El interés, la preocupación, la obsesión incluso, por el islam, no es una novedad en las sociedades occidentales. No hay duda de que los atentados de las Torres Gemelas en 2001 llamaron la atención sobre un terrorismo de corte islámico que aceleró esa preocupación y que se reflejó en el incremento notable de las publicaciones sobre el islam.
Haciendo un recuento en el ISBN de los libros publicados en España que llevan la palabra “islam” en el título, pasaron de una decena en el lustro 1971-75 a una treintena entre 1986-90, para llegar a 172 entre 2001-05. Sin duda, entre los dos últimos periodos el número de publicaciones se fue incrementando progresivamente como consecuencia de otro fenómeno que también ha puesto de actualidad el mundo musulmán entre nosotros: la inmigración magrebí. Pero el punto de inflexión que duplicó de golpe la producción bibliográfica fue esta vinculación del islam a la preocupación por el terrorismo que se produjo tras el 11-S.
Pese a este espejismo, el interés mediático y de la opinión sobre el islam viene de lejos. De mucho más allá de la revolución islámica iraní de 1979. Las razones de la preocupación occidental las puede uno rastrear en los años treinta del siglo XX, cuando una ideología potente, el panislamismo, amenazaba la hegemonía franco-británica en sus colonias. Un libro de la época, publicado por el diplomático Manuel Fernández Feduchy (Panislamismo. Estudio sobre el Islam y la política imperialista, Madrid: Espasa- Calpe, 1934), fechado en Túnez-Jerusalén entre 1931-32, señalaba que cada vez era mayor la “actividad islámica en la política internacional” y auguraba que “según como se desenvuelva la política de las grandes potencias, el islam obrará enérgicamente o se disolverá en sus distintos nacionalismos”. Este autor concluía que “depende exclusivamente de las grandes potencias que…