Las cifras de inversión extranjera directa (IED) acreditan el éxito de esa aproximación. En 2022, la IED alcanzó los 34.361 millones de euros, un 39% más que en 2019, habiendo crecido constantemente con una media interanual de 12% desde 2019.
Asimismo, hemos relanzado la acción cultural en el exterior y la promoción del español, una lengua con 500 millones de hablantes nativos y un activo que nos sitúa entre las grandes potencias culturales del mundo. En 2019, recuperamos el Plan de Acción Cultural en el Exterior, impulsando la diplomacia cultural, la promoción exterior de nuestro cine, la participación en las grandes ferias literarias o la consolidación internacional del Instituto Cervantes. Durante mi gobierno, hemos inaugurado nuevas sedes en Dakar y en Los Ángeles, iniciado las obras para el futuro centro en Seúl y acordado la apertura de un nuevo centro en Shanghái, convirtiéndonos en el único país del mundo que tendrá dos centros culturales en China.
España, una voz en los grandes debates globales
Durante los últimos cinco años he podido comprobar que si España actúa con voluntad y determinación tiene una gran capacidad de influir en el mundo. Gracias al intenso trabajo desplegado desde el gobierno, España ha logrado un enorme reconocimiento en la escena internacional. España tiene la capacidad de actuar como puente entre países de distintas sensibilidades, impulsando consensos globales en foros como la ONU, la OTAN, el Fondo Monetario Internacional (FMI) o el G20, pero también en la UE. Esta capacidad, en un momento como el actual, tiene un altísimo valor añadido en el tablero internacional.
En la UE, España es hoy actor central en los grandes debates europeos. Ese renovado protagonismo fue crucial en la articulación de una respuesta solidaria y de futuro a la crisis económica provocada por la pandemia, del que el mejor ejemplo es la negociación de los fondos europeos Next Generation. En idénticos términos, España ha ocupado un lugar de preeminencia en la respuesta a la crisis energética, con una innovadora Solución Ibérica que ha permitido reducir sustancialmente la factura de los consumidores, y en los debates sobre la necesaria reforma del mercado eléctrico, así como en la compra coordinada de vacunas o los esfuerzos para garantizar que nuestra transformación digital esté basada en los derechos y las necesidades de las personas.
En estos años, España ha trabajado sin descanso por forjar una UE más cercana a sus ciudadanos y comprometida con la búsqueda de soluciones europeas a sus problemas. En esa línea, es necesario seguir trabajando por una Europa global, autónoma, digital y más verde, que aúne innovación con justicia social.
A ese fin se orientan las cuatro grandes prioridades de la presidencia española del Consejo de la UE. En primer lugar, reindustrializar la Unión y garantizar su autonomía estratégica abierta; en segundo lugar, avanzar en la transición ecológica y la adaptación medioambiental, fomentando una economía verde que asegure el empleo de calidad y la competitividad de las empresas europeas; en tercer lugar, impulsar una mayor justicia social y económica, fortaleciendo el Estado de bienestar y prestando especial atención a la igualdad de género y a las cuestiones de la infancia y de la discapacidad; y en cuarto lugar, reforzar la unidad europea, mejorando la resiliencia de la UE y su capacidad en la gestión de crisis y trabajar para completar el Pacto de Migración y Asilo.
Trece años después de la última presidencia española del Consejo de la UE, España está logrando asentar estas prioridades en la relación con nuestros socios. Singularmente, en lo relativo a debates como el de la autonomía estratégica abierta o el impulso de las relaciones de la UE con otros socios estratégicos como América Latina y el Caribe.
Gracias al liderazgo de España, la UE va a adoptar una nueva agenda para articular una relación estratégica con América Latina y el Caribe, diseñada para perdurar en el tiempo. Esta nueva agenda propone crear una asociación política renovada, con un refuerzo de la dimensión comercial entre ambos lados del Atlántico y un importante paquete de inversiones para acelerar una transición ecológica y digital justa y combatir las desigualdades. España ya ha anunciado una contribución de 9.400 millones de euros. La afinidad y complementariedad entre Europa y América Latina y el Caribe ha adquirido una relevancia enorme en la situación geopolítica y económica actual, y por eso tiene tanta importancia la Cumbre UE-CELAC (Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe) del 17-18 de julio, que no se celebraba desde 2015.
«El renovado protagonismo de España fue crucial en la articulación de una respuesta solidaria a la pandemia con la negociación de los fondos europeos Next Generation»
Dentro de la OTAN, España se consolida como un aliado fiable y comprometido. En junio de 2022, albergamos la histórica y exitosa Cumbre de Madrid, que dio lugar al nuevo Concepto Estratégico, piedra angular de la Alianza para la próxima década. Es necesario seguir trabajando para una visión OTAN 360º que aborde retos como las amenazas en el flanco sur, especialmente, ante un Sahel cada vez más frágil, lastrado por la inestabilidad, el avance del terrorismo yihadista, los efectos del cambio climático y elevadísimos niveles de pobreza.
De la Cumbre de Madrid nació una nueva OTAN. La imagen de todos los líderes de la Alianza Atlántica junto con los de la UE en el Museo del Prado, ante Las Meninas de Velázquez, pasará a la posteridad y será recordada como el momento en el que los aliados hablamos con una sola voz frente a Rusia.
El 24 de febrero de 2022, la injustificada agresión rusa sobre Ucrania hizo saltar por los aires la arquitectura de seguridad europea. España ha demostrado su firme apoyo a Ucrania desde el inicio de la invasión, y ese compromiso se ha materializado en hechos concretos, con apoyo político, humanitario, militar y financiero a Ucrania que se mantendrá en el tiempo mientras sea necesario. Además, España seguirá trabajando de forma activa para que se logre una paz justa y duradera.
La voz de nuestro país también se escucha con más fuerza que nunca en los foros multilaterales. Especialmente, en la ONU, donde estamos a la vanguardia de las iniciativas para responder a los principales desafíos globales. Ese compromiso es sustancialmente visible en la lucha contra la emergencia climática. En 2019, España acogió la COP25, ante las dificultades de Chile para asumir la organización de este evento. España dio un paso al frente respaldando a un país hermano de Latinoamérica. Y al mismo tiempo, exhibió un compromiso inquebrantable con el proceso de la ONU en un momento crucial para combatir la emergencia climática.
Es urgente que la comunidad internacional se comprometa de manera seria y decidida con el cumplimiento del Acuerdo de París. La emergencia climática y la pérdida acelerada de biodiversidad exigen una acción urgente por parte de todos. Es el mayor desafío al que se enfrenta la humanidad. Así lo he expresado en innumerables ocasiones en todos los foros internacionales, donde somos reconocidos como uno de los países más activos y ambiciosos en la lucha contra el cambio climático.
En la COP27, en Sharm el Sheikh en 2022, lancé junto con el presidente de Senegal la Alianza Internacional para la Resiliencia ante la Sequía (IDRA), a la que se ya se han sumado 33 países y 24 organizaciones multilaterales. Las duras sequías y los incendios que hemos vuelto a padecer en los últimos meses subrayan el valor de iniciativas como IDRA, que tan excelente acogida están teniendo en el ámbito multilateral.
Además, el gobierno de España también se ha implicado en debates e iniciativas multilaterales para facilitar el acceso a la financiación internacional de países de renta media y de renta baja que han encontrado dificultades para responder a la crisis económica provocada por la pandemia y más tarde a las consecuencias de la guerra de Ucrania, como el encarecimiento de los alimentos y la energía.
En 2021, abogamos por que el FMI crease un Fondo de Resiliencia y Sostenibilidad, que finalmente entró en funcionamiento el año pasado. Fuimos el primer país del mundo en hacer efectivo el compromiso de canalizar el 20% de nuestros derechos especiales de giro para que países con dificultades de acceso al crédito pudiesen beneficiarse a través de este tipo de herramientas gestionadas por el FMI. España ha vuelto a hacerse acreedora del reconocimiento internacional gracias a este gesto. El sistema financiero multilateral se enfrenta a enormes desafíos para movilizar la financiación a gran escala, necesaria para responder a la lucha contra el cambio climático y para llevar a cabo las inversiones a largo plazo que los países vulnerables necesitan para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). España debe seguir trabajando para que la arquitectura financiera internacional sea más efectiva, inclusiva, transparente y democrática.
Una política exterior solidaria
La sociedad española es un referente global en solidaridad. Así es percibida por nuestros socios internacionales en cualquier rincón del planeta. En consecuencia, hemos alineado nuestra política exterior con los valores que mayoritariamente comparte nuestra sociedad y que mejor hablan de nuestra forma de entender el mundo, y hemos reforzado nuestra apuesta por la justicia social y la lucha contra las desigualdades. La nueva Ley de Cooperación al Desarrollo, aprobada con un elevado consenso entre las distintas fuerzas parlamentarias, consagra el compromiso de aumentar la Ayuda Oficial al Desarrollo hasta llegar al 0,7% del PIB. Es la mejor forma de reiterar el compromiso inequívoco de España con el cumplimiento de la Agenda 2030 y de los 17 ODS.
Uno de los momentos más emocionantes de esta legislatura tuvo lugar cuando, en la Cumbre Iberoamericana de Andorra en 2021, todavía bajo las rígidas restricciones de movilidad internacional a causa de la pandemia, fuimos uno de los primeros países del mundo en anunciar que donaríamos parte de nuestras vacunas contra el Covid-19 a países con dificultades para adquirirlas en un mercado completamente colapsado. Nuestro compromiso adquirió aún mayor valor cuando anunciamos la donación de estas vacunas a nuestros hermanos latinoamericanos al tiempo que avanzábamos en el proceso de vacunación en España. No debemos subestimar la importancia política de aquella actuación. Aunque, afortunadamente, la pandemia ya esté superada, sigo escuchando reproches de numerosos líderes –especialmente en América Latina y en África– que se sintieron abandonados por muchos países, incluso de nuestro entorno más cercano, mientras agradecían la generosidad de España. En los momentos más difíciles, España demostró su compromiso con el acceso equitativo y universal a las vacunas. Dos años después, España ha donado más de 70 millones de vacunas en todo el mundo y sigue abogando por estar más y mejor preparados ante futuras emergencias sanitarias.
«Seguiremos impulsando una relación estratégica con Marruecos y tenderé una y otra vez mi mano a Argelia»
En 2018, pocos días después de acceder al gobierno, tomé la decisión de acoger al buque Aquarius, con más de 600 personas a bordo tras días vagando por el Mediterráneo. Fue mucho más que un gesto puntual en un momento decisivo. El fenómeno migratorio es uno de los grandes desafíos a los que nos tendremos que enfrentar en los próximos años. Tiene raíces complejas que exigen una aproximación rigurosa que concilie solidaridad y responsabilidad en la respuesta a un desafío de alcance europeo y global. Deberemos huir de enfoques exclusivamente securitarios para hacerle frente y adoptar políticas innovadoras que incorporen la dimensión exterior del fenómeno y que refuercen la colaboración con los países de origen, tránsito y destino. Políticas que velen por la dignidad y el respeto a los derechos humanos de las personas migrantes y que luchen de manera eficaz contra las mafias y las redes de trata de seres humanos. Eso es lo que hemos hecho durante los últimos años desde el gobierno de España. Abogamos incansablemente por este enfoque multidimensional en Europa y con nuestros socios en otros lugares del mundo. De nuevo, los resultados de estas políticas nos avalan. En el primer semestre de 2023, las llegadas irregulares a Canarias descendieron un 19% respecto del mismo periodo el año anterior y un 68% a través de Ceuta y Melilla. Estas cifras contrastan con el incremento del 130% que se está produciendo en la ruta del Mediterráneo central.
Después de años de exitosa colaboración con terceros países gracias a los programas de migración circular, hemos replicado este modelo con socios latinoamericanos como Colombia, Ecuador y Honduras. Hemos firmado un acuerdo con Guatemala y esperamos hacerlo pronto con El Salvador. En abril, adoptamos una importante declaración conjunta con Canadá y EEUU por la cual nos comprometemos a impulsar y coordinar políticas que ayuden a crear vías seguras, ordenadas y regulares para gestionar la llegada de trabajadores migrantes a nuestros países. Se trata de un enfoque realmente sofisticado y novedoso.
Estos son solo algunos de los logros cosechados a lo largo de cinco años de presencia activa en todo el mundo, actuando siempre con responsabilidad, compromiso y solidaridad.
El valor de los socios
Estoy profundamente convencido de que solo podremos atender a las necesidades de nuestros ciudadanos si trabajamos de manera concertada y eficaz con nuestros socios en todos los continentes para hacer frente a desafíos globales como el cambio climático, la digitalización acelerada, la inteligencia artificial, la migración, las desigualdades de género y sociales o el cuestionamiento de un orden internacional basado en reglas.
En primer lugar, debemos reforzar las relaciones con nuestros socios europeos. Como hemos hecho con Francia, suscribiendo el primer convenio de doble nacionalidad con un país europeo, o el primer tratado de amistad bilateral. También con Portugal, con quien hemos renovado el tratado de amistad y defendido una posición común en Europa en cuestiones como el mercado eléctrico y las interconexiones energéticas. Sin olvidar socios estratégicos como Alemania, con quien acordamos un plan de acción conjunta en la última Cumbre Hispano-Alemana, elaborado con la participación de todos los ministerios del gobierno.
En el este de Europa, España está más presente que nunca. Estamos mostrando un apoyo indefectible a Ucrania en la defensa de su libertad, soberanía e integridad territorial. Por ello, mi primer acto de la presidencia española del Consejo arrancó con un viaje a Kiev, como gesto del inquebrantable apoyo a Ucrania. Asimismo, hemos realizado despliegues en muchos de los países del flanco Este, incluyendo misiones de policía aérea de la OTAN en el Báltico y en el mar Negro.
Es indudable que la política exterior española siempre estará fuertemente vinculada a nuestros vecinos al sur del Mediterráneo. Con Marruecos nos unen sólidos vínculos de todo tipo, pero sobre todo, nos unen vínculos humanos que crean nuestros ciudadanos y también nuestras empresas. El 1 y 2 de febrero tuvo lugar la primera Reunión de Alto Nivel en ocho años, firmando una veintena de acuerdos con un país para el que España representa el primer socio comercial y el tercer principal inversor. Seguiremos impulsando una relación estratégica con Marruecos –consolidando la hoja de ruta acordada en 2022–, y tenderé una y otra vez mi mano a Argelia, un país de enorme importancia para España y con quien estamos llamados a tener las mejores relaciones posibles.
Con América Latina debemos seguir construyendo puentes, explorando las diferentes sinergias con la región y, a nivel bilateral, reconstruyendo la confianza a ambos lados del Atlántico y desarrollando iniciativas concretas que redunden en un mayor crecimiento económico y resiliencia ante las adversidades. Los numerosos viajes que he realizado a la región a lo largo de estos años, así como las importantes visitas que hemos recibido de líderes latinoamericanos están contribuyendo a relanzar la interlocución con nuestros socios naturales.
Para EEUU somos un aliado “indispensable”, como dijo el presidente, Joe Biden, en su visita a España en junio de 2022, además de serio, responsable y comprometido con la seguridad colectiva. En la declaración conjunta que suscribimos los dos gobiernos con ocasión de aquella visita –la primera de un presidente de EEUU en más de 20 años–, acordamos dar un nuevo impulso a nuestra relación, desarrollando una intensa agenda bilateral de interés común, ya sea en otras regiones del mundo –como son Centroamérica o el Sahel–, los programas de migración regular o la cooperación en programas de investigación científicos, como el programa Artemis para la exploración de Marte y de la Luna, al que España se acaba de adherir. He tenido la ocasión de abordar y profundizar en todos estos temas en mi reciente viaje a Washington.
Mantener una interlocución al máximo nivel con los países de Asia es clave para poder tener un papel relevante en la escena mundial. Así lo he entendido desde el principio y, por ello, hemos elevado nuestra acción exterior en Asia. China es un actor indiscutible en el nuevo escenario global. La creciente interlocución entre nuestros gobiernos, con cuyo presidente, Xi Jinping, me he reunido y conversado en varias ocasiones, nos ha permitido profundizar de manera notable la relación bilateral de los dos países. Mi reciente viaje a Pekín así lo atestigua. También he mantenido una comunicación fluida con el primer ministro de la India, Narendra Modi, país que se está convirtiendo en una potencia económica de primer orden con una influencia creciente en el panorama político regional y global. Lo mismo ha ocurrido con países como Japón o Corea del Sur, con Australia o Nueva Zelanda, con cuyos líderes he mantenido numerosas reuniones a lo largo de este periodo, lo que nos ha llevado a desarrollar, ampliar y reforzar nuestras relaciones bilaterales y nuestra cooperación en los foros multilaterales con todos ellos.
También debemos consolidar nuestra presencia en África, un continente con un enorme potencial y grandes retos por delante, en el que España debe ser un actor relevante. Debemos aumentar nuestra presencia en el continente africano frente a otros actores globales, aprovechando las oportunidades que generará el crecimiento económico de la región, participando en los grandes proyectos financiados por la Global Gateway y a través de la cooperación, proyectando así nuestros intereses y valores. Además, debemos trabajar con nuestros socios africanos ante los desafíos a los que se enfrenta el continente, como la inseguridad –especialmente en el Sahel–, la presión demográfica y migratoria, la falta de inclusión de la mujer, la precariedad institucional o el creciente impacto de la emergencia climática.
Por eso, adoptamos en 2019 el Plan África III como marco estratégico, que ha sido complementado por los distintos planes del Foco África para impulsar una agenda positiva. Y, por eso, he querido viajar personalmente a países como Suráfrica, Kenia, Senegal o Angola, además de recibir a numerosos líderes africanos en visita oficial a España.
A pesar de los logros de estos cinco años, todavía nos queda camino por recorrer. Confío en que el 23 de julio mi gobierno reciba el apoyo de los españoles para poder continuar con este proyecto tan ambicioso como necesario. Un proyecto que situará a España en el lugar de relevancia que merece en el mundo. Un mundo cada vez más complejo, que exige respuestas responsables y creativas, y en el que países como España están llamados a jugar un papel fundamental.
No queremos correr el riesgo de volver a un repliegue ensimismado de nuestro país, dominado por aquellos que niegan el cambio climático, que quieren borrar la Agenda 2030 o la necesidad de luchar por la igualdad de género.
España debe aprovechar el actual contexto internacional con inteligencia y determinación para seguir fortaleciendo su proyección exterior. Ese es el camino para que la mejor España siga contribuyendo a hacer un mundo mejor. ●