Los meses pasan sin que Volodímir Zelenski y los suyos puedan ver más cerca su legítimo objetivo de expulsar a las tropas invasoras rusas de su territorio. Vladimir Putin sigue empeñado en hacerse al menos con la totalidad del Donbás y Crimea, así como evitar a toda costa que Ucrania pueda entrar en la OTAN. Sin embargo, en mitad de una guerra de atricción, es Moscú quien puede mirar el futuro con menos pesimismo.

Rusia cuenta con mayores capacidades, tanto demográficas como industriales y económicas, para mantener su presión sobre Kiev el tiempo que sea necesario. Por su parte, Ucrania es manifiestamente inferior en esos mismos campos. El reciente reclutamiento de varios miles de prisioneros como una clara muestra de las dificultades para cubrir las necesidades de efectivos en sus fuerzas armadas. A eso se une su extrema dependencia de la ayuda económica y militar que le proporcionan sus aliados occidentales, siempre al albur de variables que Kiev no puede controlar en modo alguno.

Más allá de las apariencias, que darían a entender que Ucrania resiste a pesar de todo y que Rusia apenas avanza, la realidad es menos atractiva. Tanto en el terreno diplomático como en el comercial y militar Rusia tampoco está sola. Cuenta con el apoyo de decenas de países que no tienen reparos en desmarcarse de los planes de Kiev. Un apoyo que también se aplica al ámbito comercial, permitiendo a Moscú escapar del castigo que suponen las sucesivas rondas de sanciones que tanto la ONU como Estados Unidos y la Unión Europea han aprobado hasta ahora.

Sin olvidar tanto los suministros militares de Irán y Corea del Norte, como el respaldo que Pekín le viene prestando de manera apenas disimulada. Esto ha podido verse recientemente en el marco de la Cumbre de la Organización de…