¿Se opone el interés de Brasil por ganar poder global al de la UE por no perderlo? La asociación estratégica firmada en 2007 no ha logrado que Brasilia vea en el bloque europeo un actor clave para sus aspiraciones. Podría, sin embargo, haber debilitado el interregionalismo.
Cinco años después de la Cumbre de Lisboa entre Brasil y la Unión Europea de julio de 2007, que formalizó la creación de una asociación estratégica, el escenario internacional ha experimentado mudanzas. Desde entonces, los efectos de la crisis financiera precipitada por la quiebra de Lehman Brothers en 2008 aceleraron transformaciones gestadas desde el final de la guerra fría. Los cambios conllevan el ascenso de los países del Sur como conjunto, pero sobre todo de las potencias emergentes como Brasil. La coalición de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Suráfrica) ha reforzado las exigencias de cambios en la gobernanza internacional, lo cual incluye un nuevo reparto de cuotas de poder y otras reglas. La crisis económica, que golpea a Europa y que Brasil y los emergentes capean sin tropiezos, ha diversificado el entramado de alianzas de un mundo cada vez más complejo, multipolar e interdependiente.
La posición exterior de la UE se debilita de forma proporcional a su incapacidad de reconducir la crisis financiera e institucional, al tiempo que se incrementa el riesgo de fractura interna. En contraposición, el creciente papel de los países emergentes se evidencia en foros como el G-20, donde urgen a la UE a tomar medidas para solventar los problemas de la zona euro. La cumbre del G-20 del 18 y 19 de junio de 2012 en Los Cabos (México) puso de manifiesto que Europa es en la actualidad una fuente de problemas más que un garante de la estabilidad internacional. La tradicional invocación europea al multilateralismo eficaz como…